La agonía del cristianismo / Miguel de Unamuno

Miguel de Unamuno: La agonía del cristianismo. 

Edición recomendada, con presentación de Agustín García Calvo: 

Madrid : Alianza Editorial, 1986-  

Terriblemente trágicos son nuestros crucifijos, nuestros Cristos españoles. Es el culto a Cristo agonizante, no muerto. El Cristo muerto, hecho ya tierra, hecho paz, el Cristo muerto enterrado por otros muertos, es el del Santo Entierro, es el Cristo yacente en su sepulcro; pero el Cristo al que se adora en la cruz, es el Cristo agonizante, el que clama consummatum est! … (La agonía)  

El proceso de secularización de la sociedad, tan acelerado en la Historia reciente, no impide que la religión cristiana siga teniendo un valor de referencia cultural determinante. Creyentes y/o practicantes o no, incluso en el caso de opuestos frontalmente a él, el cristianismo ha moldeado nuestra formación, buena parte de las ideas, categorías y lugares comunes que estructuran nuestra mentalidad, y su influencia se mantiene férreamente en el ritmo de nuestro calendario anual. Por tanto nunca estará de más una cuidada reflexión filosófica sobre esta religión tan acentuadamente ideológica. En este sentido el libro de Unamuno no ha dejado de tener actualidad.  

Don Miguel redactó este pequeño pero sustancioso ensayo durante su exilio en Francia a causa de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). En principio la obra iba destinada al público de habla francesa para lo cual fue oportunamente traducida por Jean Cassou, intelectual hispanofrancés que más tarde jugaría un importante papel en relación con el exilio español de 1939. Muy probablemente la ambigüedad de su título contribuyó a la popularización del libro pues se puede interpretar como alusión a un declive religioso en una época en que de hecho se estaba produciendo como consecuencia de la segunda revolución industrial y de la masiva urbanización. 

Pero en realidad el término agonía es utilizado aquí en su sentido etimológico de combate interior del creyente por su propia fe: un tema predilecto del autor y muy relacionado con el argumento de su obra de ficción San Manuel Bueno, mártir. Unamuno analiza la religión cristiana en función de varios ejes conceptuales e históricos: fe/duda; colectividad/individualidad; judaísmo/helenismo; carnalidad/espiritualidad; resurrección (judía, farisaica)/inmortalidad (griega, platónica)… Dualidades que caracterizan una religión marcada por la contraposición en cierto modo beligerante, por la dialéctica entre opuestos, en definitiva por esa lucha o agonía que es el avatar –en cada creyente- de la Pasión de Cristo. 

Así, el ensayo explora y explota los innumerables vericuetos en la via crucis de la fe escéptica por la realidad tozuda de la mortalidad terrenal, echando mano de la exégesis y de la crítica histórico-filosófica. Hasta encontramos alguna resonancia psicoanalítica, por ejemplo en la evocación del canto de los trapenses de Dueñas, que tanto debió conmover al autor. Este saca partido de toda su utilería lingüística y de su capacidad lógico-deductiva para atacar el asunto, pero no pierde la empatía con el humano que cree o no cree, o quizás cree creer o no creer, y que en el fondo es un trasunto del mismo autor. Por eso el libro puede ser visto simultáneamente como introspección personal –incluyendo sus propias fobias y filias circunstanciales-, o bien como trabajo de antropología filosófica. 

Muy apreciables son la solvencia y comodidad con las que Unamuno se movía en la cultura de lengua francesa, a la vez sin ápice de afrancesamiento superfluo. Es muy posible que su origen vasco –al igual que el vasco-occitano en el caso inverso de su traductor el mencionado Jean Cassou- contribuyera a ello, y que el propio autor contemplara esta circunstancia a modo de pasarela cultural. Desde luego no perdió oportunidad de subrayar la trascendencia de autores y personajes históricos vascos de ambos lados de la Muga en la configuración de corrientes y movimientos cristianos. 

La pobre alma hambrienta y sedienta de inmortalidad y de resurrección de su carne, hambrienta y sedienta de Dios, de Dios-Hombre a lo cristiano, o de Hombre-Dios a lo pagano, consume su virginidad maternal en besos y abrazos al agonizante eterno. (Abisag, la sunamita

Miguel de Unamuno en: Biblioteca UPM.

8 comentarios

  • Pilar Alvarez del Valle

    En vísperas de la semana santa, me parece una propuesta muy interesante. Pongámosle música y poesía (la saeta, Antonio Machado/ Joan Manuel Serrat)
    https://www.youtube.com/watch?v=Dz4m52Oka34

    • José Alejandro Martínez
      José Alejandro Martínez

      La cita musical viene al dedillo. Don Antonio y don Miguel tuvieron sus visiones particulares de la Pasión cristiana: más popular y etnográfica la del primero -le venía de familia-, y más filosófica y académica la del segundo. Coincidieron en sufrir su propia Pasión personal en el calvario colectivo de la Guerra Civil, tras dos precoces y breves exilios exterior e interior respectivamente. Y por supuesto ambos han resucitado sobradamente en el saldo positivo de la Historia.

    • Beatriz Álvarez

      Excelente recomendación. Un saludo.

  • José Alejandro Martínez
    José Alejandro Martínez

    Me alegro, muchas gracias. Aquí quedamos a tu disposición. Saludos y Feliz Pascua primaveral.

  • Ignacio Ramón Echeburúa Estévez

    Una idea distinta de existencia a la expuesta en otro momento es la que han desarrollado la diversas filosofías de la existencia de los siglos XIX y XX. Kierkegaard reaccionó contra el intelectualismo del idealismo proclamando la centralidad de la propia existencia concreta y subrayando la importancia de la dimensión subjetiva (generadora de angustia). Esta dimensión tiene un carácter básicamente ético y religioso; Unamuno sigue esta reflexión y la expande al análisis de la religión cristiana de manera también dramática en “El sentimiento trágico de la vida”.

  • Se puede ser cristiano y filósofo a la vez. Y, seas o no creyente, el cristianismo, como doctrina de amor entre los seres humanos, es tremendamente bueno.

  • José Alejandro Martínez
    José Alejandro Martínez

    Muchas gracias por vuestras aportaciones. En particular la pista sobre Kierkegaard es muy interesante. Saludos.

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