Historias de cronopios y de famas, Julio Cortázar
Historias de cronopios y de famas
Julio Cortázar
Primera edición en 1962
Para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines útiles, mi primo el mayor propugna el procedimiento de sacarse un buen pelo de la cabeza, hacerle un nudo en el medio y dejarlo caer suavemente por el agujero del lavabo. Si este pelo se engancha en la rejilla que suele cundir en dichos agujeros, bastará abrir un poco la canilla para que se pierda de vista.
Sin malgastar un instante, hay que iniciar la tarea de recuperación del pelo…
El texto anterior es sólo el comienzo de uno de los variados ejercicios que Julio Cortázar propone en sus Historias de cronopios y de famas como escudo contra la solemnidad y la rutina que muchas veces, cuando no estamos mirando, se instalan en el itinerario de nuestras vidas. Instrucciones para llorar correctamente; para subir una escalera; para observar el aplastamiento de las gotas de agua; para cantar; para asistir a los velorios… todo un manual de “simulacros que no sirven para nada” cargado de humor, irónico y tierno, de surrealismo, de imaginación, de juegos jugados por seres difíciles de catalogar que no se conforman con que el reloj de la pared sea nada más que un instrumento para medir el tiempo, ni que la manija de la puerta apenas abra o cierre el paso al salón, ni que los sillones tan sólo sirvan para echar un sueñecito mientras los culebrones se alargan impunemente tras la sobremesa. Este libro es un antídoto para uso y disfrute de esos “seres verdes y húmedos”, un poco cronopios, que se estrellan sin rendirse en el muro invisible de las poses cotidianas, de la realidad vulgar y corriente del día a día.
Julio Cortázar en la Biblioteca de la UPM
Recuerdo con 14 años, la sorpresa, el desconcierto, y sin embargo el disfrute con los cronopios (creo que decidí ser uno de ellos); recuerdo la recomendación de dónde se han de dejar las fotografías y los recuerdos (desperdigados y ocultos entre las cosas que amamos), y al menos eso lo he hecho siempre, y puedo decir que funciona… de repente abres un libro y aparece una foto o una flor, un recorte de periódico y … el alma se te va de vacaciones.
Hola. Gracias por incluir el fragmento de la entrevista realizada a Julio Cortázar por Joaquín Soler Serrano, un gran figura histórica de la radiodifusión y de la televisión en España en el pasado siglo y fallecido hace poco en 2010. Su serie de entrevistas a personajes de la cultura entre los años 70 y 80 no tiene desperdicio: Pla, Kazan, Cortázar, Borges, etc. Por otra parte y a título malévolo, me pregunto si es posible ser bibliotecario sin ser como mínimo un poco fama, para que después venga la tribu cronopia a solazarse… Saludos.
Gracias por vuestros comentarios. Pilar, qué bonita imagen la del alma yéndose de vacaciones en un instante de súbita felicidad. Alejandro, esas entrevistas son todo un lujo, incluso para bibliotecarios un poco famas.
Un abrazo.
Me gusta imaginarme creando una biblioteca dispuesta físicamente como las capas de una cebolla con acceso radial y circular en diversos puntos; que uno de los accesos (el radial) fuera lógico-sistemático y el otro (el circular espiral) subjetivo (una escalera de caracol a la medida de cada cuál). Así Alejandro podríamos ser a la vez cronopios y famas según la hora del día, … e incluso por equivocación transitar de un estado mental a otro. Pronostico inmensos encuentros afortunados! 😉
La biblioteca como universo y el universo como biblioteca, ¿multimetáfora? ¿inacabable? ¿inabarcable? Olé para PiW por el envite lanzado a bibliotecarios y arquitectos.
Warburg, susurra el viento: sorpresa, emoción, rastreo y tropiezo con una imagen que hiela el alma. Las afinidades electivas atrapadas en un lugar dolorosamente sobrio. Y es lo que quiero; pero no lo quiero así. Que la quiero florida; cercana, amiga; vital… peregrina; visual y atractiva; soleada y esquiva