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A la caza del amor. Nancy Mitford

Esta semana en Lecturas para Compartir nos hemos sentido atraídas por el humor de una obra cargada de vibraciones amorosas : A la caza del amor, de Nancy Mitford

’A la caza del amor’ no es un relato romántico al uso, ese en el que el amor triunfa después de atravesar por aguas procelosas. Es todo lo contrario: esta novela, ambientada en la Inglaterra de entreguerras, retrata desde el humor a una familia de aristócratas. Este coro bullicioso y excéntrico aporta las notas sobre las que la joven Linda Radlett relata su permanente búsqueda del amor auténtico.

Nancy Mitford (1904-1973) juega con su propia historia familiar para darnos este festín literario plagado de personajes inolvidables -su abuelo, Thomas Gibson Bowles, fue miembro del Parlamento británico y fundó las revistas The Lady y Vanity Fair-. En fin, nos encontramos con un texto ideal para dar color a los días de piscina y sol que, sin duda, hará las delicias de todos los admiradores de la novela costumbrista británica.

A la caza del amor

Existe una fotografía de tía Sadie y sus seis hijos sentados alrededor de la mesa de té en Alcoleigh. La mesa está colocada, como estaba entonces, como sigue estando y como siempre estará, en el salón, delante de un enorme hogar de leña. Encima de la repisa y claramente visible en la fotografía cuelga una pala de zapador con la que, en 1915, tío Matthew había matado a golpes a ocho alemanes, uno tras otro, mientras salían de un refugio subterráneo; aparece recubierta todavía de sangre y cabellos, y de niños siempre nos había fascinado. En la imagen, el rostro de tía Sadie, siempre tan hermoso, aparece extrañamente redondo; tiene el pelo abultado y sedoso, y la ropa que lleva es de lo más ñoña, pero no hay duda de que es ella quien está ahí sentada con Robin arrellanado en su regazo y envuelto en mares de encaje. No parece muy segura de qué hacer con la cabeza del niño, y se percibe, aunque no se ve, la presencia de Nanny aguardado el momento de llevárselo. Los demás niños, de edades comprendidas entre los once años de Louisa y los dos de Matt, están sentados en torno a la mesa, vestidos con sus mejores galas o con baberos de encaje y puntillas, y sujetan con la mano tacitas o tazas para el té, según la edad. Todos miran a la cámara con los ojos muy abiertos por el fogonazo del flash, y todos tienen aspecto de no haber roto un plato en su vida, con esas boquitas redondas. Ahí están, quietos como moscas fosilizadas en el ámbar de ese instante: la cámara hace clic y la vida sigue adelante, los minutos, los días, los años, los decenios… llevándoselos cada vez más y más lejos de esa felicidad y esa promesa de juventud, de las esperanzas que tía Sadie debía de haber depositado en ellos y de los sueños que había soñado. Muchas veces pienso que no hay nada más dolorosamente triste que los viejos grupos familiares.

 

@biblioetsidiupm

Qué sería del verano sin unas gotas de pasión!!! esto es lo que despertará en ti A la caza del amor. Felices y lectoras vacaciones 🏞️#lecturasparacompartir #recomendacionesdelibros #booktoker #novelasromanticas

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