Canon de cámara oscura. Enrique Vila-Matas
Esta semana en Lecturas para compartir os recomendamos la última obra de Enrique Vila-Matas, Canon de Cámara oscura.
Con la calidad que nos tiene acostumbrados, Enrique Vila-Matas da protagonismo a unos personajes que sin haber escrito nada persiguen crear un canon literario rompedor, alejado de cualquier convencionalismo. Desde esta premisa, el autor retoma el espíritu de su novela Bartleby y compañía.
Antonio Altobelli, conocido como El Fracasista, es un escritor barcelonés, lúcido y marginal, que deja un encargo a su secretario y heredero: éste deberá seleccionar 71 libros de su inmensa biblioteca y almacenarlos en un cuarto mal iluminado. En este entorno debe perfilar un canon literario disidente, que discrepe, próximo a la locura.
Vidal Escabia, que así se llama el asistente, parece ser un androide extremadamente semejante a los humanos. Debido a su falta de raigambre, Vidal habla desde una sinceridad profunda. Y es esa misma libertad la que vierte Vila-Matas en la composición de su novela, en la que se mezclará lo autobiográfico con el ensayo, el libro de viajes con el diario, la ficción pura con la realidad, resultando una mezcolanza inclasificable, original. Porque sin riesgos no tiene sentido la literatura, apostilla en sus declaraciones el autor barcelonés.
La prosa de Vila-Matas (Barcelona, 1948-), con reminiscencias de escritores de la talla de Pitol, Bolaño, Borges, Walser, Joyce y Goethe, entre otros, ha sido objeto de análisis por trabajos de diversa índole, entre los que se encuentran once tesis doctorales. Asimismo, la revista The Paris Review lo encumbró como uno de los cinco autores españoles de mayor prestigio.
¿Te embarcas con nosotros en la lectura de Canon de cámara oscura?
Es medianoche y Violet, en un ángulo del patio donde se celebra la fiesta, pregunta si me acuerdo de los Denver-7. Claro, personas artificiales, indistinguibles de nosotros. Androides, precisa muy puntillosa, como si en ello le fuera la vida. Y me habla de los sobrevivientes, de los androides del sector Denver-7 que todavía circulan por Barcelona, todos con recuerdos implantados y capacidad para reproducirse. Muchos de ellos, dice, han tenido descendencia. Sé de qué me habla. De entrada, porque se habló mucho de los Denver-7 en una época no tan lejana. Luego, menos. Algunos tienen un punto agresivo, una genética pendenciera.
Fueron programados para vivir cuatro años y un grave fallo en su energía eléctrica —el «Gran Apagón» de Barcelona— les dio vida abierta, de duración indefinida, pero últimamente ya no se habla de ellos, son discretos, jamás han buscado distinguirse de las personas corrientes. Violet disiente. Bueno, dice, no han buscado llamar la atención, pero más de uno es muy impulsivo, a cierta edad quieren vengarse de quienes los compraron para convertirlos en sus sirvientes.
No sabía, digo. Con el tiempo, dice, se las han arreglado para llevar una vida corriente, aunque algunos andan desorientados. Pregunto por qué desorientados. Por el enredo continuo, dice, que tejen en ellos los recuerdos implantados.