El cielo de Madrid, de Julio Llamazares

Julio Llamazares:

El cielo de Madrid.

Madrid : Alfaguara, 2005.

 

portada-cielo-madrid_peq“Ahora ya no tenía sueños;  tenía ambiciones, que es diferente. Los sueños se me habían roto o los había ido perdiendo por el camino, enredados en las mallas de los amores rotos o abandonados u olvidados en las calles y en los bares de Madrid” (p. 119).

Julio Llamazares es un tierno grandullón leonés que pulula por Chamberí. También ha venido siendo un creador fluctuante. En plenos años 80 se anticipó a la recuperación de la temática del maquis con una pequeña gran novela llamada “Luna de Lobos”, que presentaba  ya enteramente dos de los rasgos característicos de su obra: la introspección y la exaltación lírica del paisaje y de la naturaleza. Fueron polémicas sus declaraciones sobre el Nobel Cela, autor al que su escritura debía sin duda mucho. Por desgracia, Julio ha sido después el firmante de algún errado y mediocre libro de viajes.

Sin embargo “El cielo de Madrid”, aparecida en 2005, es una crónica sentimental muy eficaz del final de una juventud caduca entre los 80 y los 90 del pasado siglo. Juventud desangelada que a algunos más mayores les resultará familiar y nostálgica, y que otros deben conocer para que sepan cómo era aquella vida. La vida de la “otra” movida madrileña, la más opaca de la creación literaria y las artes plásticas, en la trastienda de la que alcanzó más notoriedad pública practicando la música pop y la farándula. En un mundo aún sin móviles y sin internet, ¿ah,  pero es posible  vivir así? Una generación de hijos de provincia que llegaban a Madrid como a un gran puerto de acogida, buscando las oportunidades o la formación inalcanzables en sus más modestas localidades de origen. Jóvenes  dados al bebercio y al tabaco –entonces totalmente permitido-, relativos transgresores pero anclados por lo general en una heterosexualidad tan extendida que apenas podía ocultar en el fondo, por su sospechosa unanimidad, su hipoteca con la moral de procedencia. Hijos o nietos de los Benet o Martín-Santos de los 50, abueletes para los que este “Cielo” reserva algún guiño.

Pues bien, con su lenguaje llano característico que facilita la empatía del lector, Julio va desgranando ese tránsito de final de juventud por las sucesivas fases del desencanto y del tedio. Le guía una especie de voluntarismo existencialista, en busca de una madurez posible y vivible. ¿La conseguirá?

Obras de Julio Llamazares disponibles en: Bibliotecas de la UPM

 

Novela de ajedrez, Stefan Zweig

Cubierta de Novela de Ajedrez, Stefan ZweigNovela de ajedrez
Stefan Zweig
Barcelona: Acantilado, 2001
Traducción: Manuel Lobo

Die Schachnovelle (1941)

Nadie se espante: aunque el título lo sugiera, no es indispensable conocer las reglas del juego ni haber practicado nunca para disfrutar del obsesivo e intrigante relato que nos propone Stefan Zweig en su Novela de ajedrez, uno de sus más celebres trabajos. Habrá claves, eso sí, que deleitarán a los aficionados a eso de mover madera (¿quién lleva bien perder al ajedrez? ¿Qué jugador no ha experimentado el encabritamiento de sus emociones en una partida larga y disputada?). No decepciona la novela en ese sentido; sin embargo, lo verdaderamente apasionante del libro radica en la brillante descripción de dos psicologías extremas, opuestas diametralmente, que se enfrentan en un auténtico choque de temperamentos.

Se sitúa la acción en un transatlántico que zarpa de Nueva York rumbo a Buenos Aires. A bordo se encuentran el campeón del mundo, Mirko Czentovic, y el señor B, un antiguo prisionero de la Gestapo que huye de los nazis. Czentovic es considerado un genio de los sesenta y cuatro escaques, pero fuera de ellos no es otra cosa que un hombre anodino, incapaz de cualquier actividad intelectual diferente. Frío y arrogante, encuentra su mayor satisfacción en el beneficio monetario que le proporcionan las victorias que con tan poco esfuerzo obtiene en el tablero. A pesar de que el señor B asegura que no practica hace años, logra inquietar al campeón en una partida improvisada por un grupito de aficionados en cubierta, hasta el punto de forzarle unas inesperadas tablas. A raíz de ello, y a partir de aquí, conoceremos las extremas condiciones que le condujeron al dominio del juego. Y el precio que hubo de pagar a cambio.

Toda mi vida me han intrigado los monomaníacos, las personas obsesionadas por una sola idea, pues cuanto más se limita uno, más se acerca por otro lado al infinito; son precisamente estos seres en apariencia fuera del mundo los que, como termitas, saben construir en su ámbito una imagen reducida del mundo, única y extravagante. No disimulé, por tanto, mi intención de examinar con lupa aquel singular espécimen de monocordia intelectual.

Novela corta o nouvelle, las noventa páginas de este relato están escritas con una amenidad, una intensidad y una precisión psicológica tales que no le permiten a uno abandonar su lectura hasta haber devorado la última palabra. Stefan Zweig (austriaco de la primera mitad del XX) es uno de los escritores más leídos del siglo. En este fragmento de su Autobiografía expone las claves en que basa su éxito:

… el inesperado éxito de mis libros proviene, según creo, en última instancia de un vicio personal, a saber: que soy un lector impaciente y de mucho temperamento. Me irrita toda facundia, todo lo difuso y vagamente exaltado, lo ambiguo, lo innecesariamente morboso de una novela, de una biografía, de una exposición intelectual. Sólo un libro que se mantiene siempre, página tras página sobre su nivel y que arrastra al lector hasta la última línea sin dejarle tomar aliento, me proporciona un perfecto deleite. Nueve de cada diez libros que caen en mis manos, los encuentro sobrecargados de descripciones superfluas, diálogos extensos y figuras secundarias inútiles, que les quitan tensión y les restan dinamismo.

Stefan Zweig en las Bibliotecas de la UPM

El delator, Liam O’Flaherty

O’FLAHERTY, Liam. El delator.

Barcelona: Libros del Asteroide, 2007

A las ocho y veinticinco, Gypo salió de la comisaría de policía por la puerta trasera del edificio. En el bolsillo llevaba veinte libras en pagarés del Tesoro, la recompensa por haber facilitado información sobre Francis Joseph McPhillip.

… estaba agazapado en el portal de una casucha abandonada, atisbando la oscuridad con sus ojillos inquietos, cuando oyó una pisada. Sorprendido, dio un respingo. Esa pisada humana era el primer sonido, procedente de uno de sus semejantes, al que prestaba atención desde que se había convertido en un delator…y un proscrito.

Gypo Nolan es un delator. Al salir de esa comisaría de policía, el destino de Gypo Nolan ya está marcado. Ha traicionado a su amigo, ha traicionado a su causa, ha traicionado a su pueblo. El paso ya ha sido dado y no hay marcha atrás. No existe salvación. Gypo recorrerá las calles de un Dublín marginal disfrutando de la ganancia de su traición. Se encontrará con una pléyade de personajes que se aprovecharán de su momentánea riqueza pero en los que irá creciendo la semilla de la sospecha. Y la palabra delator rodará por las malolientes calles de ese Dublín marginal, cobijándose en la mente de todos a los que roce. Todas las miradas de sospecha se dirigen a él. Hay un traidor, hay un delator y hay que descubrirlo. Mientras, Gypo Nolan disfruta de una  momentanea felicidad, por una vez es un hombre importante, ya no tendrá que mendigar, ya no tendrá que pedir.

Veinte monedas es el precio, veinte monedas para saciar su hambre, su sed, cobijarle del frio de la noche, mitigar su desesperanza, alejarle de su destino de perdedor, destino trágico del que en realidad y él lo sabe, no puede huir.

Ambientada en el Dublín posterior a la guerra civil irlandesa, Liam O’Flaherty nos describe un mundo lleno de perdedores en los que las ideas revolucionarias se mezclan con el simple gansterismo. Un mundo lleno de seres marginales, en los que la supervivencia de cada día es la única meta para la mayoría de sus habitantes.

Desarrollada durante una sola jornada, El delator cuenta la historia de Gypo Nolan, un terrorista en el que la horrenda idea de la traición se introduce en su mente y ya no podrá desprenderse de ella, su destino quedará marcado.

En 1935 John Ford llevo a la pantalla la novela de O’Flaherty y desde entonces Gypo Nolan adquirió el rostro de Víctor McLagen y en ambas, novela y película, Gypo / Victor huyen de un destino trágico con dirección hacia ninguna parte, lugar donde, quizás, encuentre la redención, quizás.

“Frankie, tu madre me ha perdonado….”

La carretera. Cormac McCarthy.

carretera1McCARTHY, Cormac. La carretera. Barcelona: Mondadori, 2007.

 

La carretera (en inglés The Road) es una novela escrita en 2006 por el escritor estadounidense Cormac McCarthy, creador de otras novelas como No es país para viejos y Ciudades en la llanura. La carretera fue galardonada con el Premio Pulitzer 2007 en la categoría de ficción, con el James Tait Black Memorial Prize en 2006 y fue finalista para el National Book Critics Circle Award en 2006.

 

La historia discurre en un mundo apocalíptico donde todo está desolado. No se explica qué ha pasado. En tales circunstancias un padre y su hijo viajan hacia la costa para buscar un lugar seguro en el que vivir. En su viaje se encontrarán con los pocos seres humanos que quedan, la mayoría de los cuales, se han vuelto locos o se han convertido en caníbales.

Superar cada día es muy duro. Llegar a un lugar seguro donde pasar la noche, alejados de la carretera (“la larga carretera negra”)pero cerca de ella, es vital. El carro de la compra, lleno con las cosas que les van a permitir seguir adelante, es más valioso que cualquier tesoro.

No se mencionan los nombres de los personajes y podemos adivinar que el niño sólo ha conocido el mundo actual. Se sabe muy poco del pasado, interesa el presente salpicado con unos pocos recuerdos del padre.

Escrito de forma muy sencilla, escueta y rápida, logra transmitir toda la incertidumbre y angustia de sus personajes al lector. Leyéndolo sientes frío (mucho frío), hambre, desasosiego, miedo, el mismo que pasan padre e hijo y de vez en cuando, muy pocas veces, la tranquilidad de un lugar seguro y cómodo. Relato lleno de silencios que, a veces, parecen ocupar más espacio que el propio texto.

La relación padre-hijo es la base del relato. El padre velando siempre, día y noche por “el chico” , al que quiere infundir tranquilidad ante una realidad desoladora. Los diálogos son telegráficos pero rotundos. Como muestra, un botón:

“Observó al chico y miró. Ahora que era de día podían verlos desde la carretera. El chico se movió. Luego abrió los ojos.

Hola, papá, dijo.

Aquí estoy.

Ya lo sé “.

A los ojos de estos dos seres humanos apenas importa el número de supervivientes que se han transformado en lobos, pues han decidido apoyarse y aferrarse el uno al otro para no sumergirse en el abismo. Así lo hablan sus protagonistas:

 

“…¿Todavía somos los buenos?, dijo.

Sí. Todavía somos los buenos.

Y lo seremos siempre.

Sí. Siempre.

Vale”.

 

En 2.009 se estrenó la película, basada en la novela y con su mismo título, dirigida por John Hillcoat y con Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee como protagonistas.

Libros de Cormac McCarthy disponibles en las Bibliotecas de la UPM

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