Eloísa está debajo de un almendro. E. Jardiel Poncela

La obra en la Biblioteca UPM

Desde Lecturas para compartir, en su cuenta de Tiktok @biblioetsidiupm, la biblioteca ETSIDI UPM recomienda la lectura de Eloísa está debajo de un almendro, de Enrique Jardiel Poncela.

En esta obra cumbre de la comedia de enredos nos adentramos en un túnel vibrante del humor, un humor inteligente con el que se van hilvanando escenas desconcertantes, propias del teatro del absurdo.

Eloísa está debajo de un almendro, con esos tintes de alta comedia, nos cuenta la relación amorosa de Fernando y Mariana. Una historia de amor que se verá ensombrecida por la antigua desaparición de Eloísa, madre de Marina. Las sospechas y los malos entendidos pondrán a prueba su amor, que ¿saldrá victorioso tras desvelarse el paradero de Eloísa?

Es una obra imperecedera, que fue llevada al cine por Rafael Gil y que ha cosechado el aplauso del público en multitud de representaciones teatrales.

Enrique Jardiel Poncela (Madrid, 1901-1952), escritor y dramaturgo español,  fue un innovador del arte escénico que, alejándose del humor tradicional, exploró sus facetas más intelectuales, inverosímiles e ilógicas. Otros títulos del autor: Los ladrones somos gente honrada, Los habitantes de la casa deshabitada, Cuatro corazones con freno y marcha atrás.

Fragmento de Eloísa está debajo de un almendro

CLOTILDE.—Rara, rara… A mí es ya muy difícil que nadie me parezca raro, hija mía, acostumbrada como estoy a los de casa.

MARIANA.—(Impaciente.) Bueno; pero imagínate que todos los de nuestras familias fuesen normales…

CLOTILDE.—No tengo imaginación para tanto, Mariana.

MARIANA.—Haz un esfuerzo en favor mío, te lo suplico… Comparados con personas corrientes, ¿qué te parecen los Ojedas?

CLOTILDE.—Dos locos de atar, tío y sobrino.

MARIANA.—(Ansiosa.) Luego ¿él te lo parece también?

CLOTILDE.—He dicho que tío y sobrino.

MARIANA.—(Con más ansia aún.) ¿Admites, entonces, que Fernando pueda ser un hombre muy distinto de los demás? ¿Un hombre hermético, insondable? ¿Quizá misterioso?

CLOTILDE.—De él lo admito todo. Y de su tío Ezequiel no digamos, porque me basta verle la barba y el sombrero hongo, que no se sabe cuál de los dos lo estrenó primero, para sentir una sensación de ahogo, una especie de opresión… Me es odioso…

MARIANA.—Pero de Fernando, concretamente de Fernando, ¿tú crees que…?

CLOTILDE.—(Levantando las cejas; mirando hacia arriba y luego hacia atrás; interrumpiendo a Mariana.) Ya está aquí el del ozonopino… Habríamos hecho bien trayendo impermeables.

(En efecto, el Acomodador ha aparecido unos momentos antes con el irrigador del ozonopino y ha comenzado a pulverizarlo en la atmósfera.)

MARIANA.—(Volviendo a la carga con ansia creciente.) ¡Di, tía Clotilde!

CLOTILDE.—¿Qué?

MARIANA.—¿Crees a Fernando capaz de llevar una vida extraña, ajena a la vida normal que todos le conocen? ¿Le crees capaz de ocultar algo extraordinario, por ejemplo? ¿De tener un secreto muy grave no revelado a nadie jamás?…

CLOTILDE.—No me sorprendería nada.

MARIANA.—(En el colmo de su ansia.) ¿Lo crees así de veras?

CLOTILDE.—¿Por qué no?

MARIANA.—(Estallando en un suspiro de alegría, de descanso, de profundo alivio.) ¡Ay! ¡Dios te lo pague, tía Clotilde! Cuánto bien me haces… (Deja caer hacia atrás la cabeza, respirando abiertamente.)

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