Bad Lands de Oakley Hall
Bad Lands. Oakley Hall
Galaxia Gutemberg: Barcelona, 2010
“Erguido sobre la pequeña yegua, Andrew veía cómo se iba dilatando el sol, hundiéndose tras un grupo de cerros de redondeadas cimas que irradiaban una blanca incandescencia por el fulgor a su espalda. Nubes de vientre dorado se desplegaban por el horizonte como el esplendor de la gloria en un cuadro del Renacimiento. Una fina columna de humo se elevaba en el bruñido espacio: la hoguera de otra partida de caza en las Bad Lands, o una veta de lignito, encendida por el rayo, que ardía bajo tierra.”
Nuestro protagonista, Andrew Livingston, deja la ciudad de Nueva York y viaja hasta el territorio de Dakota, a las Bad Lands. Atrás queda una vida acomodada como banquero y político.
En la famosa canción de Stan Jones, The Searchers, se preguntaban:
What makes a man to roam?
What makes a man leave bed and board?
And turn his back on home?
Ride away…ride away…ride away…”
Olvidar una tragedia familiar, olvidar su pasado más reciente, eso es lo que hace moverse a Andrew.
Se convierte en uno de tantos que marcha hacía el lejano oeste.
“-Si cualquiera que al pasar por aquí os viera colgar a un tipo y no pensara que es asunto suyo, yo diría que la raza humana se ha echado a perder – sentenció el recién llegado.”
Allí encontrará un territorio salvaje, grandioso, eterno. La majestuosidad de sus paisajes, esa forma de vida tan distinta de los cowboys a la que conocía en Nueva York le irá atrapándolo poco a poco. Decide establecerse como ganadero. Se desata el conflicto. Uno más que quiere aprovechar las riquezas de esa tierra. Las Bad Lands son un territorio hostil codiciado por muchos donde la ley la impone el revólver. Es la única ley. La ley de los hombres que marcharon en busca de su destino a unas tierras desconocidas y donde dejarán su sudor y su sangre, lo mejor y lo peor de cada uno.
Al norte de su rancho, un escoces excéntrico, Machray, que quiere quedarse con todo y que trae consigo el símbolo más odiado de los que consideran el territorio como libre, el alambre de espino. Al sur el mayor adalid de ese odio, Hardy. En el centro, nuestro protagonista que se verá envuelto en este fuego cruzado de odios e intereses. Siempre caminando en el medio de la balanza, porque, en realidad quién tiene razón. Todas son validas.
“Vine aquí desde Inglaterra a temprana edad porque consideraba que la vida que llevaba allí no se diferenciaba mucho de la esclavitud, y conseguí la ciudadanía de este país combatiendo con la Unión en contra de la esclavitud. ¡La libertad me ha obsesionado, señor Livingston! Y el territorio más libre de este país, que es donde más libertad hay en el mundo, se encuentra aquí, en las Bad Lands. Y Lord Machray pretende convertirlo en su feudo personal. ¡Eso va contra todo lo que esta nación se rebeló hace cien años! –alzo el dedeo índice y prosiguió-. Lo considero mi enemigo. Porque es enemigo de la especial libertad de las Bad Lands. De los pasto libres, de la libre colaboración, de las instituciones libres.”
Es una tierra dura, donde los actos no tienen vuelta atrás porque no pueden tenerla, son irreversibles, no hay margen a la duda. Tu vida depende de ello.
Oakley Hall (San Diego, 1920 -) considerado como uno de los mejores narradores americanos del siglo XX, inició su vida literaria con Murder City a la que siguió la grandiosa Warlock y otras tantas novelas ambientadas en el Oeste Americano. Dedicado a la docencia en sus últimos años, murió en Nevada en 2008.
Seguía la canción de Stan Jones:
“A man will search his heart and soul
Go searchin’ way out there
His peace of mind he knows he’ll find
But where, oh Lord, Lord where?
Ride away, ride away, ride away”
En realidad, eso es las Bad Lands.
Oakley Hall en la Biblioteca Universitaria.