El hombre que amaba a los perros. Leonardo Padura

Cubierta de El hombre que amaba a los perros, Leonardo Padura

El hombre que amaba a los perros
Leonardo Padura
Barcelona: Tusquets, 2009

Leonardo de la Caridad Padura Fuentes (La Habana, 1955), como buen cubano, quería ser jugador de béisbol pero, afortunadamente, cambió el bate por la pluma y en vez de copa tiene en su vitrina el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015, entre otros muchos.

Cuando cayó en mis manos su novela El hombre que amaba a los perros, sin haber leído la sinopsis editorial y viniendo como venía de una amiga amantísima del sector canino, no sabía exactamente  lo que me iba a encontrar, pero ya desde las primeras páginas su lectura me “enganchó” hasta tal punto que la seleccioné como la candidata ideal para la siguiente reseña de este blog.

El hombre que amaba a los perros, escrita por Padura en 2009 (y cuyo título proviene de un cuento homónimo sobre un asesino profesional que tenía predilección por los perros), es una novela histórica y biográfica con tintes de novela negra, excelentemente escrita y documentada durante 5 años.

Es histórica porque traza un completo panorama del S. XX, desde la Revolución Bolchevique y la 2ª Guerra Mundial, pasando por la Guerra Civil española hasta la Cuba revolucionaria del “Período Especial” y refleja fielmente las condiciones sociales e ideológicas de una época tan convulsa como lo fueron los años 30 y 40 del siglo pasado. A través de la trama hace un certero análisis de las causas de la degeneración y destrucción de la Revolución rusa, así como de la esencia de la Revolución cubana.

Es biográfica porque la novela gira en torno a tres personajes (y no uno) que amaban a los perros y cuyos destinos, inevitablemente, acaban convergiendo:

Trotski y Mercader

  •    Iván Cárdenas, el narrador de la historia, aspirante a escritor que sobrevive en la Cuba del “Período Especial” trabajando en una clínica veterinaria, sumido en la mediocridad y frustración hasta que un encuentro casual en la playa le convierte en receptor de las confidencias del hombre que da título a la novela, un peculiar personaje que pasea dos bellos galgos rusos.
  •    Liev Davidovich Bronstein, “Trotski”, líder de la Revolución bolchevique y fundador del Estado Soviético, condenado a un exilio itinerante (Turquía, Francia, Noruega, México) por la persecución enfermiza de Stalin. Un hombre íntegro, dedicado a la causa del socialismo internacionalista y condenado a la soledad, parcialmente paliada por la compañía de su mujer, Natalia Sedova y su perra, Maya.
  •    Ramón Mercader del Río, el comunista español asesino de Trotski del que se refleja en el libro el largo proceso que sufre hasta convertirse en un despiadado sicario de la GPU estalinista, el anónimo soldado 13, tratando de entender los motivos que le llevaron a asesinar al líder bolchevique. Persona con pensamiento y criterios propios, es un estalinista convencido que se ve atrapado por las circunstancias y manipulado por su madre, Caridad.

Es novela negra porque narra pormenorizadamente el asesinato de Trotsky con todos los aderezos propios de este género literario: intriga, acción, traiciones, lealtades, espionaje, etc. y pone al lector en la tesitura de hacer de detective.

Trostsky y Frida

Es, pues, una historia apasionante de vidas cruzadas con México como punto de confluencia de sus destinos, una reconstrucción paso a paso del asesinato de Trotsky y en la que Padura, haciendo gala de una gran compasión y empatía, consigue ponerse en el lugar de todos y cada uno de los personajes intentando explicar, tras una profunda investigación histórica, las circunstancias vitales de los tres personajes sobre los que pivota el relato, incluyendo un importante elenco de personajes “secundarios” como George Orwell, Frida Kahlo o Diego Rivera, y los perros que amaban a estos hombres: Truco, Churro, Maya, Ix y Dax.

Tres historias paralelas que son casi tres novelas, narradas con una técnica compleja pero no farragosa, con una prosa compacta pero estimulante y fácil de leer.

Y el final… Sorprendente. Hasta aquí puedo leer.

“Aunque traté de evitarlo, y me revolví y me negué, mientras leía fui sintiendo cómo me invadía la compasión. Pero solo por Iván, solo por mi amigo, porque él sí la merece, y mucha: la merece como todas las víctimas, como todas las trágicas criaturas cuyos destinos están dirigidos por fuerzas superiores que los desbordan y los manipulan hasta hacerlos mierda. Ese ha sido nuestro sino colectivo, y al carajo Trotski si con su fanatismo de obcecado y su complejo de ser histórico no creía que existieran las tragedias personales sino solo los cambios de etapas sociales y suprahumanas. ¿Y las personas qué? ¿Alguno de ellos pensó alguna vez en las personas?…”

Leonardo Padura en la Biblioteca UPM

Chiruca Casado

Elogio de la madrastra, Mario Vargas Llosa

Cubierta de Elogio de la madrastra de Mario Vargas Llosa

Elogio de la madrastra
Mario Vargas Llosa
Tusquets, 1988

Siento debilidad por la literatura de Vargas Llosa y cuando me recomendaron esta novela de apenas 200 páginas calificándola de “muy erótica”, no me lo pensé dos veces, a pesar de mi inclinación natural hacia las narraciones largas y duraderas. Esta que os comento no es larga, pero sí perdura en mi recuerdo, como seguro lo hará en el de todo aquel que la lea.

“Elogio de la madrastra” es un elogio (valga la redundancia) del erotismo, de la perversidad de la inocencia y de la felicidad y el efecto liberador del sexo. Todo ello aderezado magistralmente con un estimulante paseo por la particular y sugerente pinacoteca del protagonista (Jordaens, Boucher, Tiziano, Bacon…) que revela las fantasías eróticas de los personajes.

Don Rigoberto, su esposa Doña Lucrecia y Fonchito, hijo de él e hijastro de ella, forman un triángulo amoroso unido y separado por sus pasiones cruzadas y cuyo hilo argumental es la progresiva seducción de Lucrecia por parte de su angelical hijastro.

Don Rigoberto es un cincuentón con una realidad anodina que trata de superar con una rica vida mental. Cree que la felicidad existe donde es posible: en el cuerpo propio y en el de la amada, en sus solitarios rituales higiénicos por partes que le conducen hacia la perfección

“... tuvo la ocurrencia de ir transformando lo que para el común de los mortales era una rutina que ejecutaban con inconsciencia de máquinas – cepillarse los dientes, enjuagarse, etc.- en un quehacer refinado que, aunque fuera por un tiempo fugaz, hacía de él un ser perfecto… Tenía la semana distribuida en órganos y miembros: lunes, manos, martes, pies, miércoles, orejas, jueves, nariz, viernes, cabellos, sábado, ojos y domingo, piel”

y en el amor de su hermosa y apetecible mujer (“de formas blancas, ubérrimas, duras todavía”) que también ha conseguido la felicidad casándose con Rigoberto y con el que cada noche practica el sexo de forma desinhibida y procaz. A la dicha de ella se suma el haber conseguido la adoración de su hijastro, Fonchito, amalgama de vicio y virtud, de santidad y pecado, cuya actitud hacia ella, inocente y perversa a la vez, exalta y corrompe a Lucrecia y desgarra la inicial armonía familiar.

“… porque cuando lo veía pequeñín, arrodillado en el suelo, contemplándola como si su madrastra acabara de bajar del Paraíso, o cuando sus bracitos y su cuerpo frágil se soldaban a ella… doña Lucrecia no podía impedir que le sobresaltara a veces un ramalazo de excitación, una vaharada de deseo…”

Erógena, pictórica, transgresora, picantona, lasciva, filosófica, carnal, abundante en perversiones… son características que se funden en “Elogio de la madrastra” y hacen que su lectura se convierta en una experiencia estimulante, deliciosa y altamente recomendable. Y si esta obra es de tu gusto, puedes seguir disfrutando con su continuación en el tiempo: “Los cuadernos de Don Rigoberto” (1997) en la que Vargas Llosa retoma la narración donde la dejó. Pero esa ya es otra historia…

Chiruca Casado

Mario Vargas Llosa en la Biblioteca UPM

Intemperie. Jesús Carrasco

Intemperie. Jesús CarrascoIntemperie
Jesús Carrasco
Seix Barral, 2013

Intemperie: Desigualdad en el tiempo. Destemplanza. Al raso. A cielo descubierto, sin techo ni otro reparo alguno.

Jesús Carrasco ha dado en el clavo al poner título a su ópera prima, una novela rural sobrecogedora, seca, descarnada, que deja al lector al raso emocional. Una historia tremebunda narrada con una prosa podada al máximo, que se niega a derrochar palabras pero con un vocabulario riquísimo que recupera del olvido términos del mundo rural que nos obligan a tener a mano un diccionario con el que subsanar nuestra ignorancia: ataharre, taray, mechinales, cresota, apersorgar, trébede… Si estuviéramos jugando al Trivial, casi seguro que no nos llevábamos el “quesito”.

Un niño ha huído de su hogar y se empeña en no ser descubierto. El olivar es su origen; el llano seco y polvoriento, su camino; el norte siempre verde, su destino. Un viejo cabrero reumático y solitario, la persona que le devuelve la confianza y le ayuda a seguir oculto de sus perseguidores.

Se preguntó si habría algo en la línea que cubría su posición con
ese norte total que pudiera convenirle. Quizá frutales en los
bordes de los caminos, fuentes de agua limpia, largas primaveras

 

El autor no nos lo pone fácil. Es el lector el que tiene que completar una historia que se nos presenta incompleta: desconocemos los motivos de la huída, el espacio y el tiempo en los que se desarrolla la acción, los nombres del chico, el cabrero o el alguacil que le persigue. Extraordinario recurso de Jesús Carrasco que nos obliga a ir “al grano” eliminando la paja y a engancharnos a la trama sin adornos. Una historia en la que la violencia, la miseria, los bajos instintos y la aridez del paisaje y de los sentimientos se contraponen a la compasión, la dignidad, la solidaridad y la justicia.

Lo que quise sacar de forma clara fue la relación del hombre con
la tierra, con la dignidad, con la justicia, con la toma de partido
ante un hecho violento; con todo aquello que nos pasa en la vida
diaria, sin importar el sitio o la fecha en la que se haya producido.

 

"Mejor obra 2013” (Libreros de Madrid), “Libro del Año” (Holanda), parece que cada vez somos más los que hemos emprendido este camino árido desde la indecencia a la dignidad y nos hemos sacudido el polvo del secarral para llegar al límpido norte de largas primaveras…

 

Jesús Carrasco en la Biblioteca UPM

Chiruca Casado

 

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