La caída del Museo Británico, David Lodge
David Lodge
La caída del Museo Británico (The British Museum is Falling Down)
Anagrama, 2000
Ahora las tardes, después de que cierren el Museo Británico, me parecen intolerables; y pienso que, para variar, podrías dejarme algo para leer.
Barón Corvo (Carta a Grant Richards)
Adam Appleby, con sólo 25 años, está casado y es padre de tres hijos. Malvive de una exigua beca para hacer su tesis sobre la novela victoriana y cada día ocupa sin mucho provecho el sillón Karl Marx de la sala de lectura del Museo Británico (British Library).
La beca está a punto de finalizar y Adam está especialmente alterado por el posible cuarto embarazo de su mujer, ya que como católicos practicantes sólo usan los métodos anticonceptivos aprobados por el Papa, lo cual es una fuente continua de preocupación y desasosiego.
Con este historial empieza esta novela, un día en la vida de Adam, un día que comienza mal y resulta plagado de situaciones desquiciadas.
Una parodia cariñosa hacia el mundo académico y hacia los católicos que, como comenta el propio Lodge, gusta especialmente a los lectores católicos y a los universitarios. También tiene muchos guiños para los bibliotecarios.
Hay tópicos que retratan el mundo universitario: las continuas quejas sobre la propia situación, el jugar a “si yo fuera ministro de educación”, las fantasías en las que uno logra la gloria académica gracias al hallazgo de un manuscrito largo tiempo buscado, el eterno doctorando que nunca acaba su tesis…
Uno de los pasajes más divertidos es cuando se describe la reacción de los habituales de la Biblioteca ante la orden de desalojarla por un aviso de incendio:
(Los lectores) estrechando sus cuadernos contra el pecho como si fuesen preciosas joyas arrebatadas de los camarotes de un barco hundido, se arremolinaban frente a la puerta pidiendo que les dejasen salir. Una señora avanzó hacia el ordenanza y le puso en los brazos un enorme montón de hojas escritas a máquina:
– No me importa lo que me pase a mí- dijo llorando-, pero salve mi tesis doctoral.
David Lodge, uno de los autores más divertido del panorama literario anglosajón, nació en Londres en 1935 y es profesor honorario de Literatura Inglesa moderna en la Universidad de Birmingham, ciudad en la que vive actualmente.
Se define a si mismo como un “católico agnóstico” y el catolicismo está muy presente en sus novelas clasificadas como “novela académica” porque se desarrollan en ambientes universitarios ingleses. Es autor también de crítica literaria, guiones para televisión y obras teatrales.
Otros títulos de este mismo autor que recomiendo: Buen trabajo, Terapia, Pensamientos secretos, ¡El autor, el autor!, Intercambio, La vida en sordina.
Obras de David Lodge disponible en las bibliotecas de la UPM.
El mundo anglosajón tan desabrido en algunos aspectos, tiene islas de vida comunitaria (y gratuita) donde percibes una extraña empatía de los que allí se refugian. Cuando vives allí y te sientes sólo, esos lugares (museos y bibliotecas) te ayudan a vivir, yo los recuerdo como un rayo de sol en ese clima inhóspito. Voy a ver si localizo este libro. Gracias por la reseña.
Para muchos bibliotecarios de los países continentales europeos, especialmente los latinos, la biblioteca pública anglosajona ha constituido siempre un modelo a considerar. Por una parte porque ponía el acento en la difusión del fondo y la generosidad en el préstamo, y no en la mera función de conservación frecuentemente acompañada de obstáculos al acceso del usuario. Y en segundo lugar, pero no menos importante, por su orientación práctica abierta a todos los saberes y no primordialmente asociada, como pasaba por acá, a los contenidos literarios: o sea el usuario asociaba mentalmente la biblioteca con búsqueda general de información en todos los órdenes y no solamente con libros de literatura de creación culta.
Hay quien atribuye esta orientación divergente a causas históricas remotas. En la estela de Weber se ha puesto el acento en la influencia del protestantismo (incluyendo aquí desde luego también el episcopalismo anglicano). La liturgia compartida entre los fieles y los clérigos, y en lengua vernácula -no en latín incomprensible para el vulgo-, habría escorado a esa civilización hacia la popularización de la lectura. A ello se habrían sumado simultánemente o poco después los efectos del típico clima desapacible, de la revolución científica (incluyendo la agrícola) y los imperativos de la revolución industrial (obtención de una mano de obra mínimamente cualificada, “leída”). Es difícil simplificar todos estos procesos, pues también hay ejemplos de civilizaciones “de libro” como la islámica que entraron precisamente en estancamiento cultural -y por supuesto bibliotecario- casi en esos mismos siglos y tras un esplendoroso pasado medieval. En todo caso, en las tres últimas centurias los países anglosajones han ido por delante en alfabetización general de la población y también han sido lo suficientemente ricos como para sufragar todas esas bibliotecas.
No cabe duda de que la tradición bibliotecaria anglosajona es uno de los grandes activos ¿intangibles? de la cultura humana. Por eso es lamentable ver que en esos mismos países se aprecien síntomas de desapego político hacia ese patrimonio: las restricciones económicas del actual gobierno británico que ya han llevado al cierre de muchas bibliotecas públicas, surfeando fácilmente sobre la percepción insensata del “todo-está-en-internet”.
Esperemos que esta “caída” de Lodge no sea un metáfora amarga de caerse con todo el equipo… Saludos,.
Me alegro de que la reseña te haya animado a leer esta novela. Creo que no te defraudará. En la UPM no lo tenemos pero yo lo he cogido de una biblioteca pública para releerlo de nuevo. Lodge en general es muy divertido y la mayoría de sus novelas se desarrollan en el mundo académico.
Gracias por la reseña, he descubierto una novela divertida y ácida. Aún no la he terminado, pero de momento no está nada mal.