Cervantes. Rinconete y Cortadillo (I)
-Pues de aquí adelante -respondió Monipodio- quiero y es mi voluntad que vos, Rincón, os llaméis Rinconete, y vos, Cortado, Cortadillo, que son nombres que asientan como de molde a vuestra edad y a nuestras ordenanzas, debajo de las cuales cae tener necesidad de saber el nombre de los padres de nuestros cofrades, porque tenemos de costumbre de hacer decir cada año ciertas misas por las ánimas de nuestros difuntos y bienhechores, sacando el estupendo para la limosna de quien las dice de alguna parte de lo que se garbea y estas tales misas, así dichas como pagadas, dicen que aprovechan a las tales ánimas por vía de naufragio; y caen debajo de nuestros bienhechores el procurador que nos defiende, el guro que nos avisa, el verdugo que nos tiene lástima, el que, cuando uno de nosotros va huyendo por la calle y detrás le van dando voces: “¡Al ladrón, al ladrón! ¡Deténganle, deténganle!”, se pone en medio y se opone al raudal de los que le siguen, diciendo: “¡Déjenle al cuitado, que harta malaventura lleva! ¡Allá se lo haya; castíguele su pecado!” Son también bienhechoras nuestras las socorridas que de su sudor nos socorren, ansí en la trena como en las guras; y también los son nuestros padres y madres, que nos echan al mundo, y el escribano, que si anda de buena no hay delito que sea culpa ni culpa a quien se dé mucha pena; y por todos estos que he dicho hace nuestra hermandad cada año su adversario con la mayor popa y soledad que podemos.
Rinconete y Cortadillo en la Biblioteca UPM