El Canto y la Ceniza de Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva
El canto y la ceniza. Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva.
Traducción y selección: Monika Zgustova y Olvido García Valdés
Galaxia Gutenberg / Circulo de Lectores
No me ampara ningún cielo extranjero,
no, alas extranjeras no me protegían.
Estaba entonces entre mi pueblo
y con él compartía su desgracia.
La desgracia de vivir tiempos de sufrimiento y amargura. Tiempos en los que “sonreían sólo los muertos”. Bajo el yugo de un régimen criminal, millones de personas sintieron en su piel, en su alma, la miseria no solo material sino también moral del totalitarismo, la opresión, la irracionalidad, la amargura.
Diecisiete meses pasé haciendo cola a las puestas de la cárcel, en Leningrado, en los terribles años del terror de Yezhov. Un día alguien me reconoció. Detrás de mí, una mujer –los labios morados de frío- que nunca había oído mi nombre, salió del acorchamiento en que todos estábamos y me preguntó al oído (allí se hablaba sólo en susurros):
-¿y usted puede dar cuenta de esto?
Yo le dije:
-Puedo.
Y entonces algo como una sonrisa asomó a lo que había sido su rostro.
Pero en ese mundo desolado, en el que la felicidad se escabullía del corazón de muchos de aquellos que lo habitaban, existieron seres llenos de sensibilidad que dieron cuenta de todo ello. Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva estaban entre ellos. Utilizaron un arma poderosa e imbatible; la poesía. Dieron testimonio de esos grises días. Y sufrieron por ello. Anna Ajmatova cayó en el ostracismo y el silencio oficial y solo después de la muerte de Stalin fue rehabilitada. Su Requiem sin embargo, no vio la luz en Rusia hasta 1989. Aún así, conservó la dignidad y resistió. Marina Tsvetáieva no. Ella no lo soportó. Su marido fue fusilado, su hija enviada a los campos de trabajo. Otra de sus hijas murió de hambre. Fue deportada con su hijo a un remoto pueblo tártaro. Allí se suicido.
De ambas nos quedan sus versos, eternos. Cada vez que los leemos, sentimos un escalofrío. No es nuestra mente, nuestra razón quien lee. Es nuestro corazón el que lo hace, el que los siente.
El agua es de la fortuna,
¿qué más podría desear?
Si tus ojos son diamantes
Que se vierten en mis palmas,ya no pierdo
nada. Fin del fin.
Caricias, caricias
-acaricio tus mejillas.
El canto y la ceniza es una antología seleccionada por Mónika Zgustova y Olvido García Valdés para Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores que recoge sus obras principales, Requiem y Poemas sin héroe de Ajmátova y Poema del fin de Tsvetáieva.
Con las olas vago y me oculto en el bosque,
en el puro esmalte del cielo aparezco,
la separación podré soportarla,
pero el encuentro contigo, apenas.