Carpas para la Wehrmacht, Ota Pavel

Cubierta de Carpas para la Wehrmacht, Ota PavelCarpas para la Wehrmacht
Ota Pavel
Barcelona: Sajalín, 2015
Epílogo: Mariusz Szczygiel
Traducción: Kepa Uharte

Carpas para la Wehrmacht (publicado por primera vez en 1974) es una colección de relatos en la que el escritor y periodista deportivo checo Ota Pavel (1930-1973) recrea episodios de la vida de su padre, Leo Popper, un judío al que le tocó vivir los sinsabores de la Checoslovaquia ocupada por los nazis. Leo es un personaje encantador, de esos bohemios capaces de disfrutar durante horas de una tarde de pesca o de paladear durante meses el sabor imaginario de una mujer imposible. La belleza femenina, sí, pero además las carpas soñadas (ruborosas como lechones) de su querido río Berounka a su paso por Krivoklát; el color del cielo de Bustehrad; el perfume de los prados; la valentía de un buen perro cazador; la amistad del viejo balsero Karel Prosek.

El tío Prosek encabezaba la expedición con su sombrero de paja, después iba papá con su mata de pelo, luego Hugo, Jirka y yo. Llevábamos cañas largas: llegaban hasta las estrellas que habían aparecido en el firmamento. Con semejante vara quizá se podrían encender estrellas, igual que las lámparas de gas de la Ciudad Vieja.

Es astuto, seductor, fascinante negociante vendedor de tiras matamoscas que no matan moscas o de aspiradoras donde no llega la electricidad, un furtivo que cae bien a los de la Gestapo, un saltador olímpico de prohibiciones. Divierte leer sus aventuras, sufrir, enamorarse, perder muchas veces, ganar de vez en cuando en su compañía.

De repente una sombra oscura y ovoide pasó nadando por debajo de nosotros. Volvió. Una carpa. ¡Y qué carpa! Asomó su hocico redondo y tomó aire de la superficie. Después llegó otra. Parecían embriagadas, no les importaba lo más mínimo que estuviéramos allí, mirándolas. En cuestión de segundos, la superficie se llenó de carpas, y no dejaban de llegar más. En ese momento algo profundo y desconocido se apoderó de mi padre. Se arrodilló en el hielo, se arremangó y empezó a acariciar a las carpas en la cabeza y en el lomo y a arrullarlas.

Cubierta de Cómo llegué a conocer a los peces, Ota PavelOta Pavel escribió estos relatos (y el autobiográfico Cómo llegué a conocer a los peces, en el que reúne los recuerdos felices de su vida, siempre relacionados con la pesca, sinónimo de libertad) aquejado ya de una enfermedad mental grave, un trastorno bipolar del que no se recuperaría, pero que no le impidió dotar a su literatura de una alegría íntima, de un lirismo feliz capaz, en palabras del escritor napolitano Erri de Luca, de inducir “una lectura físicamente contagiosa que provoca un cosquilleo de euforia bajo la piel”.

De modo que las anguilas serían como poemas de los más talentosos poetas checos. Habría en ellas mar, luna, río, muerte. Y sol, al cual odian. En su interior, la enjundia del fasto, sus banquetes en noches lúgubres. En su interior el hambre del ayuno y de un peregrinaje sin fin.

El país de los cuentacuentos, Dario Fo

El país de los cuentacuentos, Dario FoEl país de los cuentacuentos
Dario Fo
Barcelona: Seix Barral, 2005

Dario Fo (1926, 89 años) vivió “tiempos interesantes” en la más pura y peyorativa acepción china del término; desear a alguien que viva tiempos interesantes es una de las más temidas maldiciones.

El país de los cuentacuentos es un relato autobiográfico con tintes nostálgicos (de su infancia), trágicos (su paso por la guerra), e hilarantes (la suplantación que hizo de Picasso en una conferencia).

Resulta curioso cómo las vidas de algunos escritores parecen entrecruzarse. No puedo evitar recordar la descripción que hace Günter Grass de su periplo por la Italia de la postguerra, trabajando a cambio de manutención y errando en busca de respuestas. Quién sabe cuán cerca o lejos gravitaron su existencia y pensamiento.

Dario Fo

Dario Fo es la segunda generación no ligada a la tierra (su abuelo sería el último), el padre era ferroviario. El capítulo que dedica al abuelo es a mi parecer sublime, y el epitafio que le dedica memorable:

“Cuando muere un campesino que sabe de su tierra y de la historia de los hombres que la trabajan, cuando muere un sabio que sabe leer la luna y el sol, los vientos y el vuelos de las aves, no es sólo un hombre el que muere, es una biblioteca entera la que se quema”

Dario Fo es también la segunda generación ligada al anarquismo en su familia. El libro describe la persecución que vivieron los anarquistas italianos, incluso en la neutral Suiza durante el periodo bélico. Sin caer en el maniqueísmo de buenos y malos, parece claro que su vinculación con entornos proscritos, contrabandistas y cronistas de aldea, dejó una marca indeleble en el niño que fue.

Este verano, he querido recuperar esta lectura amable que deja bien a las claras la maestría narrativa de Dario Fo (premio Nobel de Literatura en 1997). En esta intención he recorrido varias librerías (no menos de ocho) en distintos puntos de España, y es casi nulo o testimonial el número de libros que he encontrado de este autor (un título y un solo ejemplar en total). Sirva esta reseña para reivindicarlo.

cita

Dario Fo en las Bibliotecas UPM

Einstein: notas autobiográficas

Cubierta de Notas autobiográficas, Albert EinsteinAlbert Einstein
Notas autobiográficas
Alianza Editorial

En nuestro imaginario, un texto autobiográfico incluye casi necesariamente detalles de la vida personal del autor y de su entorno, de sus anhelos y zozobras, de manera no necesariamente lineal, ni completa; algo así como una declaración de principios a título (o no) de confesión íntima. Sobre esta materia, sin embargo, el texto de Einstein es completamente ajeno.

Cabe recordar, para paliar esta ausencia, que Einstein (1879-1955) es un bávaro de familia judía (nació en Ulm), científico iconoclasta, premio Nobel de física, padre de la teoría de la relatividad, pacifista en la primera guerra mundial y defensor del programa atómico americano en la segunda (con notable arrepentimiento de su uso militar); visitó España en 1923 auspiciado por la Junta de Ampliación de Estudios presidida por Santiago Ramón y Cajal, viaje que obtuvo una marcada contestación y repulsa por parte de los sectores conservadores, y un curioso apoyo de los movimientos obreros probablemente como contrapeso.

Sus notas autobiográficas (apenas 90 páginas en formato octavilla) son un testimonio de sus pensamientos: ese curioso proceso recursivo de ensoñación que sólo se vuelve transferible cuando se materializa en conceptos. Einstein dedica parte de su escrito a declarar cuándo comenzó a pensar y la relevancia que eso supuso en su vida: el comienzo de su existencia consciente (pienso luego existo).

Einstein se muestra agradecido al Instituto Politécnico de Zurich (aunque a la postre no le fuera muy bien en él) sobre todo por la libertad de que disponía en el estudio en comparación con los modernos métodos de enseñanza. Según sus propias palabras:

Es casi un milagro que los modernos métodos de enseñanza no hayan estrangulado ya la sagrada curiosidad de la investigación, pues aparte de estímulo esta delicada plantita necesita sobre todo libertad… Pienso que incluso un animal de presa sano perdería la voracidad si, a punta de látigo, se le obliga continuamente a comer cuando no tiene hambre.

Es muy hermoso y elocuente ver como intentaba entender las inconsistencias y paradojas de los conocimientos físicos que se iban acumulando y que en último término dieron al traste con la infalibilidad de la mecánica de Newton.

Basta ya. Newton, perdóname; tu encontraste el único camino que en tu época era todavía posible para un hombre de la máxima capacidad intelectual y de creación… aunque ahora sabemos que hay que sustituirlo por otros más alejados de la experiencia inmediata si aspiramos a una comprensión más profunda de la situación. ¿Pretende ser esto una necrológica? Yo contestaría que en esencia sí.

El análisis de la gravitación a la luz de la moderna teoría de campos (la curvatura del espacio debida a la masa de los objetos), la masa y la energía como caras de una misma moneda, o la interrelación de espacio y tiempo, son aspectos que afloran en el texto de una manera natural, con un lenguaje sencillo y un pensamiento profundo.

La posibilidad de adentrarse en la mente de un pensador como Albert Einstein al módico precio es 8,95 euros es algo que debemos agradecer al editor que instigó su redacción (Dr. Schilpp) y en castellano a la editorial Alianza. Feliz ensoñación.

La imaginación es más importante que el conocimiento, pues el conocimiento es limitado y la imaginación envuelve el mundo.

Albert Einstein

Albert Einstein en la Bblioteca de la UPM

Fuera de lugar / Edward W. Said

Fuera de lugar (cub. Debolsillo)Edward W. Said: Fuera de lugar

Barcelona: Debolsillo, 2003

Tít. original: Out of Place (New York: Knopf, 1999)

 

A través de la tía Nabiha percibí por vez primera Palestina como origen y causa de la rabia y la consternación que me producía el sufrimiento de los refugiados, aquellos Otros, que ella introducía en mi vida. Fue también ella quien me transmitió la desolación de carecer de un país al que volver, de no estar protegido por ninguna autoridad ni institución nacional y de no ser ya capaz de entender el pasado salvo mediante un remordimiento amargo e impotente, ni tampoco el presente, con las colas diarias, la búsqueda angustiosa de empleo, la pobreza, el hambre y las humillaciones. Obtuve una conciencia muy nítida de todo aquello a partir de las conversaciones con ella y también observando su frenética agenda diaria. (p. 95)

 

Aquel verano de 2001 los acontecimientos en Palestina no hacían presagiar nada mejor que el cotidiano goteo de violencia y desafueros. Aprovechaba mis vacaciones para enfrascarme en el ensayo Cultura e Imperialismo, que los hados quisieron que rematara de leer justo el 11 de septiembre. Los nacionalismos árabes, antaño de vocación laica y cívica, hacía ya tiempo que habían precipitado en corruptelas variadas y su protagonismo político venía a ser crecientemente sustituido por un fanatismo religioso incontrolable, torpemente incubado durante la Guerra Fría. Aquellos mismos días me quedaba claro que Edward W. Said, ya muy enfermo, sería uno de los grandes maestros que el siglo XX nos legaría para ayudarnos a transitar por el proceloso XXI en el que el conflicto de Oriente Medio no parecía amainar sino todo lo contrario. Al mismo tiempo Fuera de lugar llegaba a los escaparates españoles publicado originalmente bajo sello Grijalbo. 

Casi quince años después el libro no ha perdido nada de su interés, por sí mismo como relato y también como introducción a la personalidad de su autor. Abre una ventana al desaparecido mundo de la burguesía levantina o “damascena” (الشوام, shawam) de mediados de siglo, al mismo tiempo provinciana y cosmopolita, pacata y audaz, que en algunos rasgos y matices puede llegar a resultar extrañamente familiar a muchos lectores hispánicos. A pesar de sus inevitables referencias a la alta cultura, no esperen una completa autobiografía intelectual y menos aún académica. Este libro tiene un enfoque más bien emocional, familiar, ambiental en sentido amplio. De hecho es esta perspectiva, asumida con un coraje envidiable, la que le proporciona una dimensión épica y colosal, sobre todo hacia el final, y al mismo tiempo permite acceder a claves esenciales para comprender la figura de Edward W. Said. Un destino sin aparente penuria pero de gran complejidad y desarraigo, que sin embargo nos dio un gran pensador y crítico cultural. Merece pues una buena y reposada lectura.

 

Años más tarde, cuando ya me había hecho famoso como crítico literario, un compañero mío de clase le dijo a otro: “¿Es el mismo Said? Pero si era igual que todos nosotros. Es asombroso que haya terminado así”. Todavía me sorprende que el mundo intelectual y mental en que vivíamos realmente tuviera tan poco que ver con el intelecto en cualquier de sus sentidos serios o académicos. Al igual que los objetos que llevábamos con nosotros e intercambiábamos, nuestro lenguaje colectivo y nuestros pensamientos estaban dominados por un pequeño puñado de sistemas perceptiblemente banales, derivados de los tebeos, del cine, de los folletines, de la publicidad y del saber popular que existía en las calles y de ninguna manera influidos por nuestros hogares, la religión  o la enseñanza. (p. 267)

 

Edward W. Said en: Bibliotecas de la UPM.

 

Viajes con Heródoto, de Ryszard Kapuściński

Podróże z Herodotem

Kraków: Znak, 2004.

Viajes con Heródoto

Barcelona: Anagrama, 2006-2008.

Cada vez que contempla uno ciudades, templos, palacios ya muertos, se pregunta por la suerte  que corrieron sus constructores. Por su dolor, sus columnas vertebrales rotas, por los ojos que saltaron de sus cuencas al recibir el impacto de una esquirla, por su reumatismo. Por su vida desgraciada. Y entonces surge la siguiente pregunta: ¿podrían existir tamañas maravillas sin ese sufrimiento? ¿Sin el látigo del vigilante? ¿Sin ese miedo que anida en el esclavo? ¿Sin esa soberbia que anida en el soberano? (p. 173-174)

Ryszard Kapuściński es conocido sobre todo por sus varios libros sobre África . En cambio, en esta ocasión el autor, aunque relata experiencias vividas en diversos continentes, enfoca la obra principalmente hacia Asia. Por un lado, el libro es mucho más intimista y personal que otros suyos: habla bastante de sí mismo y de sus precarios inicios como reportero internacional en los años 50, cuando se estrenó con sendas estancias nada menos que en India y en China. Y por otra parte, también al hilo de la vertiente propiamente autobiográfica, Kapuściński nos relata la devoción laica que durante años profesó por Heródoto de Halicarnaso, el precursor de la ciencia histórica en la Antigüedad clásica. Nuestro contemporáneo viajero, cuya formación académica en Historia había estado probablemente lastrada por los condicionamientos económicos y culturales de la Polonia de la segunda postguerra mundial, un buen día tuvo la suerte de recibir un regalo precioso: una traducción al polaco de las Historias del antiguo autor griego. Como a su vez el tema principal de estas Historias son las Guerras Médicas que enfrentaron a las ciudades griegas con el Imperio persa Aqueménida -Asia/Oriente-, esta superpotencia se retoma en Viajes con Heródoto como el prototipo de la alteridad –el Otro por antonomasia- frente a Europa/Occidente, a su vez retro-representados por la Grecia clásica.

Aunque muy famoso y devenido autor de culto,  Kapuściński sigue siendo un personaje polémico a día de hoy. No me veo capacitado para juzgar desde un punto de vista profesional sus trabajos de periodista o “reportero”, denominación de sabor artesanal que a él le gustaba utilizar. Algunas nociones históricas vertidas por él no me parecen del todo acertadas. Pero como lector ingenuo, creo que en sus obras se aprende mucho sobre el mundo y sobre la condición humana, y también que él mismo como personaje resulta un gran seductor. En Viajes con Heródoto su escritura alcanza momentos emocionantes de gran intensidad y lirismo, como en el capítulo titulado “El tiempo desaparece”. No os deberíais perder este libro. No esperéis más para descubrir el papel estelar de una liebre lejana, como la retratada por Durero y que adorna la cubierta de la edición española.

 

Al europeo que por primera vez tenía contacto con la gran diversidad de pueblos y culturas que veía en Dar es Salaam le chocaba no sólo el hecho de que fuera de Europa existían otros mundos –esto, al menos teóricamente, lo sabía desde hacía un tiempo-, sino sobre todo que esos mundos se encontraban, se comunicaban, se mezclaban y convivían sin mediación y aun, en  cierto modo, sin conocimiento y sin el visto bueno de Europa. A lo largo de muchos siglos había sido ésta centro del mundo en un sentido tan literal y obvio que ahora el europeo a duras penas concebía que sin él y más allá de él muchos pueblos y civilizaciones llevasen una vida propia, tuviesen sus propias tradiciones y sus propios problemas. Y que más bien fuera él el huésped, el extraño, y su mundo, una realidad remota y abstracta. (p. 242)

Obras de Ryszard Kapuściński en Bibliotecas UPM

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