Rebétiko: la mala hierba, de David Prudhomme

"Imperturbable y grave, como si fuera el único hombre sobre la faz de la Tierra, Markos fue el primero en tañer su instrumento." (p. 56)

David Prudhomme:

Rébétiko (la mauvaise herbe).

Paris: Futuropolis, 2009.

Rebétiko : la mala hierba.

Madrid: Sins Entido, 2010.

¿Se puede oír un dibujo? ¿Se puede pintar una melodía? ¿Es posible verbalizar un rasgueo del arco sobre la cuerda? Hace tiempo hubiera buscado la respuesta en Pascal Quignard, en las músicas de Debussy o Ravel. Ahora he obtenido de otro autor también francés una respuesta satisfactoria, aunque me haya tenido que dejar llevar de la mano de sus textos, trazos y colores hasta el otro extremo del mar y hacia un momento trágico ya separado de nuestras vidas por bastantes decenios de peripecias y avatares.

Casi todos tenemos algúnos clichés turísticos en la memoria, quien presume de cultivado algunas nociones impregnadas de helenismo clasicista. Pero en el fondo ¡qué poco sabemos de la Grecia moderna, de su historia difícil, de su cultura popular..! Por suerte en este flamante álbum los mismísimos Goya, Daumier, Toulouse-Lautrec y Bilal parecen arrimar el hombro para conseguir la magia de transportarnos a una confluencia crepuscular a orillas del Egeo: el desarraigo de la cultura griega de Asia Menor entre los refugiados que poblaron los arrabales de Atenas y El Pireo tras la derrota de 1922; el ocaso de un modelo tradicional de transmisión oral y de vivencia comunitaria de la música popular; y el fin del período de entreguerras, cuando sombras inquietantes y funestos presagios se ciernen sobre el destino del mundo. El otoño de una manera de vivir cuyos quejidos de agonía se convierten en música electrizante y en danza de resonancias cósmicas.

Hasta el propio amanecer del día cobra los tintes pálidos de la decadencia en este relato de crudeza fascinante que parece fundir en armonía los tonos de la tragedia clásica y del cine negro, del melodrama coral y del fresco histórico. Hete aquí que esta "mala hierba" -un cómic sin banda sonora (¡¡!!)- nos introduce en uno de los grandes géneros protagonistas de la música popular moderna, cuya falta de proyección quizás se deba al hecho de adscribirse a un área lingüístico-cultural de tamaño reducido. Magnífica obra, impecable edición y muy buena traducción. Ahora ya solo queda que algún amigo griego nos dé su opinión. Kali anagnosi!

 

2 comentarios

  • Veo una voz, eso me sugiere el comienzo de tu reseña (http://www.oliversacks.com/); un fogonazo que de repente no sé por qué se me avecina, quizás al amor de la lección de música de PascalQuignard. A Prudhomme no lo conocía, lo buscaré… Y mencionas Grecia… recuerdo que me sorprendió hace poco, leyendo las notas de Gorky sobre Andreiev que éste último denostaba el Egeo por una forma de vida demasiado fácil, se tuvo que volver a Rusia para poder volver a escribir. Nunca llueve a gusto de todos 🙂

  • José Alejandro Martínez
    José Alejandro Martínez

    Podemos disculpar el juicio del ruso por la relativa bonanza del clima en el Egeo frente a la dureza del ambiente de las estepas, taigas y tundras. Este apunte me recuerda a la eterna -y tal vez absurda- polémica sobre si pasarlas canutas estimula la creatividad. En cualquier caso, el camino de estos rebetes no es precisamente de rosas. Interesante comentario, dadas las conexiones entre la cultura rusa y la griega.

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