En junio de 2013 el presidente egipcio Mohammed Morsi fue tajante cuando le preguntaron por la presa que estaba construyendo Etiopía en el curso del Nilo Azul: su comentario “todas las opciones están abiertas” causaron especial revuelo teniendo en cuenta que poco después varios políticos fueron grabados inintencionadamente comentando la posibilidad de un ataque aéreo a dicha obra. Si bien el comentario no pasó a mayores, las tensiones entre Egipto, Sudán y Etiopía no han disminuido desde entonces.
Hoy en día esta presa, llamada Presa del Gran Renacimiento, es un asunto de interés nacional para los tres países, y es que en sí misma resulta un claro ejemplo de cómo un proyecto de obra civil puede suponer una bendición o una maldición según a qué parte afectada preguntes: Por un lado tenemos a Egipto, la cual depende casi en exclusiva del agua del Nilo tanto para su abastecimiento de agua potable cómo para su agricultura y economía. Según datos del gobierno egipcio el 55% de la población depende de este sector, bastando tan solo una reducción del 2% del cauce actual para dejar sin medio de subsistencia a 200.000 familias. Por otro lado tenemos Etiopía, uno de los países africanos que crece a mayor ritmo tanto en población cómo en economía. El gobierno etíope tiene como prioridad la obtención de electricidad para el crecimiento de una emergente clase media, por lo que dicha presa supone una oportunidad sin precedentes que generaría incluso excedentes en la obtención de electricidad y que ayudaría sacar de la pobreza a una gran parte de su población. Por último están los países limítrofes con Etiopía de entre los que destaca Sudán, los cuales se beneficiarían de los excedentes en la producción eléctrica y, además, evitaría las crecidas (de hasta 8 metros) del Nilo Azul que suponen cuantiosas pérdidas por inundaciones.
El origen de todo este conflicto se remonta al año 2009, cuando el gobierno etíope realizó unas prospecciones en la región de Benishangul-Gumuz a unos pocos kilómetros de la frontera con Sudán, encontrando una zona óptima para la construcción de la presa. Dos años más tarde, el 31 de marzo de 2011, Salini Costruttori se hizo con la construcción un día después de que saliese a concurso público. Desde entonces las tensiones entre Egipto y el resto de los países implicados no han hecho si no crecer. En 2012 se creó un panel de expertos con técnicos de los 3 países para discutir aspectos técnicos con el fin de llegar a una solución. Pero ni el compromiso de Etiopía, ni las regulaciones sobre caudales mínimos, ni la presión de todos los países colindantes a Etiopía han conseguido aplacar a Egipto. La situación se complica si tenemos en cuenta que la mayoría de los acuerdos internacionales, en cuanto al reparto del agua del Nilo, son tratados coloniales impuestos por Gran Bretaña que suelen beneficiar notablemente a Egipto, como uno de 1929 que le garantiza el 65% del caudal u otro de 1902 que prohibía a Etiopía la construcción de obras hidráulicas sin el visto bueno del gobierno británico.
Recientemente, en septiembre de este año, las negociaciones entre ambos países volvieron a fracasar por enésima vez debido a la intransigencia de todas las partes. Y eso pese a que las discusiones ni siquiera han llegado a la etapa de valorar el impacto de la represa, sino que aún se centran en cómo se determinará ese efecto. El conflicto ya no es solo político, también es social: En Etiopía se ha convertido en motivo de orgullo nacional igual que la presa de Asuán lo fue en Egipto en la década de 1960, hasta el punto de que los funcionarios han renunciado a un mes de paga anual para financiarla. Sea como sea, la construcción de la presa continúa y se espera que acabe a finales de 2019.
Atendiendo a aspectos más técnicos, la presa supone todo un desafío. Una vez construida sería la mayor presa hidroeléctrica de África y la séptima o décima del mundo (varía según las fuentes). Con un presupuesto estimado de 4.700 millones de US $ (aproximadamente el 10% del PIB nacional), la planta podría generar 6,45 gigavatios de potencia eléctrica. La presa trabaja a gravedad, siendo sus dimensiones 1.755 metros de longitud por 155 metros de altura, con un volumen final de 10,2 millones de m3 de hormigón. La cuenca producida tendrá una superficie mayor a la de Londres, con un volumen de 74.000 hm3, tardando entre 5 y 15 años en llenarse completamente.
La construcción de esta obra supone una situación inédita en el mundo ya que la causa de conflicto es el control del agua dulce. Este ejemplo y otros dados en diferentes partes del mundo ponen en relieve la importancia que el agua como recurso va a tener en el futuro, llegando a provocar tensiones internacionales y, en el peor de los casos, conflictos bélicos. Si bien no parece que vaya a haber una solución próxima a la Presa del Gran Renacimiento, confiemos en que la necesidad de consenso fuerce una salida diplomática. Y que las experiencias adquiridas en el proceso sirvan para evitar conflictos similares en el futuro.
VICTOR ALEXEI GARCIA INOZEMTSEV