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Impacto ambiental de las torres de alta tensión

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Noé Vitos Álvarez

Encender la luz de nuestra habitación, cargar la batería del teléfono, mantener fría la comida dentro de la nevera o ducharnos con agua caliente, suponen la necesidad de transporte de la energía eléctrica desde las subestaciones eléctricas hasta nuestros hogares, sin embargo, en la gran mayoría de ocasiones desconocemos que efectos e impactos acarrean estas comodidades.

Por otro lado, el almacenamiento de esta energía no puede darse en grandes cantidades comparado con otras fuentes de energía como lo son el gas, el petróleo o el carbón. Es por ello necesario distribuir la energía generada al momento a los consumidores, siendo inevitable una red de distribución. 

Esta distribución se consigue gracias a las torres eléctricas, las cuales sirven de apoyo a los conductores eléctricos para poder distribuir la energía, estas varían su tamaño en función del uso y del voltaje requerido, llegando a ser de madera, hormigón o en su gran mayoría, de acero. 

Este tipo de líneas eléctricas supone un gasto inferior al de las subterráneas, ya que el costo de excavación y el paso de una línea a nivel subterráneo puede llegar a ser hasta 4 veces el de la transmisión aérea. Sin embargo, este ahorro en costes conlleva un impacto visual, ambiental y social mayores.

En cuanto al impacto ambiental, la construcción de una línea eléctrica aérea supone la segmentación y fragmentación del territorio, afectando a los suelos y la masa vegetal arbórea. El mantenimiento de estas líneas conlleva a la eliminación constante de vegetación, provocando un aumento de incendios en épocas de sequía. 

También existen importantes impactos sobre las aves, cada año mueren por electrocución o por colisión más de 30000 aves en España, de las cuales la gran mayoría son especies amenazadas, como el águila real y perdicera, búho real o alimoche. Según un estudio elaborado por el departamento de biología animal de la Universidad de Barcelona, la electrocución en líneas eléctricas es un 50% de las causas de muerte no natural del águila perdicera.

Cabe destacar el exceso de torres de alta tensión que podemos encontrar en la ladera de la montaña de Santa Cruz de Mieres, Asturias, pertenecientes a la subestación eléctrica Soto – Ferreros (Figura 1 y 2), provocado por la acumulación de torres de diferentes tensiones, construidas en distintas etapas de la subestación. La ampliación de ésta supuso el incremento de torres alrededor de las anteriores, conllevando a inundar la ladera de la montaña de estos amasijos metálicos. 

Las líneas eléctricas generan campos electromagnéticos debido a la corriente eléctrica alterna que circula por los conductores, a su vez, los transformadores son los encargados de variar el voltaje mediante inducción magnética. Así, la electricidad sufre una serie de procesos y traslados durante su trayecto hasta el consumidor.

Desde la planta generadora, el alto voltaje llega a través de las líneas de transmisión a estaciones intermedias de potencia donde se comienza a reducir, siendo en esta parada ya utilizado por las industrias. De no ser así continúa su viaje hacia otras subestaciones, donde se reduce nuevamente mediante transformadores para llegar a pequeñas industrias. Por último, la corriente llega a los núcleos urbanos tras su última transformación para poder ser transportada dentro de la ciudad. Sin embargo, se pueden encontrar líneas de muy alta tensión enterradas dentro de las ciudades y en barrios residenciales. 

Esto se debe en gran parte a la expansión de las ciudades, donde antes existía una distancia considerable con respecto a la ciudad para ubicar torres de alta tensión, el crecimiento ha provocado la construcción de edificios colindantes a estas zonas de elevado electromagnetismo.

Existen numerosos estudios donde se trata de interpretar e investigar los efectos potenciales sobre la salud de los campos electromagnéticos generados por los cables de alta tensión, lo cual ha sido una cuestión muy controvertida desde hace mas de 20 años. Estudios efectuados en Suecia, Alemania y Nueva Zelanda han indicado un posible nexo con el cáncer, mientras que estudios semejantes realizados en el Reino Unido, Noruega, Canadá y los EEUU no han encontrado ninguna prueba de riesgos para la salud.

La conclusión a la que llegamos es que pese a ser incierta su afección a la salud de las personas, las torres de alta tensión suponen un impacto ambiental y visual enormes tanto para las personas como para la fauna aérea. Lo que debería tenerse en cuenta para valorar alternativas y soluciones que eviten la construcción de estos gigantes metálicos.

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