Viaje a la Alcarria / Camilo José Cela

Cubierta de Viaje a la Alcarria, Camilo José CelaViaje a la Alcarria

Camilo José Cela

Austral, 2010

 

Este es un libro muy original, completamente diferente a todos los libros de viajes. Sorprende desde el principio la técnica narrativa. Cela no cuenta lo que recuerda, lo que piensa, ni lo que opina sobre la Alcarria, cuenta lo que ve. No es un cuento ni una historia, es un documental etnológico de la Alcarria filmado conCubierta de Viaje a la Alcarria, Camilo José Cela palabras.

Su gozosa origininalidad tiene también que ver el concepto que hoy tenemos del viaje. Los lugares son mas  interesantes cuanto mas lejos estén. ¿Sabemos mirar lo próximo?.

Este documental  se rodó en 1947 y  tiene el ritmo que marca el paso del escritor porque el viaje lo hizo andando.

Veinte o veinticinco kilómetros al día. Una legua andando y otra de descanso, otra legua y otra ahora de descanso.

Contar lo que uno ve andando por los caminos y  hablando con la gente que te vas encontrando no es lo mismo que conocer el paisaje através de la ventanilla de un coche o la terraza de un hotel. Cela entra en el paisaje.Tendilla

Muchas veces su mirada es poética describiendo el campo de la Alcarria : lomas, cerros, cielos, entonces era un campo habitado. Comparte su vino con pastores  y le llevan en carro desde Torija a Trijueque. Todo lo que sucede es de una naturalidad, de una realidad que descoloca y sobre todo muy ilustrativo sobre como eran las cosas y las personas entonces,  un  hermoso documento sobre una España que ya no existe.

A Pastrana llega el viajero con las últimas luces de la tarde. Es mala hora para entrar en el pueblo y el viajero decide buscarse un alojamiento, cenar, echarse a dormir y dejarlo todo para el día siguiente. La luz de la mañana es mejor, más propicia para esto de andar vagando por los pueblos, hablando con la gente, mirando para las cosas, apuntando de cuando en cuando alguna impresión en un cuadernito.

La España que dibuja Cela es la que pintaron Benjamín Palencia, y Rafael Zabaleta. La de Ignacio Aldecoa y Rafael Sánchez Ferlosio.Benjamín Palencia

Camino del matadero pasan unas ovejas calvas, mugrientas, que llevan una B pintada en rojo sobre el lomo.

Camilo José Cela en la Biblioteca UPM

El sueño de África, de Javier Reverte

El sueño de África. Javier Reverte

Barcelona: DeBOLSILLO, 2009

“Mire al otro lado, hacia el Ngorongoro, quieto allí desde los lejanos días de la Creación, el  único tesoro que nos resta de lo que pudo ser el Jardín del Edén”

El sueño de África no es un libro de aventuras. Tampoco es un libro de viajes. En realidad, El sueño de África es un libro sobre los sueños.

Los sueños de aquellos que sintieron la llamada de ese continente en sus corazones, en su espíritu.  De aquellos que buscaron fortuna, riqueza, reconocimiento, prestigio, descubrimientos de nuevas    tierras y gentes. O simplemente, los sueños de aquellos que buscaron una razón, un propósito para  su existencia.

Javier Reverte hilvana historias del pasado y del presente. A la par que nos narra su viaje por Tanzania, Uganda y Kenia, nos cuenta historias pretéritas, los grandes descubrimientos, los pioneros en la exploración del continente, las luchas por la independencia, las historias de la esclavitud.

Pero también narra con destreza, las pequeñas historias que han hecho de África un continente vivo, mágico, hechizante. Un continente que llora y rie.

El sueño de África es el sueño del Coronel Patterson que cazaba leones devoradores de hombres mientras se construía el tren lunático.

El sueño de Ridder Haggard que plasmó en Las minas del Rey Salomón o de Edgar Rice Burroughs en sus novelas de Tarzán o  el de Hemingway de Las verdes colinas de África o Las Nieves del Kilimanjaro. O el de Karen Blixen y sus Memorias de África.

“Los acontecimientos que yo presencié no pueden ser revividos. Nadie verá otra vez las grandes manadas de elefantes conducidas por enorme machos de colmillos que pesaban ciento cincuenta libras cada uno. Nadie escuchará los gritos de guerra de los masai mientras sus lanceros avanzan en la espesura buscando a los leones que han devorados sus vacas. Muy pocos podrán decir que entraron en un territorio que ningún hombre blanco había visto antes que ellos. La vieja África se ha ido y yo la he visto irse.“ (John Hunter)

El sueño de África es el sueño del Dr. Livingstone, el de Richard Burton y John Speke en su búsqueda de las fuentes del Nilo, el de Henry Morton Stanley y el de otros tantos exploradores que se adentraron en aquellas inhóspitas tierras tratando de descubrir sus secretos.

Es el sueño de William Cornwallis Harris, el de William Cotton Oswell que fue el primer hombre que cazó elefantes a pie, el de Frederik Selous que siendo niño ya quería ser cazador y consideraba que “no hay nada como disparar a pie contra un elefante para tener tu sangre en buen estado”. Es el sueño de Phil Percival que era el mejor cazando leones a caballo, el de Denys Finch-Hatton, John Hunter y otros legendarios cazadores que buscaron en esas tierras tan lejanas su camino, su destino, su lugar en el mundo.

“Recordé otra vez las palabras que Joseph Thomson dijo poco antes de morir: Estoy condenado a ser un vagabundo. No soy un constructor de imperios, no soy un misionero, en realidad ni siquiera soy un científico. Lo que verdaderamente quiero es volver a África y seguir vagando de un lado a otro”

Javier Reverte en la Biblioteca de la UPM.

 

Leviatán o la ballena, Philip Hoare

Cubierta de Leviatán o la ballena, de Philip HoareLeviatán o la ballena, Philip Hoare
Barcelona: Ático de los libros, 2010

Traducción: Joan Eloi Roca

Leviathan or the whale (2008)

Este es un libro de esos que no se pueden dejar de leer una vez se empiezan, porque la fascinación y el entusiasmo que demuestra Philip Hoare por el universo de las ballenas, sus diferentes especies, sus costumbres y su fatídica relación con la curiosidad y la codicia humanas, se transmiten pronto al lector. “Quizás es porque casi nací bajo el agua”, confiesa al comienzo del primer capítulo de una obra en la que, al tiempo que recorre la geografía tanto real como imaginaria de las ballenas, el autor está explorando los motivos de su propia obsesión por ellas.

Cuando cierro los ojos, veo a esos enormes animales que entran y salen nadando de mi campo de visión hacia el azul oscuro de abajo; las mismas criaturas que acabaron convirtiéndose en la obsesión del ambiguo narrador de Melville, “y entre las insensatas vanidades que me impulsaron hacia mi propósito, flotaban, allá en lo más recóndito de mi alma, de dos en dos, interminables procesiones de ballenas”. En mi propio e incierto viaje, mi objetivo era descubrir por qué yo también estaba obsesionado por la ballena, con la expresión de desamparo en el rostro de la beluga, con la imponente aleta de la orca, con las insistentes imágenes que aparecían en mi cabeza. Como Ismael, me veía arrastrado de vuelta al mar, temeroso de lo que albergaban sus profundidades pero también eternamente intrigado.

Lámina de la “Historia animalium” de Konrad Gessner

Lámina de la “Historia animalium” del naturalista suizo Konrad Gessner, editada en 4 volúmenes entre 1551 y 1558

A bordo de su lectura navegaremos por los puertos balleneros de Nueva Inglaterra, desde New Bedford hasta Nantucket; veremos cómo se configuraron las ciudades que los albergaban y de qué modo evolucionó el negocio del aceite de ballena (el esperma era el petróleo de la época), desde sus orígenes heroicos hasta los recientes métodos de caza masiva. Visitaremos museos, exposiciones, mansiones cuyos antiguos señores no renunciaron a la moda de exhibir en el salón el esqueleto de uno de estos increíbles cetáceos. Siguiendo los pasos de Ismael en la novela Moby Dick y los de su autor, Herman Melville, Philip Hoare nos acerca a la aventura de la caza de ballenas; a las técnicas de procesamiento del aceite a bordo de los balleneros en alta mar; a los mitos sobre gente tragada y escupida por el animal; a los avistamientos de otros vecinos fabulosos de las ballenas como los calamares gigantes o las interminables serpientes marinas; a la inmensa tragedia de los varamientos de ballenas; a los insólitos usos que se le han dado a las entrañas de estos monstruos antiguos, como suelas de zapato, margarina o cosméticos; a la caza feroz e indiscriminada que ha empujado a las ballenas al borde de la extinción en el siglo XX.

Cartel película Moby Dick, con Gregory Peck

Este trabajo (a medio camino entre el ensayo y la literatura) se acompaña de numerosas ilustraciones, grabados y fotografías que, además de amenizar su lectura, le ponen un escenario incomparable al recorrido histórico por la industria ballenera.

Leviatán o la ballena obtuvo el premio BBC Samuel Johnson al mejor libro de no ficción en 2009.

Herman Melville en las Bibliotecas de la UPM

De techo y olla : alojamiento y cocina en los libros de viaje por España de Ángel Martínez Salazar

Cubierta de De techo y olla, alojamiento y cocina en los libros de viaje por EspañaDe techo y olla : alojamiento y cocina en los libros de viaje por España

Ángel Martínez Salazar

Miraguano

2002

Muchas veces leyendo, siempre asombrada, las impresiones que  España causaba en los viajeros de otros paises que nos visitaron durante el siglo XIX  me he sentido mas interesada por los detalles del viaje en sí que por las descripciones de las ciudades o de los monumentos. Las diligencias, los arrieros, los peligrosos  caminos  y desde luego el mundo de las ventas y posadas.

Este libro viene a ilustrar esa jugosa perspectiva del viaje  con multiples pinceladas y testimonios correspondientes a viajeros desde el siglo XVI al XX. Discurren por nuestros caminos, y se alojan en las posadas y ventas,  alemanes, rusos, americanos, polacos, ingleses y desde luego franceses que serán los críticos mas implacables.

La comida servida en las posadas es como los dueños, de salir por piernas y tomar las de Villadiego.

Pintura: Alejandro de Loarte. Cocina. Rijksmuseum

Entre los viajeros que narran en este libro sus experiencias de cuchara y cama  en España aparecen nombres muy conocidos como la marquesa D’Aulnoy, Prosper Mérimée, Alejandro Dumas, Théophile Gautier, George Borrow……….

La mayor parte de ellos considera la comida mala y escasa y casi todos coinciden en que lo peor de las mesas españolas era el olor rancio del aceite que se utilzaba para guisar.

Robert Southey (1774-1843) comenta lo siguiente:

En este pais de olivos le envenenan a uno con el aceite más infame, la razón es que dejan que el fruto se vuelva rancio antes de prensarlo y sacarle el jugo.

Algunos datos :  muchos  propietarios de viejas posadas eran extranjeros, se servía chocolate para desayunar  y  la mayoria de las veces son los viajeros los que deben llevar la comida  ya que en las ventas solo les prestan los utensilios para poderlos guisar. Cada uno debía llevar su cuchillo y su cuchara si quería comer, los españoles los llevaban en la faja…. . muchos lo llevaban, Humboldt,  Pintura: Velazquez. El almuerzo. Museo del HermitageGautier, Alejandro Dumas ….

Dumas que vino a España como cronista oficial de la boda de su amigo el duque de Montpensier con la infanta Luisa Fernanda y la de Isabel II con Francisco de Asís de Borbón, relata su experiencia con el plato nacional, el puchero. Se queja de la falta de imaginación que supone el encontrar en todos los lugares el  mismo guiso aunque con distinto nombre: olla, puchero, cocido…

El puchero es el alimento nacional. Se compone de vaca, un trozo de cordero, una gallina y trozos de un salchichón que llaman chorizo, todo ello acompañado de tocino, jamón, tomates, azafrán y col

Pero no todos los franceses son críticos con nuestras  mesas, figones y posadas. Théophile Gautier nos deja este tranqulizador párrafo:

Hasta ahora nosotros no hemos podido justificar los reproches de suciedad y desaliño que suelen hacer los viajeros a las posadas españolas, aún no hemos encontado escorpiones en nuestra cama, y los insectos anunciados no aparecen.

Atrapados en el hielo, de Caroline Alexander

Atrapados en el hielo, Caroline Alexander.

Barcelona: Planeta, 2004

El 8 de agosto de 1914 veintisiete hombres capitaneados por Ernest Shackleton partieron del puerto de Plymouth. Su destino, quince mil kilómetros más al sur, la Antártida.

La Expedición Imperial Trans-antártica tenía como objetivo cruzar desde la bahía de Vahsel hasta el mar de Ross en el extremo opuesto del continente cruzando el polo. Tres mil kilómetros de una peligrosa travesía que sin embargo no pudieron ni siquiera iniciar.

Cuando se encontraban cerca del punto de partida en la bahía Vahsel, el océano helado, como si fuese un animal furioso, atrapó entre sus fauces al Endurance y no le permitió seguir. Atrapados en el hielo nos cuenta su epopeya. Veintisiete hombres iniciaron una nueva aventura, la más importante de sus vidas, sobrevivir.

Caroline Alexander nos describe de forma apasionada la lucha diaria de esos hombres por la vida, por no perecer en un mundo inhóspito, salvaje  pero también hermoso, de una hermosura hipnótica que puede llevar a quien osa adentrarse por él, al abismo.

Refugiados en el barco, Shackleton lucha no solo contra las condiciones ambientales adversas sino también contra la desesperanza, el abatimiento de sus hombres.

Transcurridos días refugiados en el barco, el océano implacable reclama su trofeo. El hielo oprime el casco del buque y termina hundiéndolo. Se inicia entonces un viaje épico en trineo y posteriormente en bote con el objetivo de llegar a la isla del Elefante en las Shetland del Sur. Una vez llegados allí, Shackleton en compañía de cinco hombres iniciará un arriesgadísimo viaje en un pequeño bote hasta la isla de San Pedro en las Georgias del Sur donde al fin encontrarán  ayuda.

Atrapados en el hielo nos atrapa a nosotros también, con sus palabras, que nos lleva a mundos inhóspitos donde solo una fe inquebrantable en uno mismo puede hacer sobrevivir a una persona. Pero no solo nos atrapan sus letras sino también sus imágenes. Atrapados en el hielo está lleno de imágenes tomadas por Frank Hurley, fotógrafo australiano integrante de la expedición, rebosantes de magia, de vida y de muerte, la que se puede atisbar por ejemplo en ese barco varado, inmóvil, a la espera de la liberación o del fin.

 

 

 

 

 

 

 

Atrapados en el hielo en la Biblioteca de la UPM.

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