Pacto de sangre de James M. Cain

Pacto de sangre. James M. Cain

¿Quieres saber quién mató a Dietrichson?

Yo maté a Dietrichson.

Yo, Walter Neff, agente de seguros de 35 años, soltero y sin señas personales

Sí, yo le maté. Le maté por dinero y por una mujer. No conseguí el dinero ni la mujer. Estupendo ¿eh?

Es la madrugada de una calle desierta de Los Ángeles. Un coche circula a gran velocidad por ella. En él un hombre huye. Un hombre que ha matado. Cruzó la línea. La historia de lujuria, pasión y ambición llega a su fin. Una historia que empezó hablando de seguros de automóviles “pero tu pensabas en asesinato y yo en la pulsera de tu tobillo”. Queda la confesión. Ya no hay nada más. Todo ha terminado.

¿Qué hay grabado en la pulsera?

Mi nombre.

¿Cuál es?

Phyllis.

¿Phyllis?, creo que me gusta.

Pero no del todo.

Suelo pensar las cosas antes de decidirme.

Mr. Neff, porque no viene mañana a eso de las 20.30. Estará aquí.

¿Quién?

Mi marido. ¿No tiene interés en hablar con él?

Así era, pero se me están pasando las ganas créame.

En este estado hay un límite de velocidad Mr. Neff, 45 millas por hora.

¿Y a cuál iba agente?

Yo diría que a noventa.

Pues baje de su moto y póngame una multa.

Mejor dejarlo en advertencia por esta vez.

¿Y si no da resultado?

Le dare con la regla en los nudillos.

¿Y si lloro y echo la cabeza sobre su hombro?

¿Por qué no intenta ponerla en el de mi marido?

Walter Huff, Neff en la película, es un agente de seguros que al realizar una visita a uno de sus clientes conoce a la esposa de este. Ella es Phyllis Nirdlinger, Dietrichson en la pantalla. El deseo se apodera de ellos. Y los dos amantes planean un asesinato.

El marido de Phyllis será la victima. El seguro de accidentes la recompensa.

Un asesinato depravado y sucio. No hay piedad, no hay compasión. Ni para la victima ni para ellos mismos. Es difícil tenerla, o quizá si. Son personajes miserables que nos repelen pero tienen algo que nos atrae. Son dos perdedores en un mundo cruel.

Apenas hubo colgado, todo se desplomó. Me metí en el cuarto de baño. Nunca me había sentido tan mal en mi vida. Después, me metí en cama. Transcurrió largo rato antes que pudiera apagar la luz. Luego me quedé mirando la oscuridad. De vez en cuando, tenía un escalofrío y me ponía a temblar. Al rato pasó, y seguí inmóvil, como atontado. Luego me puse a pensar. No quería pero era irresistible. Comprendí lo que había hecho. Había matado a un hombre. Había matado a un hombre, por una mujer. Me había puesto en manos de esa mujer, de modo que había una persona en el mundo que, con una sola palabra, podía matarme. Había hecho eso por ella y no quería verla en la vida.

Pero esa relación de amor se convertirá en odio. Basta únicamente una sombra de miedo para transformar en odio el amor. No puede ser de otra manera. Personajes pervertidos sin alma que se precipitan hacía el abismo de forma consciente. Ellos lo saben. Desde el principio de la historia.

No oía mis pasos, eran los de un hombre muerto dice Walter.

El argumento de Pacto de Sangre, en el original Double Indemnity, lo tomó Cain de un hecho real sucedido en la ciudad de Nueva York en el año 1927 y que ocupó las portadas de los periódicos de la época.

En 1944 Double Indemnity fue llevada al cine por Billy Wilder. Con guión del propio Wilder y Raymond Chandler, Perdición que así se llamó en español, se convirtió en un hito del cine negro. Con unos brillantísimos diálogos, una atmosfera oprimente y unos protagonistas sensacionales, Fred MacMurray, Barbara Stanwyck y Edward G. Robinson, Perdición es verdadero cine negro en su máxima expresión.

James M.Cain nació en la ciudad de Annapolis en 1892. Al igual que otros muchos escritores, empezó su carrera como periodista desde muy joven. Trasladado a Hollywood, probó suerte como guionista pero no fue hasta la publicación de El cartero siempre llama dos veces en 1934 cuando consiguió el reconocimiento de público y crítica. Murió en el estado de Maryland en 1977.

James M. Cain en la Biblioteca UPM.

6 comentarios

  • Evelio Montes López

    Muy buena reseña, Pedro. Dejamos algunos datos más, para los lectores que sientan curiosidad:

    -James M. Cain es también autor (además de “El cartero…”) de la magnífica “Mildred Pierce”, que ha tenido dos adaptaciones al cine, la de Michael Curtiz, con Joan Crawford (soberbia joya del cine negroi clásico), y la miniserie HBO de 2011, dirigida por Todd Haynes, y con una estupenda Kate Winslet.
    -La película de Wilder, imprescindible, cine-cine sin adjetivos. Sólo por ver a McMurray de panoli, y, sobre todo, cuando Stanwyck le dice: “I’m rotten to the heart” (Estoy podrida hasta la médula), merece la pena. Da escalofríos.
    -Ese tema tan noir (tan de Cain) de enredar a un lila para cargarse al marido lo recogió muy bien Lawrence Kasdan en “Body Heat”.
    Pero, en resumidas cuentas, como “Double indemnity” de Cain, nada. Y debajo, ¿qué está? Pues la sociedad estadounidense de la Depresión y entreguerras. Rotten to the heart!

  • Evelio Montes López

    “Double Indemnity” tuvo otra adaptación, esta vez para televisión, en 1973. Con guión de Steven Bochco (“Hill Street Blues”), mediocremente dirigida por Jack Smight, podría salvarse por la interpretación de Richard Crenna (menos panoli que McMurray) y de Lee J. Cobb (más antipático e implacable que Robinson). Olvidable, aquí, Samantha Eggar (lo siento). Este dato no es un capricho de cinéfilo: es que esta peli venía junto con la de Wilder en la edición especial en DVD de Suevia, de hace unos años, y, claro, ¡no hay color! El guión de Bochco, sin estar, ni mucho menos, a la altura de Wilder-Chandler, se parece más a la novela, aunque su atmósfera y pasiones son imposibles de trasladar a los setenteros setenta. En los ochenta, Lawrence Kasdan lo hizo muy bie, repito: William Hurt, panoli redomado y memo; Kathleen Turner, chapeau; y, mira por donde, esta vez Richard Crenna hacía de marido.
    Leed la novela de Cain: es la madre del cordero.

  • Gracias Evelio por tu enriquecedor comentario.
    No estoy totalmente de acuerdo contigo sobre el amigo Mac Murray. No creo que sea realmente un panoli. Me parece que sabe de que va el asunto desde el principio. Solo hay que mirar la expresión de su cara. Está de vuelta de todo y la ve venir. Lo que ocurre es como bien dicen ellos mismos, uno es un canalla pero el otro, ella, lo es más.

  • Es difícil igualar al trio protagonista original. Y es imposible si hablamos de Wilder y Chandler.

  • Evelio Montes López

    Tienes razón: yo estaba pensando en los panolis-listos de los timos. Efectivamente, Neff se da cuenta desde el principio, y dice que no, pero luego acepta. Él mismo dice: “Cómo iba yo a saber que el perfume de la madreselva era el del crimen”. Wilder ofreció el papel a George Raft, que no quiso interpretar a un asesino (yo creo que no quiso interpretar a uno que picaba el cebo). McMurray había hecho comedia y musicales con Paramount, y, con su bisoñé y todo, al final hizo muy bien el contrapunto de Stanwyck (que también se la jugó con su papel). Eso supo trasladarlo muy bien Kasdan en “Body Heat”: un William Hurt abogado mediocre y oportunista (hasta el juez le reconviene), guaperas de baja estofa y ligón de beneficencia, de vuelta de todo…, que pica con la femme fatale… Por eso se me ocurrió lo de panoli: no necesariamente tonto, o incauto, sino que, al final, pica, y palma, claro. En la novela de McCain, tan áspera, y sin los condicionamientos de la censura de Hollywood, el final es distinto. Pero no lo cuento.
    ¡Leed la novela!

  • María Seguido Alaiga

    Esta película es una de esas que ví por primera vez de pequeña y que aluciné (era cuando ponían muchas pelis clásicas en la programación habitual de la tele). Con ese trío de actores: Fred MacMurray, Barbara Stanwyck y Edward G. Robinson, ahí es nada. ¡Qué bien hace de mala Barbara Stanwyck! Y con Willy Wilder de director ¿que más se puede pedir?

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