Una damita entre monstruos: Mary Shelley y el nacimiento de Frankenstein

Mary Shelley en la Biblioteca UPM
Frankenstein
en la Biblioteca UPM

Diez de abril de 1815. En la isla indonesia de Sumbawa el volcán Tambora entra violentamente en erupción arrojando a la atmósfera tal cantidad de polvo, cenizas y gases venenosos que el sol queda parcialmente nublado. Debido a esto, en el hemisferio norte del planeta se produjo un cambio climático que fue el responsable de que 1816 sea hoy recordado como el ‘año sin verano’. Y también, de que Europa y Norteamérica se vieran azotadas por una hambruna que mató a miles de personas.

Portada e ilustración de la edición de ‘Frankenstein’ publicada en 1831 por la editorial londinense Colburn & Bentley. Fuente: HathiTrust.

Fue precisamente en ese momento de oscuridad, clave en la historia del romanticismo, cuando el poeta británico Lord Byron tuvo que dejar definitivamente su país debido a sus últimos escándalos. Pero no lo hizo solo sino junto con su médico, el Dr. Polidori. Un jovencísimo erudito aspirante a escritor.

Tras meses viajando por ‘el continente’, Byron llegaría a Suiza a principios del verano de 1816. Una vez allí, alquilaría un palacete a orillas del lago Lemán con idea de pasar una temporada: la hoy legendaria Villa Diodati.

Villa Diodati (Anónimo, 1850). Lord Byron aparece en la esquina inferior derecha de este grabado. Fuente: Amsterdam Museum.

No mucho después de instalarse en su nueva casa, Byron recibiría la visita de Percy Shelley y su joven amante, Mary. Culta e intelectualmente precoz, la hoy conocida como Mary Shelley se fugó a los 17 años con el poeta y ensayista debido al rechazo que suscitaba su relación con este, pues Shelley era un hombre casado y padre de familia.

‘Mary Shelley’ (Richard Rothwell, ‘c’. 1831-1840); NPG 1235. Fuente: National Portrait Gallery, London.

Por culpa del mal tiempo, Mary y sus compañeros no pudieron disfrutar de las actividades al aire libre durante días. Días en los que el grupo de bohemios permaneció recluido en Villa Diodati, dedicándose a leer y conversar sobre temas filosóficos y científicos. Especialmente, sobre la por entonces de moda teoría del galvanismo y, más concretamente, sobre si era posible devolver la vida mediante la electricidad.

Una noche tormentosa en la que los miembros del Círculo Diodati leían en voz alta ‘Fantasmagoriana’ (1812), una recopilación de cuentos alemanes de fantasmas, Byron propuso un reto a sus camaradas: que cada uno de ellos escribiera una historia de terror. Cosa que estos, predispuestos como estaban por lo lúgubre de la velada, aceptaron.

Olvidados por sus musas, ni Shelley ni Byron lograron acabar relato alguno. No así Mary y Polidori quienes, animados por el poeta, comenzarían respectivamente ‘Frankenstein o el moderno Prometeo’ (1818) y ‘El vampiro’ (1819). Dos obras consideradas de culto por los amantes de la literatura de terror:

Parece ser que Miss Shelley concibió su monstruo inspirada por las discusiones que mantuvo con Byron y su esposo sobre:

‘ . . . la naturaleza del principio vital, y la posibilidad de que se llegase a descubrir tal principio y conferirlo a la materia inerte’.

Pero también y, sobre todo, a un inquietante sueño que tuvo una noche y que describió así:

’Vi –con los ojos cerrados, pero con aguda visión mental-, vi al pálido estudiante de artes impías, de rodillas junto al ser que había ensamblado. Vi al horrendo fantasma de un hombre tendido, y luego, por obra de algún ingenio poderoso, le vi manifestar signos de vida, y agitarse con movimiento torpe y semivital’.

En la actualidad existen tantas ediciones de ‘Frankenstein’ que resulta difícil escoger una. Yo recomendaría la publicada en 2015 por Nórdica. Por sus preciosas ilustraciones y, sobre todo, por incluir la interesante introducción escrita por Mary Shelley para la edición de su relato publicada por Standard Novels. De ella he tomado las palabras de la autora citadas en la presente reseña.

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