Mañana no será lo que Dios quiera, Luis García Montero
Un poeta: Ángel González (1925-2008) visto por otro: Luis García Montero (1958). Retrato de un buen amigo a través de un amigo entrañable. Homenaje de una nueva generación a su precedente. Una curiosa y liviana exégesis de los poemas de Ángel González que se van trenzando de manera agradable con su biografía.
Ángel González, ovetense, cuarto hijo de una familia con amplia tradición pedagógica nace en una España convulsa y golpeada por la guerra civil. En Asturias a los hijos tardíos e inesperados se los denomina cariñosamente “caga nidos” y este parece un buen descriptor del poeta que a ratos se confiesa mal criado por las circunstancias.
Es un libro dulce y acogedor, a veces terrible, que a pesar de los sinsabores que describe resulta optimista y vital, incluso cuando al protagonista siendo aún muy joven le diagnostican una tuberculosis que en aquella época era el anuncio inequívoco de una corta vida. De esta enfermedad se deriva su estancia en Páramo del Sil, donde su hermana era maestra (castigada), un remoto lugar leonés marcado por la minería y la desolación y al que a pesar de todo llegaba la primavera.
Al hilo de esa situación nos deja una curiosa reflexión sobre el significado del porvenir y del futuro. Cómo se puede tener lo primero sin lo segundo y viceversa, aunque con diferencia es más dramática la segunda opción: ausencia de futuro.
Luis García Montero lo describe como: “una mezcla de filósofo clásico y de anciano del lugar, de superviviente estoico que lo vio y contó todo, mientras pedía una última copa para no dar por terminada la noche que de manera inevitable se perdía por la grieta rojiza del amanecer. Detrás de su barba larga escondía un mentón demasiado corto y una vida demasiado larga. Apenas conoció a su padre, porque murió cuando él no había llegado a cumplir los dos años. Un Ángel ferozmente humano creció sin las enseñanzas directas de uno de los mejores pedagogos asturianos de principios de siglo XX”.
La prosa de los poetas, éste es quizás otro de los aspectos interesantes del libro. Susan Sontag ya introdujo esta particularidad en un curioso y pequeño ensayo homónimo pues la prosa del poeta “en general adopta la forma de dos modalidades narrativas. Una es francamente autobiográfica. La otra, también en el molde de las memorias, es el retrato de otra persona, bien de un escritor o de un pariente querido… La prosa de los poetas suele ser elegiaca, retrospectiva…La prosa de un poeta es la autobiografía del ardor”.
Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento…
-Ángel González-
Luis García Montero en la Biblioteca UPM
Ángel González en la Biblioteca UPM
En las últimas páginas del libro se nos aparece de Nada grave, el último libro de Ángel González, el poema La verdad de la mentira:
Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas,
y una voz cariñosa le susurró al oído:
¿Por qué lloras, si todo
en ese libro es de mentira?
Y él respondió:
—Lo sé;
pero lo que yo siento es de verdad.
Y además de este libro sabemos que todo es verdad.
Gracias, y no sólo por tu comentario sino por haberme bendecido con este regalo que acabó en reseña. Un soplo de vida y un gesto de amistad