La Neomudéjar

Museo Centro de Artes de Vanguardia

La Neomudéjar

C/ Antonio Nebrija s/n, 28007 Madrid 

La Neomudéjar se presenta a sí misma como centro de artes y espacio museístico. Ocupa un edificio digno de ser leído con atención. No solo porque en su recepción se puedan comprar libros interesantes sino ya de entrada por su continente arquitectónico, su contenido pasado y presente, y por su ubicación y articulación en el espacio urbano. Vecina del Panteón, del convento dominico que fue el de Bartolomé de las Casas incluso, y de la Fábrica de Tapices, la Neomudéjar parece simbolizar esa promiscuidad artesanal y social tan típicamente madrileña, tan como de revolución industrial cojitranca, inacabada, más épica si cabe justo por antiheroica. 

Madrid, sobre todo a raíz del desaforado desarrollo urbanístico desde los años 60 del siglo XX, ha sido descuidada con su patrimonio industrial, especialmente el ferroviario. Líneas e instalaciones fueron aniquiladas sin dejar rastro. Lo cual es más trágico en tanto en cuanto el planteamiento radial de la red de transportes y comunicaciones española hizo que el sector tuviera un gran peso proporcional respecto al conjunto industrial de la ciudad y de su entorno inmediato. Otra memoria histórica sumergida: la de la tecnología y el trabajo. En este sentido estos antiguos talleres de mantenimiento de la Compañía MZA (Madrid a Zaragoza y Alicante), integrada en Renfe en 1941, son un testimonio excepcional más allá de su actual y apreciable utilización como centro artístico de vanguardia. Con una localización cargada de sentido histórico pues dicha instalación industrial había sido construida sobre terrenos de uso agrícola hasta el siglo XIX: la Huerta de la Campanilla.  

Además, desde nuestro punto de vista politécnico La Neomudéjar se encuentra a tiro de piedra de dos de sus centros académicos relacionados con aquel pasado: La ETS de Ingeniería Civil y la ETS de Ingeniería y Diseño Industrial. Así que no hay excusas: hay que visitar este venerable templo donde parece oírse aún el eco de la gestación tenaz y laboriosa, a pie de tajo, de una gran metrópoli: el Madrid contemporáneo. Es muy probable que os topéis allí también con alguna que otra propuesta estética del inmediato presente, como eslabón de un pulso urbano que no se detiene. 

La Neomudéjar en: Biblioteca UPM

La Guerra Campesina en Alemania, Friedrich Engels

La Guerra Campesina en Alemania

Friedrich Engels

Editorial Capitán Swing Libros S.L., 2009

Lejos de mi intención está intimidar con este título. Todo lo contrario, es un texto que está escrito con una delicada inteligencia, bien informada, mejor amueblada. Y es que siempre he tenido debilidad por los textos históricos decimonónicos. La calidad, y calidez de la escritura; en ellos hay siempre temperamento y personalidad. No pecan de ése vano intento de parecer objetivos a fuer de aburridos “tochos”.

Friedrich Engels, además, escribe mucho mejor que Karl Marx. Quizás en esto me meto en “camisas de once varas”, pero es que no pretende generar un léxico nuevo, tremendista tan al estilo del mencionado autor.

Podemos acercarnos a estas personalidades tan dispares en la película el joven Marx (pincha aquí). La ví hace un tiempo (no demasiado) cuando acudir al cine no se había convertido aún en una actividad de alto riesgo.

Anuncio de la película El joven Marx

Pero volviendo al libro que nos ocupa: La Guerra Campesina en Alemania, resulta muy interesante el periplo que realiza entre el medievo y las revoluciones de 1830 y 1848, y aunque el título parece abocado a un tema local, Friedrich Engels se las arregla para imbricarlo en muchos procesos históricos relevante como la aplicación de la ley Carolina (Carlos I de España y V de Alemania), el desarrollo del comercio y de las grandes urbes como Londres o la revolución francesa y sus secuelas.

Nada más, cualquiera de las dos opciones: la película o el libro me parecen sugerencias apetecibles para un mes de Febrero, que como norma general es parco en fiestas y ánimos, y a día de hoy especialmente hogareño.

Feliz lectura!

Estatua de Marx y Engels: Monumento en la ciudad de Bishkek (Kirguistán)

Friedrich Engels en la Biblioteca UPM

José Miguel Parra. Howard Carter. Una vida.

José Miguel Parra. Howard Carter: una vida. Ed. Confluencias, 2020

Todo el mundo ha oído hablar de Tutankhamón. Se han hecho documentales, películas, artículos y libros sobre este faraón y el increíble material encontrado en su tumba casi intacta.

El libro de José Miguel Parra es un repaso de la vida de Howard Carter (Swaffham (Norfolk), 1873 – Londres, 1939), su descubridor, así como de su relación personal y profesional con lord Carnarvon, que financió las excavaciones. Conoceremos las circunstancias que condujeron a este descubrimiento en 1922 que impactó a sus coetáneos y que sigue fascinando a día de hoy.

No es una biografía narrada, sino que se compone de fragmentos de textos, del propio Carter o de personas que lo conocieron directamente: cartas, artículos, diarios de excavación, noticias, etc. todos ellos acompañados por una breve explicación del autor para ponerlos en contexto.

Howard Carter en 1.924.

Este libro combina el rigor histórico con una lectura amena, algo nada fácil de conseguir. Poco a poco vamos viendo la evolución profesional de Howard Carter y su personalidad. Un hombre gruñón y testarudo pero, como dice el autor, “con buen fondo y que podía resultar una encantadora compañía, sólo había que cogerlo de buenas”. Además se incluyen unas estupendas imágenes de sus protagonistas y de las excavaciones.

Sin una formación académica, Carter fue una persona con una habilidad innata para el dibujo, un trabajador incansable, metódico y concienzudo. Cuando le preguntaron qué fue lo que le llevó a dedicarse a la arqueología respondió así:

– La sensación de deducir, creo. Si no me hubiera dedicado a la egiptología quizá hubiera entrado en Scotland Yard.

– ¿Entonces, considera la arqueología como una especie de trabajo de detective?

– Si no posees la capacidad para diferenciar entre objetos y razonar su significado no puedes hacer demasiado en arqueología.

Fue Inspector jefe del Alto Egipto (1899-1904) y del Bajo Egipto (1904-1905) cargo este último del que dimitió a consecuencia de un enfrentamiento con unos alborotadores franceses que querían colarse en una tumba. Carter intervino indicando a los guardias (nativos egipcios) que se lo impidieran lo que causó un conflicto diplomático.  El mismísimo W.M. Flinders Petrie, decano de la egiptología inglesa, dio la razón a Carter:

A ojos del cónsul francés, quien exigió una disculpa de Carter, la indignidad de dejar que un nativo se resistiera a un francés pesó más que la indignidad de estar borracho y alborotar. Con adecuado amor propio, Carter se negó a disculparse por cumplir su evidente obligación. Por esto fue, a petición del francés, despedido del Servicio. Este fue quizá el más abyecto acto de sumisión a la arrogancia francesa.

Inevitablemente Parra también habla de la llamada “maldición de Tutankhamón” que no tiene nada de real y sí mucho de sensacionalista.

En el libro también se recoge la amistad que Carter mantuvo con Jacobo Fitz-James Stuart, Duque de Alba. Gracias a esta amistad Madrid recibió dos visitas del descubridor, donde impartió un par de conferencias en 1924 y otras tantas en 1928. Howard Carter fue aceptado como miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia.

José Miguel Parra es doctor en Historia Antigua por la Universidad Complutense de Madrid y especialista en la cultura faraónica. Ha escrito una veintena de monografías sobre los aspectos más variados del antiguo Egipto, desde las pirámides hasta la vida sexual de los egipcios. Si conocéis a alguien que todavía crea que las pirámides las construyeron los extraterrestres, no dudéis en regalarle su libro “La Gran Pirámide ¡vaya timo!” (Ed. Laetoli, 2019).

Pinchando aquí podéis escuchar la entrevista que el programa “El café de la lluvia” le hizo a José Miguel Parra sobre este libro (minuto 7.39)

Howard Carter en la Biblioteca UPM

José Miguel Parra Ortíz en la Biblioteca UPM

 

De noche, bajo el puente de piedra. Leo Perutz

Cubierta de De noche, bajo el puente de piedra, Leo PerutzDe noche, bajo el puente de piedra
Leo Perutz
Barcelona : Libros del Asteroide, 2016
Título original: Nachts unter der steinernen Brücke (1958)
Traductora: Cristina García Ohlrich

De noche, bajo el puente de piedra es, aunque al principio no lo parezca, una novela. Y digo que no lo parece porque está estructurada en relatos breves que pueden hacerte caer en la tentación de pensar que te encuentras ante un volumen de historias independientes, cuando la realidad es que esas historias, a pesar de no estar ordenadas cronológicamente, se van cruzando aquí y allí, comparten personajes y dibujan un relato que a pesar de no situarse en primera línea, va dejando detalles que el lector gusta de unir después: el romance entre el excéntrico Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano y Esther, la esposa de Mordejai Meisl, un acaudalado judío cuya fortuna también es codiciada por muchos.

La novela se sitúa en la Praga de finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Por ella circulan no solo representantes de las diferentes clases sociales que se buscan la vida por las calles y recovecos de la ciudad, en el castillo o el barrio judío, sino también personajes históricos como el mismo Rodolfo II, el astrónomo Johannes Kepler o el propio rabino Loew.

Y de fondo siempre la ciudad por cuyos rincones misteriosos se pueden aparecer las ánimas, donde un hechizo o un sueño encantado encuentran acomodo de la forma más natural.

Todo ello hacen de De noche, bajo el puente de piedra una estupenda novela, de lo más recomendable para todos, y especialmente para los que sienten atracción por lo real maravilloso, por las historias y escenarios que rodean a la múltiple y laberíntica Praga mágica.

De Sofía Tolstaia a Ruth Verlau: entre el eclipse solar y la cara oculta de la luna

¿De quién es la culpa? Sofia Tolstaia. Editorial Xórdica, 2019.

Recuerdos de Ruth Verlau. Hans Bunge (editor). Editorial Trotta, 1995.

Carátula del libro: Recuerdos de Ruth Verlau

Que tienen en común La Gioconda o Sofía Tolstaia: su marido. En ambos casos la identidad de estas mujeres se diluye en el apellido de unos maridos netamente mayores que ellas; en ambos casos son matrimonios de jóvenes que hoy diríamos adolescentes con maridos talludos por no decir cuasi vejestorios. Claro que ya nadie recuerda quién fue el Giocondo, una suerte de justicia universal que no alcanza a Sofía Tolstaia, mujer de Lev Tolstoi.

La familia Tolstoi

Ruth Verlau, en cambio, fue más iconoclasta, más radical, y por tanto, aún menos conocida. Como actriz, escritora, viajera y fotógrafa apenas ha transcendido. Tampoco es ampliamente reconocida como compañera vital de Brecht, que ni siquiera tuvo la decencia de reconocer su contribución a su inmensa obra (junto a otra gran cantidad de personas, mayoritariamente mujeres).

No pretendo restar valor a Bertolt Brecht, gran político-pensador-escritor, quizás sí disminuir la calidad de una figura histórica que gestionó con mano de hierro la economía de su “taller” sin preocuparse de salvaguardar mínimamente la vejez de sus incondicionales: Ruth Verlau muere en 1974 en la indigencia, en el hospital berlinés Charité, una residencia para perseguidos del régimen nazi. En palabras del libro editado por Hans Bunge:

“Ruth Verlau fue una mujer fuera de lo común. Yo llegué a odiarla y a admirarla al mismo tiempo. Sólo se movía entre los extremos. Sus exigencias respecto del entorno en que se movía eran por igual criminales y suicidas. En cuanto a sus amigos, se encontraba en un permanente caminar por el filo de la navaja. Se empleaba a fondo en todo lo que hacía, pero no era una aventurera, sino que luchaba por aquello que consideraba razonable. Incluso cuando perdía quedaba al final como la más fuerte, porque sabía pelear sin reservas. Su capacidad de perseverancia era sorprendente.”

Donde Sofia Tolstaia vence, Ruth Verlau fracasa; al menos la primera fue capaz de recuperar los derechos sobre las obras de Lev Tolsoi en las que había participado como copista, editora silenciosa y apoyo moral. Dicen que su novela: ¿De quién es la culpa? Contribuyó significativamente a ello.

En un precioso libro de Max Gorki: Recuerdos de Tolstoi, Chejov y Andréiev (editorial Nortesur, 2009), el autor glosa a Leopold Sulerzhitski, y en una suerte de dudosa operación transitiva refiero yo:

Leopold Sulerzhitski,

“Es presumible que la familia de Tolstoi no viera con buenos ojos que los campesinos se llevaran poco a poco los bienes de Yásnaia Poliana y que talaran el bosque de abedules que Tolstoi plantó con sus propias manos. Creo que él echaba de menos ese bosque. Esta tristeza, esta pena en general, aunque in-expresadas, forzaron, empujaron a Sofia Andréievna a un acto que, y ella lo sabía, le sería reprochado. Siendo una mujer inteligente no podía ignorarlo ni dejar de contar con las consecuencias. Y entonces, ¡ella se arriesgó! Y por eso yo la respeto. Uno de estos días iré a Yásnaia Poliana, y, en cuanto la vea, le diré ¡mis respetos señora! Pese a mi convicción (era profundamente anarquista), sigo creyendo que tácitamente la forzaron a actuar de ese modo. Por otra parte, todo esto no importa con tal que de que Tolstoi esté a salvo”.

Mujeres en la historia, sin historia. Bien valga esta reseña para resarcir este error.

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