La Neomudéjar
La Neomudéjar se presenta a sí misma como centro de artes y espacio museístico. Ocupa un edificio digno de ser leído con atención. No solo porque en su recepción se puedan comprar libros interesantes sino ya de entrada por su continente arquitectónico, su contenido pasado y presente, y por su ubicación y articulación en el espacio urbano. Vecina del Panteón, del convento dominico que fue el de Bartolomé de las Casas incluso, y de la Fábrica de Tapices, la Neomudéjar parece simbolizar esa promiscuidad artesanal y social tan típicamente madrileña, tan como de revolución industrial cojitranca, inacabada, más épica si cabe justo por antiheroica.
Madrid, sobre todo a raíz del desaforado desarrollo urbanístico desde los años 60 del siglo XX, ha sido descuidada con su patrimonio industrial, especialmente el ferroviario. Líneas e instalaciones fueron aniquiladas sin dejar rastro. Lo cual es más trágico en tanto en cuanto el planteamiento radial de la red de transportes y comunicaciones española hizo que el sector tuviera un gran peso proporcional respecto al conjunto industrial de la ciudad y de su entorno inmediato. Otra memoria histórica sumergida: la de la tecnología y el trabajo. En este sentido estos antiguos talleres de mantenimiento de la Compañía MZA (Madrid a Zaragoza y Alicante), integrada en Renfe en 1941, son un testimonio excepcional más allá de su actual y apreciable utilización como centro artístico de vanguardia. Con una localización cargada de sentido histórico pues dicha instalación industrial había sido construida sobre terrenos de uso agrícola hasta el siglo XIX: la Huerta de la Campanilla.
Además, desde nuestro punto de vista politécnico La Neomudéjar se encuentra a tiro de piedra de dos de sus centros académicos relacionados con aquel pasado: La ETS de Ingeniería Civil y la ETS de Ingeniería y Diseño Industrial. Así que no hay excusas: hay que visitar este venerable templo donde parece oírse aún el eco de la gestación tenaz y laboriosa, a pie de tajo, de una gran metrópoli: el Madrid contemporáneo. Es muy probable que os topéis allí también con alguna que otra propuesta estética del inmediato presente, como eslabón de un pulso urbano que no se detiene.
La Neomudéjar en: Biblioteca UPM.
Caray, suena fantástico!
Además la zona no tiene desperdicio: la casa encendida, el centro dramático nacional de lavapies, y tantas librerías … 🙂
Esta recomendación estuvo redactada y lista para publicar cuando nos sobrevinieron pandemia y confinamiento. Parece buena ocasión ahora que decae el estado de alarma y con la debida prudencia sanitaria, pues me consta que La Neomudéjar sigue abierta y prosigue su actividad. Sugeriría cerrar el círculo de esta zona de alta densidad histórica con el paseo vía Méndez Álvaro hasta la estación de Delicias (Museo del FC) aprovechando la pasarela panorámica que atraviesa los terrenos por ahora baldíos de Adif, al noroeste del Parque Tierno Galván. Esta visión nos da una idea del peso del tren en la historia madrileña, se me antoja lo más parecido que tuvo la ciudad a un puerto marítimo en época industrial.