Una genealogía de la pantalla, de Israel Márquez

Israel Márquez:

Una genealogía de la pantalla : del cine al teléfono móvil.

Barcelona: Anagrama, 2015.

Genealogía de la pantallaGracias a la pantalla cinematográfica, muchos hombres y mujeres dejaron de ser simples mortales para convertirse en mitos, en nuevos dioses que admirar y adorar, de ahí su condición de “campo de los modernos héroes”, que Cernuda supo ver tan bien. (p. 39)

Viajo en un vagón, pasa un buen rato, a mi alrededor una mayoría de cerviz agachada, a modo de sumisión pertinaz al dispositivo. Pues bien, para atisbar cómo hemos podido llegar hasta aquí, cómo nos ha podido suceder esto, me zampo esta Genealogía de la pantalla a ver qué encuentro. Y resulta un libro bueno tanto para los nativos digitales –que contemplarán los pasos sucesivos que culminan en la generalización del móvil- como a un público de más edad, procedente de una cotidianeidad anterior marcada durante decenios por el cine y el televisor de programación a capón. Quizás no es un tratado exhaustivo y superexigente de historia de los medios, pero sí un estupendo ensayo de divulgación. Al repasar las vicisitudes de un objeto concreto dado por obvio –la pantalla-, me ha recordado en otro contexto las virtudes de Mundolibro (The Book on the Book Shelf), que Henry Petroski consagró a la evolución histórica de la estantería librera.

Al libro de Israel Márquez le sobran algo de metraje por reiteración de ideas y alguna falta ortográfica. Pero su autor es un auténtico gourmet cultural que -como él mismo declara- exprime al máximo las posibilidades del collage. En eso se muestra muy en sintonía con nuestra época, sin duda: brinda múltiples citas, pistas y sugerencias bibliográficas, filmográficas, musicales… que recomiendo no desperdiciar. Al final, vemos como el desarrollo de la tecnología de la información bajo la égida del macrocorporativismo liberal ha convertido la pantalla en escenario de una reducción de la vida humana a consumo incesante y compulsivo. Un totalitarismo ¿suave? para el que nadie parecemos tener alternativa. De modo que si no hubiera wifi –que ya será raro- al menos hablen entre ustedes.

El móvil permite a las personas retirarse o suspender perceptivamente el espacio público para entrar en una esfera (una pantalla) solipsista, en una burbuja de datos privatizada. Se trata de algo a lo que dispositivos nómadas anteriores como el walkman ya nos habían acostumbrado. Con el walkman y sus auriculares, el individuo podía ahora sumergirse en sí mismo a través de la música, de una “banda sonora” íntima y personal que le acompañaba en sus trayectos y viajes por el espacio público. (p. 225)

Israel Márquez en: Biblioteca UPM.

Dias sin huella de Billy Wilder

  -Vamos, tómate uno conmigo.

   Un pequeño vaso de ilusiones ¿eh?

  -No gracias.

  -¿Beber no te parece bien?

  -No en la forma que bebe usted.

  -Encoge mi hígado, ¿verdad?

   Encurte mis riñones, sí.

   Pero, ¿qué le hace a mi mente?

  Lanza los sacos de arena por la borda para que el globo pueda elevarse.

                                                  De repente estoy por encima de todo.

                                                 ¡Me siento segurísimo de mí mismo!

Es el drama de Don Birman. Ha hecho del alcohol su compañero, su amigo inseparable. Su necesidad. Ni su novia ni su hermano significan nada. No le importan, los usa, los manipula, los engaña. Ellos tratan de ayudarle pero no es posible. Don está totalmente atrapado.  Ha elegido un camino de autodestrucción. Es un alcohólico. Él lo sabe.

Ha llegado a ese punto en el que un trago: 

“Por la noche es una bebida, por la mañana es medicina.”

Es un escritor venido a menos que solo con la bebida encuentra la creatividad necesaria, creatividad que en realidad es solo un espejismo y él es consciente de ello.

Días sin huella, cuenta un fin de semana de nuestro protagonista, su dependencia absoluta de la botella, su intento de rehabilitarse,  de volver a recuperar la dignidad perdida.

-¿Te has quedado en la cama alguna vez mirando por la ventana?

 Entra un poco de luz y empiezas a preguntarte,

 ¿Está amaneciendo o está oscureciendo?

 ¿Es el amanecer o el atardecer? Es un problema aterrador.

 Porque si es el amanecer eres hombre muerto. Los bares están cerrados y las tiendas no abren hasta las nueve.  

 ¡Y no puedes esperar hasta las nueve!

 O podría ser domingo. Eso es lo peor.

 Las tiendas están cerradas y los bares no abrís hasta  la una, ¿Por qué? ¿Por qué?

-Porque tenemos que ir a la iglesia de vez en cuando.

-Sí, cuando uno más os necesita.

Coincidiendo con el aniversario del nacimiento de Billy Wilder traemos a Nosolotecnica esta estupenda película  estrenada en 1945 con el título original de Lost Weekend  con un grandísimo Ray Milland como protagonista absoluto.

Billy Wilder junto con Charles Bracket adaptaron para la pantalla la novela de Charles Jackson con el consiguieron el Oscar al mejor guion adaptado, además del Oscar a la mejor dirección para el propio Wilder.

Miklós Rózsa firma la partitura para esta película con la que fue nominado al Oscar.

Nacido en Sucha Beskidzka en la actual Polonia, es autor de algunas de las mejores películas de la historia del cine como Irma la Douce, One, two, three, The Apartment (El Apartamento), Some Like it Hot (Con faldas y a lo loco), Witness for the Prosecution (Testigo de cargo), Stalag 17 (Traidor en el infierno), Ace in the Hole (El gran carnaval), Sunset Boulevard (El crepúsculo de los dioses), A Foreign Affair (Berlín Occidente), Double Indemnity (Perdición), etc.

Billy Wilder en la Biblioteca Universitaria UPM

 Te lo suplico. Sírveme uno.

 Sí, uno.

 Uno es demasiado y cien no bastan.

El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson.

El extraño caso del doctor Jekyll y Mr Hyde.

R.L.Stevenson

No es fácil de describir. Hay algo extraño en su apariencia; algo desagradable, algo francamente detestable. Nunca vi a un hombre que me gustara menos y, sin embargo, no sé por qué. Debe ser un tipo de deformidad, aunque no puedo especificar en qué consiste. Es un hombre de aspecto extraordinariamente anormal, y sin embargo no puedo señalar ninguna anormalidad. No, señor, no puedo evitarlo.

Ese hombre es Mr Hyde. Es una figura misteriosa que ha aparecido en la vida del doctor Jeckyll. ¿Quién es?, ¿qué relación tiene con el doctor? Por qué este ha redactado un testamento legando toda su fortuna a esta persona de la que nadie sabe nada, al que casi nadie ha visto.

Mr. Utterson está preocupado por el doctor Jeckyll. Son viejos amigos. Hace tiempo que no le ve. Empieza a indagar, quiere conocer. Lo que va a descubrir le va a horrorizar. El mal se hará presente.

Se llevó el vaso a los labios y bebió su contenido de un solo trago. Siguió un grito; vaciló, se tambaleó, se aferró a la mesa para sostenerse, y me miró con los ojos inyectados en sangre, la boca muy abierta y jadeante; y mientras le miraba creí ver cómo se transformaba: pareció aumentar de tamaño, su rostro se volvió repentinamente negro y sus rasgos parecieron transfigurarse y alterarse…, y al momento siguiente me levanté de un salto y retrocedí contra la pared, con el brazo alzado para escudarme de aquel prodigio y la mente sumergida en el terror.

-¡Oh, Dios! – exclamé; y luego-: ¡Oh, Dios!- una y otra vez; allí delante de mis ojos, pálido y tembloroso, a punto de desvanecerse, y tanteando con la mano como un hombre devuelto a la vida…, ¡allí estaba Henry Jekyll!

El extraño caso del Doctor Jeckyll y Mr Hyde es la lucha entre el bien y el mal. Un mal que habita entre nosotros, dentro de nosotros y que no queremos que salga a la luz. Tenemos miedo de él, pero lo deseamos porque ello nos permitirá hacer cosas que de otra manera no podríamos. La sociedad no lo permitiría. Nuestra razón lo evitaría. Y le tenemos miedo porque una vez que se despierte pueda que ya no lo podamos controlar.

Múltiples adaptaciones se han realizado para el cine de la novela de Stevenson. En 1920 el grandísimo John Barrymore encarnó al desgraciado doctor en una producción de Adolph Zuckor.

Fredric March interpretó el papel en la versión de Rouben Mamoulian de 1931 con la que ganó el Oscar al mejor actor.

R. L. Stevenson nació en Edimburgo en 1850. Murió en Samoa en 1894.

Stevenson en la Biblioteca UPM.

Dentro de media hora, cuando me reintegre de nuevo y para siempre a su odiada personalidad, sé cómo me sentaré estremecido y llorando en mi sillón, o seguiré paseando arriba y abajo por esta estancia (mi último refugio en la tierra), en un  arrebato de tensión y espanto, prestando oído a cualquier sonido amenazador.  ¿Morirá Hyde en el cadalso? ¿O hallará el valor de liberarse de su destino en el último momento? Solo Dios lo sabe. A mí no me importa. Ésta es mi autentica hora de la muerte, y lo que siga concierne a alguien distinto de mí. Así pues, mientras deposito la pluma y procedo a sellar mi confesión, pongo también fin a la vida de ese desdichado de Henry Jeckyll.

La vida ante sí de Romain Gary

La vida ante sí.

Romain Gary

Debolsillo.

Señor Hamil, ¿se puede vivir sin amor?…
Señor Hamil, ¿por qué no contesta?
Eres muy joven y cuando se es tan joven es mejor no saber ciertas cosas.
Señor Hamil, ¿se puede vivir sin amor?
Si – dijo él bajando la cabeza como si le diera vergüenza.
Yo me eché a llorar.

Momo es un niño de 10 años. No conoce ni a su padre ni a su madre. Momo es nuestro protagonista.  Vive en un suburbio de París llenos de prostitutas, chulos, ladrones, inmigrantes ilegales, buscavidas.  Su presente es sobrevivir. El pasado es algo difuso. Trescientos  francos mensuales, su tarifa mensual, es lo que le ata a él.  Es el pago de su manutención. El futuro es algo lejano.
Momo vive con una anciana judía que ha sobrevivido a miles de avatares y que se encuentra en la recta final de su vida. En una pensión cobija a cambio de una cantidad de dinero mensual a los hijos de las prostitutas que no pueden o quieren hacerse cargo de ellos. Momo es uno de esos chicos.
Ella es la señora Rosa.
Era una persona que vivía de recuerdos. Ustedes pensarán que es una estupidez, que todo aquello ya está muerto y enterrado pero los judíos son muy tozudos, y más cuando han sido exterminados. Ellos siempre dale que dale.
La vida ante sí es una novela sobre el amor. El amor entre seres desamparados que viven en un mundo sórdido y degradado. El señor N’Da Amédée, el doctor Katz, el señor Hamil,  la señora Lola y otros seres que deambulan por las calles de ese barrio parisino. En un mundo degradado, triste, cruel, todavía hay espacio para el amor, para la esperanza. Son las únicas armas que tienen estos seres para no caer en el vacio. Pero sobre todo el amor que sin quererlo, sin saberlo, se establece entre Momo y la señora Rosa.
La señora Rosa dice que la vida puede ser hermosa, pero que nadie ha dado con ella todavía y que, entretanto, hay que vivir.
En 1978 Moshé Mizrahi dirigió una versión para la gran pantalla de la novela de Gary titulada en España Madame Rosa y protagonizada por Simone Signoret. Ganó ese año el Oscar a la mejor película extranjera.

Romain Gary gano el premio Goncourt en 1956 con Les Racines du ciel. Émile Ajar, ganó el premio Goncourt con La vida ante si.  Émile Ajar es el pseudónimo de Romain Gary.
Romain Gary nació en Lituania en 1914 y murió en París en 1980.

Romain Gary en la Biblioteca UPM

Señora Rosa, ¿Qué es esto? ¿Por qué baja aquí todas las noches?…
Es mi segunda residencia
Es mi escondite judío, Momo
Ah bueno, está bien.
¿Lo comprendes?
No, pero no importa. Estoy acostumbrado.
Es donde me escondo cuando tengo miedo.
¿Miedo de qué, señora Rosa?
Para tener miedo no hacen falta motivos, Momo.
Nunca se me ha olvidado. Es la verdad más grande que he oído en mi vida.

Cine clásico en la UPM: “Centauros del desierto” (“The searchers”). John Ford

Cartel de Centauros del desiertoCentauros del desierto

Título original: The searchers. Director: John Ford. Año: 1956. Reparto: John Wayne, Jeffrey Hunter, Vera Miles, Natalie Wood y Ward Bond. Música: Max Steiner. Productora: Warner Bros. Pictures

Hablar de John Ford es hablar de uno de los mejores directores de la historia del cine americano.

“Me llamo John Ford y hago películas del Oeste

Así se presentaba a sí mismo John Ford y es que de sus manos han salido algunos de los mejores western,  un género injustamente menospreciado y que nos ha regalado auténticas joyas, como la que ahora nos ocupa.

Estamos en Texas, en 1868, tres años después de acabar la Guerra de Secesión. La película se inicia con una escena feliz. La familia Edwards recibiendo al tío Ethan, un ex-militar confederado interpretado magníficamente por John Wayne. Es un hombre tosco, un nómada solitario, un perdedor sin hogar (perdió la guerra, perdió a su gran amor, que al final se casó con su hermano) y con un odio exarcerbado hacia los indios.

Luego viene una gran escena, el ataque de los indios al rancho. Secuencia que en realidad no se ve pero que está resuelta perfectamente. La familia será asesinada al completo por los indios excepto la hija pequeña, Debbie, que consigue huir con su muñeca pero que  será raptada por los indios. Durante cinco largos años Ethan persigue a los comanches, acompañado de su sobrino Martin (Jeffrey Hunter) para recuperar a su sobrina. Al final estos hombres se convertirán en “centauros” del desierto, hombres-caballo de tanto galopar (por una vez me gusta la traducción del título original que se hizo al castellano).

John Wayne con John Ford en el rodaje de The Searchers

Centauros del desierto está basada en un hecho real, el de una chica de nueve años, Cynthia Ann Parker, raptada por los indios en 1836 y rescatada 25 años después.  La historia se convirtió primero en un relato publicado por entregas en los periódicos y luego en una novela de Alan Le May.

Qué se puede decir de John Ford. Hay muchísima información en Internet, bibliografías, etc.  Me conformaré con recordar algunos de sus títulos más emblemáticos: Fort Apache, La legión invencible, El delator (Oscar mejor director, 1935) La diligencia, El hombre que mató a Liberty Valance. Si bien, Ford cuenta en otros géneros con auténticas joyas: Las uvas de la ira (Oscar mejor director, 1940), Mogambo, ¡Qué verde era mi valle! (Oscar mejor director y mejor película, 1941) y El hombre tranquilo (Oscar mejor director, 1952), reseñada también en NST. En muchas de ellas Ford dirigió a John Wayne, uno de sus actores fetiche.

John Wayne es John Wayne. Borda los papeles de vaquero duro y curtido en mil batallas aunque no es su único registro. Ganó un Oscar en 1949 al mejor actor por Arenas Sangrientas. En1979, ya gravemente enfermo, le pudimos ver en la entrega de los Oscar recibiendo una enorme ovación. Fué su última aparición en público. Aquí podéis ver un vídeo de esa noche.

La escena final de la película es magnífica. Absténganse de verla aquellos que todavía no conozcan esta película y disfruténla de nuevo los que ya la conocen. Un John Wayne solitario, la puerta de la casa que se cierra y él alejándose, con sus andares característicos, una vez cumplido su deber, sin un claro destino y sin que los demás adviertan  su silenciosa marcha. La canción que acompaña esta escena te pone los pelos de punta.

John Ford en las Bibliotecas de la UPM.

Otras relatos del Oeste Americano en NST

1 2 3 4 5 7