Haciendo planes. Karmelo C. Iribarren
Haciendo planes
Karmelo C. Iribarren
Sevilla: Renacimiento, 2016
No hay que dejarse engañar por las palmeras de la portada ni por el título del reciente libro de Karmelo C. Iribarren, pues no hay en él islas paradisíacas, ni viajes, ni paquetes de vacaciones. La poesía de Karmelo sigue siendo la misma a la que nos tiene acostumbrados, y los temas por los que transita también. Aunque me da la impresión de que algo más de luz se ha colado esta vez por debajo de la puerta.
Los poemas de Karmelo C. Iribarren son breves, limpios, fulgurantes. Parece que van a ras de suelo y de pronto te saltan a la garganta. Dicen a las claras, entran fácil como un licor dulce; cuando uno quiere darse cuenta ya está atrapado.
La lluvia abre la colección. Una lluvia, omnipresente en el imaginario del autor, que aporta el tono adecuado de melancolía. Personificada muchas veces, acompañando, del mismo modo que otros elementos del paisaje que aparecen más adelante: acacias y árboles que murmuran como cualquiera en la cafetería, el mar que conversa pero a su manera, un rayo de sol tumbado como un perro debajo de la mesa, el horizonte que se ruboriza al atardecer porque ha dicho mentiras durante el día…
La inclemencia del tiempo, de la vida, persigue o es perseguida por este poeta del abrigo y la cara de frío. ¿Se sentirá cómodo así porque es más fácil soñar bajo el influjo del invierno?
Y qué bella la mirada que indaga en lo que pasa desapercibido, lo que no tiene entidad suficiente para despertar a los que van deprisa. Karmelo pone su poesía al servicio de una triste bolsa de plástico que no remonta el vuelo, de una llovizna que no merece que alguien abra su paraguas, de un fulano que entra en un bar y habla del tiempo. Porque hay quien piensa, como él, que hay cosas pequeñas que salvan un instante -o incluso una mañana entera, o casi- de nuestra vida: la mirada de una mujer en el autobús, un olor que te recuerda un trozo de la infancia, la poesía cuando llega.
El recuerdo de la infancia, el amor con dolor y relámpago, el paso del tiempo, lo poco que se puede esperar del futuro son algunos temas de esta poesía. Tratados con humor tragicómico y con melancolía, pero también con gran belleza y algo, un intento al menos, de esperanza. Tal vez no haya escapatoria, es verdad, la vida tiene esas cosas, pero ¿quién lo sabe a ciencia cierta?
Me gusta mucho la poesía de K. Iribarren porque nos invita a vivir. Sus poemas, aparentemente sencillos, nos dan un pellizco certero que muchas veces te hace sonreir. Cada vez habla más gente de Karmelo Iribarren, con razón, no había nadie como el. Gracias por incorporarlo al blog Pedro.
Te agradezco esta reseña porque no conocía a K. Iribarren y después de leerte, lo buscaré. Las poesías que has seleccionado, no sólo me han gustado: se me han metido dentro. Siempre son un placer tus propuestas, Pedro.
Me alegra que te interese, Rosa. Ojalá encuentres más poemas de esos.
Hablando de la sencillez de Iribarren, aquí va éste (La ciudad, 2002):
SENCILLO
Verás,
es muy sencillo:
los lunes
martes
miércoles,
jueves
viernes,
son la vida.
Los sábados
no son más
que una efímera
ilusión.
Y los domingos
nos sirven
para encajar
bien
todo esto.
Es tan lacónicamente urbanita… Sugiere más que describe, como los grandes maestros japoneses del haiku. Nos transmite una especie de pesimismo esperanzado, o de esperanza pesimista, quién sabe. Otro poeta y cantautor que se le parece es Marwan–de hecho, se leen mutuamente y se dedican poemas. Ambos están especializados en desamores, aunque Marwan no es tan escueto de expresión (me gustó La triste historia de tu cuerpo sobre el mío, 2015). En fin, espero que los disfrutéis. Yo soy una de esas lectoras ávidas de poesía que difícilmente soporta la jornada sin leer ni escribir versos. Soy versoadicta… Saludos.