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LA IMPORTANCIA DEL CASERIO VASCO EN EL PAISAJE URBANO

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Julen Iruarrizaga. Máster en Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos.

En esta reflexión entorno al caserío vasco, se analizará brevemente la historia que le precede en el contexto socioeconómico y también su importancia en el presente, siendo hoy en día Patrimonio Cultural del País Vasco, obteniendo un papel importante a la hora de conservar dicho patrimonio mediante normativas de la Ordenación del Territorio.

El caserío vasco, en Euskera “Basoko herria= Baserria” que implícitamente significa Comunidad del Bosque, pasó de ser una sencilla cabaña de madera y recubierta con techo vegetal; convirtiéndose, en lo que a día de hoy se conoce como el caserío vasco moderno, una estructura de madera compuesta por fachadas de piedra. 

Históricamente, el caserío no sólo hacía referencia a la vivienda en sí, si no que también, a los terrenos comunales que lo componían. Estos terrenos eran imprescindibles para el sustento económico del caserío; desde la agricultura hasta las importaciones al extranjero, por ejemplo, de armas fabricadas por los herreros en los propios caseríos (puntas de lanza para las picas).

En la actualidad, no existe ningún caserío de más de 500 años de antigüedad, no obstante, existen restos de aquellas comunidades. Muestras de ello, se hallaron en el caserío Besoitaormaetxea en Berriz (Vizcaya) tras encontrar cimientos del siglo XI, convirtiéndose en el caserío vasco datado más antiguo. 

La paz social, la instauración del mayorazgo y la tecnología de la carpintería y cantería importada de Europa propiciaron el florecimiento del caserío vasco moderno, el caserío que hoy en día se puede ver y habitar; edificaciones singulares y emblemáticas que toman una importancia relevante en el Patrimonio Cultural del territorio, a la hora de conservarlos y hacer que las nuevas viviendas que puedan proyectarse estén técnicamente condicionadas por ellos.

Sin embargo, la industrialización cambió radicalmente las reglas del juego en la estructura de explotación que el caserío ya que el florecimiento de fábricas siderometalúrgicas, textiles, cementeras y papeleras atrajo a los excedentes de la población rural y provocó primero, el abandono de los caseríos menos productivos, acabando finalmente también con muchos de los más productivos, lo que derivó a los grandes propietarios a perder el interés por su patrimonio agrícola amasado a través de generaciones. Sin duda, fue una época en la cual la existencia del caserío peligró.

Aun así, en los años 80-90, en pleno aumento de las grandes urbes del País Vasco, la sociedad se percató de la calidad de vida que aporta el ámbito rural, por lo que mucha gente trató de reconstruir o reformar aquellos caseríos que años atrás quedaron deshabitados, suponiendo un descontrol absoluto ya que apenas existían normativas y reglamentos que estuvieran ligadas a la conservación arquitectónica del caserío. Bajo mi punto de vista, se tardó demasiado en frenar casi dos décadas de proliferación de chalets en el medio rural, que probablemente fuera por intereses políticos; hasta que se creó una nueva ley la cual expone que, en la Comunidad Autónoma Vasca, las Directrices de Ordenación Territorial prohíben en suelo no urbanizable el uso de vivienda uni o bifamiliar aislada no vinculada a explotación agroganadera. (DOT, 1997. Art. 10.1)

Respecto a las construcciones que existían anteriormente y que están abandonadas permite su recuperación mediante rehabilitación siempre y cuando se conserve la estructura de la vivienda, al menos en altura y planta. Además, se prohíbe la construcción de una vivienda justificada a partir de la existencia de un resto anterior, como por ejemplo, un pilar o una pared; o como también ha sido muy habitual basarse en algún apunte de las antiguas escrituras; siendo éstas, excusas que a menudo se han utilizado para conseguir permisos de construcción.

Y no solamente eso, sino que también se regula la reforma de viviendas que ya estaban construidas anteriormente, en las cuales solamente se consideran residenciales aquellas que antes ya cumplían esta función; es decir, no es posible convertir en vivienda lo que antes era un establo, por ejemplo.

En la imagen 1 se muestra un claro ejemplo de la presión urbanística de nuevas edificaciones en un ámbito rural del municipio de Elorrio (Vizcaya). Se aprecia claramente la estructura territorial de las dos zonas: La primera de ellas, la zona izquierda, en la cual predominan los chalets unifamiliares y adosados (Construidos antes del año 2000) y en la segunda, en la parte derecha de la imagen, se encuentra el Barrio de Cenita, compuesto por diversos caseríos todos a dos aguas y de tamaño considerable con sus respectivos terrenos colindantes para fines agrícolas o ganaderas.

En ésta última zona, a partir del año 2000 se han reconstruido diversos caseríos debido al deterioro estructural que sufrían y en la imagen número 2 se muestra la reforma de uno de ellos.

Por último, me gustaría añadir una imagen más para reflejar las consecuencias de las nuevas urbanizaciones en el paisaje rural. En la imagen 3 se muestra una fotografía tomada desde el caserío Ortuguren, donde se pueden apreciar las viviendas de la urbanización de en frente, sin concordancia respecto al estilo tan característico vasco que el Barrio Cenita tiene en su conjunto.

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