De praderas y bosques. En busca de América. Robert Louis Stevenson

Robert Louis Stevenson

De praderas y bosques. En busca de América

Barcelona: Ediciones Peninsula, 2002

Para el que viaja en tren existe cierto regocijo producido por esa vacía inmensidad, esa limpidez del aire, el poder observar toda la bóveda celeste y la ininterrumpida y recta línea del horizonte. Empero uno no puede evitar el reflexionar sobre la fatiga que habrán sentido aquellos que cruzaron antaño esas regiones, siguiendo la lenta marcha de los bueyes, azuzando constantemente a las bestias, y sin mojones que les indicaran el camino, salvo el inalcanzable sol del atardecer por el cual se guiaban, que cada día se alejaba de ellos con la misma velocidad que el anterior.

Meses atrás traíamos a estas páginas de Nosolotecnica a R.L. Stevenson. En esta ocasión, el autor escocés viene en una doble faceta de viajero y escritor. Literatura y viajes siempre inseparables. En “A través de las praderas”, primero de los relatos, Stevenson nos cuenta el viaje que realizó por el continente americano. Al igual que otros muchos inmigrantes en busca de una tierra prometida, cruza de costa a costa, desde Nueva York hasta San Francisco, ese inmenso continente. En un viaje lleno de avatares, será testigo directo de una época, de unas gentes, de unas costumbres muy diferentes a su Escocia natal.  Paisajes inabarcables, vacíos, desolados en ocasiones, pero a la vez hermosos, atrayentes.

Y siempre el maravilloso tren como guía, como punto de unión entre todos ellos.

Ese tren era lo único viviente en toda esa tierra fatal; era el único actor, el único espectáculo digno de ser observado en medio de esa parálisis del hombre y la naturaleza.

En “La antigua capital del Pacifico”, Stevenson nos relata la vida de la que fue tiempo atrás capital de California, Monterrey, cuyo esplendor queda en el momento que Stevenson la visita, muy lejano. Qué quedo de aquel esplendor, cómo es esa tierra, cómo son sus gentes. El autor de la Isla del Tesoro da respuesta a esas preguntas.

Una característica común de todas esas regiones es la presencia predominante del océano. El sonido lejano y profundo de las olas le sigue a uno hasta en lo más recóndito de los cañones de tierra adentro; el rugido de las aguas resuena en las habitaciones vacías de las casas de Monterrey, tal como parece oírse en las conchas que adornan la mesilla de las chimeneas; vaya uno donde quiera, solo necesita detenerse y escuchar para oír la voz del Pacífico.

Robert Louis Stevenson nació en Edimburgo en 1850. Murió en Samoa en 1894

Stevenson en la Biblioteca Universitaria UPM.

Paseos por África. Alberto Moravia

Paseos por África. Alberto Moravia

Mondadori

De repente deja de llover, estalla un sol magnífico y abrasador; los charcos humean y se secan rápidamente, reaparecen todos los habituales personajes de las paradas de África: niños que extienden la mano para quién sabe qué; mujeres con el cesto en la cabeza y el niño de teta en brazos que sonríen quién sabe por qué, hombres que miran fijamente sin decir palabra, con quién sabe que pensamientos en mente.

Qué tiene África que tanto nos atrae, qué magia poderosa hace que muchos de aquellos que la visitan tengan deseos de volver. África trágica, cruel pero también llena de alegría y de belleza. África exuberante, apabullante en su ser,  naturaleza extrema. Paisajes fascinantes.  Llena de contrastes; riqueza y pobreza. Paraíso para algunos, infierno en la tierra para otros tanto. Lo bueno y lo malo se dan la mano.

Muchos escritores o simples viajeros sienten una atracción hacia ella. Uno de ellos fue Alberto Moravia que ya trajimos a Nosolotecnica hace poco tiempo y que ahora en Paseos por África, nos muestra sus experiencias, sus impresiones al viajar por aquellas tierras. Reflexiones de un occidental sobre una tierra de contrastes, tan diferente y tan alejada en muchas ocasiones de Europa pero a la vez cercana en otras. Una tierra rebosante de vida.

Tanzania, Ruanda, Zimbawe, Gabón, Zaire son los lugares visitados.

África presente, África eterna.

Alberto Moravia en la Biblioteca UPM.

Pero más allá de la vasta playa desierta la selva intercepta la vista con su maraña melancólica y amenazante, justo como debía aparecer en otro tiempo a los ojos de los náufragos, europeos apenas salvados de las olas y presagiando ya nuevas y tal vez insuperables dificultades. Sí, la serenidad, la calma, el estupor del paisaje, sugieren inevitablemente la idea de una falsedad insidiosa y engañosa de la naturaleza.

El alfabeto alado. Mario Satz

Cubierta de El alfabeto alado, Mario SatzEl alfabeto alado
Mario Satz
Barcelona: Acantilado, 2019

Una mariposa no solo es esa leve belleza que navega el aire de campos y jardines por todo el tiempo, por todo el mundo. No es solo esa pincelada de color en el aire que aplaude el color de las flores. No solo la imaginación de un poeta que se despierta. Ni un revoloteo en el estómago que viene del corazón. Es mucho más. Mucho mejor.

Es hoja que remonta el vuelo en el poema de Basho. Rayas y pelaje de gato montés. Posada en el brazo de Walt Whitman un aviso de que pronto el poeta volverá a ser cielo, río, hierba. Chuang Tzu soñó que era una mariposa que soñaba que era Chuang Tzu, lo cual dio pie a que muchos eruditos trataran de averiguar en qué tipo de mariposa se había convertido: ¿la lobito de los pinares? ¿la manto violeta que cuando la tocas deja en la mano una huella como de crepúsculo de verano? La reina de Saba teñía sus sueños de colores dejando que una mariposa le tocara la frente durante la siesta. Hay un alfabeto completo dibujado en las alas de las mariposas y Kjell Sandved, naturalista y fotógrafo, logró la hazaña de reunirlo en imágenes después de buscarlo a lo largo de sus múltiples viajes. Hay una mano que se alza no queriendo capturar sino imitar la forma de un vuelo.

De todas las hojas caídas solo una intenta volver a su lugar: la mariposa.
(Basho)

En estos cerca de cincuenta relatos, Mario Satz deja ver, con el lenguaje más sedoso, colorido y evocador posible cómo a lo largo de la historia la mariposa ha estado dotada de múltiples significados y ha sido objeto de la atención de poetas y biólogos, de artistas y de reyes, de jardineros, fotógrafos y filósofos. Cómo una sencilla criatura, a un paso de la transparencia, ha poblado la imaginación y los anhelos de muy diferentes personalidades, dando lugar a fábulas, leyendas, ideas sobre la naturaleza del alma o tratados de entomología. Los relatos de El alfabeto alado son bellos y ligeros, semejantes y diversos como la inagotable realidad de las mariposas.

Mario Satz en la Biblioteca UPM

La otra Venecia. Predrag Matvejević

Cubierta de La otra Venecia, Predrag MatvejevicLa otra Venecia
Predrag Matvejević
Valencia: Pre-textos, 2004
Título original: Druga Venecija

Traducción: Luisa Fernanda Garrido Ramos, Tihomir Pistelek

Tal vez con las ciudades pasa que si las conocemos usando la consabida guía de viajes pródiga en monumentos, edificios históricos, restaurantes, atracciones que no te puedes perder, quizás nos perdamos algo, un perfil poco evidente, una geografía interior a la que se accede solo desde un punto de vista determinado.

Desde el gusto por el pequeño detalle significativo, poético, preñado de relaciones y significado, Predrag Matvejević nos descubre dentro de la archiconocida Venecia una Venecia fascinante que habita a la sombra de la otra, como una gemela poco perceptible, un poco huída de la realidad pero al mismo tiempo asentada su corporeidad en manuscritos, testimonios, restos de esculturas, ocupando el mismo espacio (si acaso unos milímetros más allá), dibujada en los mismos planos y mapas.

Cubierta de Druga Venecija, Predrag MatvejevicLas páginas de esta otra Venecia me han hecho por momentos sentir la reverencia ante el prodigio de lo inesperado del mismo modo que le ocurre a Kublai Kan al escuchar a través de Marco Polo el relato de las ciudades invisibles de Italo Calvino. Todo es extraordinario si lo sabes mirar, si una brizna de hierba entre las piedras de una iglesia cuenta una historia, qué no dirán los puentes con su silencio, los inaccesibles jardines, los caminos del pan, los cumplidos barberos, ese viejo, casi ciego, que recita a poetas desconocidos.

Hay que visitar la otra Venecia, bailar con su fantasma, perderse en ella mientras ella también desaparece:

Desaparecen las palabras, se pierden los nombres, nadie se preocupa de las pequeñas plantas que se marchitan en las paredes, las “esculturas errantes” se desmoronan en las fachadas, cada vez hay menos jardines junto a los palacios, más oscuridad en los pozos que agua, menos pátina que herrumbre, ni siquiera los crepúsculos son como antaño, y los vientos de cuando en cuando cambian de dirección…

…Venecia y la otra Venecia, pese a todo, perduran una al lado de la otra, una en la otra, aunque solo sea en la memoria o en la fantasía.

Cuaderno de faros. Jazmina Barrera

Cubierta de Cuaderno de faros, Jazmina BarreraCuaderno de faros
Jazmina Barrera
Logroño : Pepitas de calabaza, 2019

En su Cuaderno de faros Jazmina Barrera plasma la fascinación y el atractivo que los faros ejercen sobre su sensibilidad. Y consigue trasladarlo muy pronto al lector, como no puede ser de otra manera a poco que éste empieza a reflexionar de su mano acerca de esas construcciones levantadas al límite de la tierra firme y que vigilan el océano indescifrable.

El libro está dividido en seis viajes a faros situados en lugares del mundo muy lejanos entre sí. En cada capítulo, la autora, valiéndose de pequeños ensayos o breves artículos, va juntando una colección de detalles, de experiencias, de emociones y de pensamientos, pero también de historias y de mitologías, valiéndose de una extensa documentación y de múltiples referencias literarias.

Si de entre todo lo que reúne Jazmina Barrera tuviera que elegir dos o tres elementos, me quedaría sin dudarlo con la tierna historia del faro de Jeffrey’s Hook en Manhattan (The Little Red Lighthouse), pero también con las variadas referencias literarias que recoge (que van nada menos que desde Virginia Woolf hasta uno de los relatos fantásticos de Ray Bradbury). Y, sin duda, me quedaría con el capítulo que define a los faros como seres a medio camino entre la civilización y la naturaleza (entre la utilidad y la necesidad de darles un nombre), que me traslada feliz –y libremente– a uno de los poemas que Andrés García Cerdán recoge en su último libro “Defensa de las excepciones”, en el que los guerreros comanches son de algún modo también los prados, su caballo y la flecha.

El faro mira y busca, como mira el humano, como un humano de piedra. La primera vez que estuve frente a un faro sentí como Michelet, que “la posición de guardián de los mares, de velador constante, hace del faro una persona.”

Formar una colección como esta, tan honda y llena de reflexión puede llevar a su autor demasiado lejos en el viaje al centro de uno mismo. Para Jasmina Barrera ciertas colecciones deben permanecer inconclusas (porque cuando se colecciona hay que acotar, si no se quiere recolectar el mundo entero). Así queda, pues, esta bella, inspiradora y fragmentaria colección de faros.

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