Los restos del día, Kazuo Ishiguro
Los restos del día, Kazuo Ishiguro
Barcelona: Anagrama, 1994
Traducción: Ángel Luis Hernández Francés
The remains of the day (1989)
Para que esta historia se convierta en historia de amor, sólo falta una palabra. Uno se pasa toda la lectura esperando que Mr. Stevens la pronuncie. Pero es esta una historia de silencios. Él, altivo mayordomo de Darlington Hall, se encierra en la extrema dedicación que su trabajo exige y va dejando pasar una y otra vez las oportunidades que Miss Kenton, su ama de llaves, le brinda con el objetivo de que rompa con esa rigidez y emprenda en su compañía una nueva vida. Mr. Stevens, zarandeado por los cambios acontecidos en la sociedad inglesa de posguerra, herido en su fuero interno por haber servido a un patrón corrupto, desgrana los acontecimientos a posteriori. Su relato resulta subjetivo; con la mirada vuelta hacia atrás, pero incapaz de desprenderse de su reducida visión de las cosas, Mr. Stevens trata de explicarse a sí mismo dónde están los errores que ha cometido, si es que alguno cometió, o qué significado tuvo el comportamiento de quienes le rodeaban: su padre, el personal de servicio a su cargo, los mayordomos de otras casas, los aristócratas a los que debía obediencia… Mientras, reconociendo (eso sí, tácitamente, empujado más porque el mundo ha cambiado que por propia convicción) que el día ha llegado a su fin, constatando que todo por lo que él ha luchado y los valores en los que ha creído pertenecen a un tiempo ya extinguido, viaja para reencontrarse por última vez con Miss Kenton, la única persona que aún podría proporcionarle algún consuelo.
En realidad, ¿qué sentido tiene estar siempre especulando sobre lo que habría pasado si tal situación o tal otra hubiesen terminado de forma diferente? Acabaría uno loco. En cualquier caso, aunque me parece muy bien decir que hubo momentos trascendentales, sólo es posible reconocerlos al considerar el pasado. Evidentemente, cuando ahora pienso en aquellas situaciones, es cierto que me parecen momentos cruciales o únicos en mi vida; sin embargo, mi impresión mientras sucedían no era la misma. Más bien pensaba que disponía de un número ilimitado de años, meses y días para resolver las diferencias que enturbiaban mi relación con Miss Kenton, o que aún surgirían ocasiones en que podría remediar las consecuencias de algún que otro malentendido. Lo que sí es verdad es que, en aquella época, nada parecía indicar que a causa de unos incidentes tan insignificantes todas mis ilusiones acabarían frustrándose.
Esta bellísima historia de silencios y de emociones contenidas fue llevada al cine en 1993 con el título de “Lo que queda del día”. Los inolvidables protagonistas fueron encarnados por los no menos inolvidables Anthony Hopkins y Emma Thompson.
Este y otros libros de Kazuo Ishiguro en la Biblioteca de la UPM
Hola. Confieso que no he leído -aún- la novela. La peli sí que la he visto y la considero de las de mi culto personal. Tengo la impresión de que esta obra es vista por parte del público como típicamente “British”: casas señoriales, mayordomos, contención de modos y maneras, etc. La ambientación es en verdad muy buena pero la historia va mucho más allá del mero costumbrismo. El argumento puede considerarse universal, y eso es lo que le brinda su chispa de genialidad. Imaginemos simplemente el abultado volumen de probables “restos del día” en la España del siglo pasado, coetánea del relato que comentamos. Este pensamiento me produce escalofríos, la verdad… Las peores cárceles con los barrotes más duros muchas veces las construyen -o se las construyen a- los seres humanos dentro de sí mismos.
Saludos.