ARQUITECTURA ESCRITA
Exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid
Del 4 de febrero al 16 de mayo de 2010
El título puede ocasionar alguna confusión como a mí me ocurrió. Yo suponía y esperaba que la exposición iba de arquitectura utópica, la que quiso e imaginó ser construida algún día o ser provocadora y se quedó simplemente en el papel, escrita o dibujada, todos tenemos en la mente las locuras del constructivismo ruso, o el optimismo delirante de los futuristas italianos o simplemente los múltiples y fascinantes proyectos, asesinados en el despacho de algún burócrata o comisión de turno.
No, no iba de eso, la exposición va de literatura.
Pero superado el desencanto inicial uno se queda, sin más, enganchado. Si encima se es capaz de dejarse llevar un poco por el capricho, la visita se convierte en un paseo de sorpresas.
Entrando por la puerta que no se debe, te topas de inmediato con una maqueta que dice “Biblioteca de Babel”, Jorge Luis Borges, y de ahí en adelante el trayecto va de sobresalto en sobresalto.
Es la literatura en su sentido más estricto la que ha provocado la exposición, los libros que crearon personajes y fantasías que transcurrían en algún edificio. Edificios que luego rondan por nuestra fantasía sin llegar a precisarse.
La idea parte de una exposición anterior, que tuvo lugar en el Museo de Arte Contemporáneo de Munich, en su sección de arquitectura. Esta del Círculo de Bellas Artes ha sido adaptada a un público español que cuenta en parte con otras referencias literarias y por lo tanto con otras fantasías.
Las maquetas construidas de alguna manera son una concreción de esas fantasías imprecisas, pero al mismo tiempo muchas de ellas, como no podía ser de otro modo, transpiran otra fantasía.
Las maquetas nuevas han sido magníficamente realizadas por un equipo de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Granada.
Y se nota que la habilidad adquirida para concebir casas que quieren ser construidas, en este caso ha servido, sin más, para dar otra capa de vuelo poético, añadida a la que procedía del texto.
En algunos casos para un texto determinado no hay sólo una maqueta sino hasta tres, así ocurre con “La casa de Bernarda Alba”.
Precisamente en este ejemplo se entiende la idea rectora de la exposición.
El relato dramático ocurre en un lugar y tiempo bastante delimitable. Hay ejemplos suficientes de casas de esa zona y de esa época que podían haberse tomado como punto de partida. Pero ninguna de las tres maquetas intenta ese tipo de reconstrucción, más bien han tratado de profundizar en la idea de casa como cárcel, de casa como fortaleza impenetrable.
La exposición tiene vocación enciclopédica: empieza con Plinio para acabar en el siglo XX, es mucho y como siempre si se intenta el recorrido completo puede ser agotadora.
Si por el contrario, como fue mi caso, por error, se rompe la secuencia temporal, entonces se mueve uno más bien por el capricho y se va topando con las obras que uno ha leído o por lo menos tiene en su fantasía. Es así como la visita se convierte no sólo en una lección sabia sino sobre todo en un diálogo placentero.
No faltan naturalmente las maquetas de las grandes construcciones utópicas de la historia, Christianópolis, la Ciudad del Sol, Orwell y su “Ministerio de la verdad” hasta la obsesiva reconstrucción del “Templo de Salomón” de Villalpando.
Las soluciones adoptadas en las maquetas siguen líneas estéticas distintas, algunas son de corte más “realista” como la “Casa de le Père Goriot“ de Balzac o simplemente creaciones libres como la adoptada para el “Castillo interior” de Santa Teresa: una pequeña escultura de sutil poesía, para insinuar la idea del alma más o menos apresada entre dos planos oscuros paralelos.
O ideas juguetonas como la realizada para recrear el vuelo del “Diablo cojuelo” con su estudiante, simple y genial: un conjunto abigarrado de alambres, los techos y casas de Madrid, con un alambre que sobrevuela ese laberinto en forma de curva irregulares, la ruta de Madrid, Sevilla y regreso haciendo parada en algún lugar de la Mancha.
Una visita que requiere su tiempo, sobre todo su calma, aceptando que su consumo excesivo puede dar empacho, y que debe ser realizada en actitud dispuesta a entrar en el juego de la fantasía.
Placer algo turbado por carecer la exposición de una simple silla donde en una pausa se pueda degustar lo contemplado. Los expositores en Madrid al parecer quieren que el público sufra, sólo placer sería quizás pecaminoso.
Javier Vilaltella
Universidad de Munich