El embrujo de Shanghai. Juan Marsé
El embrujo de Shanghai
Juan Marsé
Juan Marsé nos traslada a la Barcelona de la postguerra, lugar donde transcurren la mayor parte de sus novelas. Por sus barrios obreros deambula el capitán Blay, estrafalariamente vestido, con sus roñosas gasas en la cabeza, su pijama y su gabardina. Perdedor de una guerra, en la que ha perdido a sus dos hijos, y su cordura. Le acompaña Daniel, que por encargo de su madre, amiga de Doña Conxa y mujer del capitán, debe vigilarle en sus desvaríos.
El capitán, vive obsesionado con denunciar el escape de gas de la calle Rovira número 8, y los humos, que expele la chimenea de la fábrica de plexiglás, que linda con la casa en la que vive Susana, una niña tuberculosa.
Empieza así, el capitán, una campaña de recogida de firmas para denunciar al Ayuntamiento esta situación, porque, según él, el día menos pensado iban a salir todos volando por los aires. Las mañanas transcurrían para Daniel y el capitán, entre paseos, vinitos en las tabernas, a los que era muy aficionado el capitán, y alguna que otra adhesión a la causa, pero eran pocos los que apoyaban su iniciativa.
El capitán le encarga a Daniel que pinte a Susana, la niña tísica, postrada en su cama, bajo la nube tóxica de los humos de la chimenea de la fábrica de plexiglás.
Los amigos de Daniel, los hermanos Chacón, sobrevivían con su tenderete de almanaques y novelas del Oeste, y sus miles de argucias para conseguir comer. Juan y Finito Chacón, desde su tenderete junto a la verja del jardín de Susana, ya habían entablado amistad con ella.
Susana es una niña de 15 años, prácticamente huérfana, su padre, apodado “El Kim” partió hace mucho a combatir en el frente de Aragón, y tras perder la guerra, al exilio francés, y a la militancia en La Resistencia francesa.
Todas las tardes, Daniel, provisto de las láminas y los lápices que le había comprado el capitán, acude a visitar a Susana. A ella no le importa el dibujo del capitán, con su fábrica y sus humos, ella lo que quiere es que Daniel le haga un retrato bonito para enviárselo a su padre.
Y ¿Quién es “El Kim”? Un personaje novelesco, un señorito bien, como dice el capitán Blay, un soñador y aventurero, que tras cursar los estudios de ingeniería textil, se enamora de la criada de la casa, y se escapa a Barcelona con ella. Desheredado por su familia, tras desempeñar varios trabajos, marcha con sus compañeros al frente, dejando solas a su mujer e hija.
Después de muchos años, volverá uno de sus compañeros de guerra, Forcat, a casa de la familia de Susana para dar noticias del paradero del Kim, en una carta sin franquear, donde pide a su familia que den cobijo a su amigo. Es así como Forcat iniciará una serie de relatos fantásticos sobre la vida del Kim, que empiezan en Francia y tras una larga travesía en barco, le llevará a Shanghai, en busca de un exnazi, oficial de La Gestapo. Todos los días, después de la siesta, Forcat, ataviado con su quimono, regalo de su amigo el Kim, se dirigía a la galería, donde reposaba Susana, convaleciente de su enfermedad, acompañada por Daniel, para contarles el viaje de El Kim a bordo del Nantucket, el barco que le llevará desde Marsella a Shanghai.
Son estos relatos, los que ponen una nota de color al ambiente gris de la Barcelona de la postguerra y a la monótona vida de Susana y de Daniel. Siempre esperando, ella la curación de su enfermedad y la vuelta de su padre, al que no volverá a ver, él iniciar un trabajo como aprendiz en un taller de joyería.
Y, como en un sueño, el relato termina con la llegada de un amigo de Forcat, éste les devuelve a la realidad y al futuro que les espera. Un futuro muy alejado de los sueños juveniles, que, como decía el capitán Blay al inicio de la novela, “Los sueños juveniles se corrompen en boca de los adultos”. La ensoñación vivida con los relatos de Forcat termina bruscamente, nuestros personajes se hacen adultos y se impone de golpe la realidad.
Juan Marsé en la Biblioteca UPM