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PROYECTO GASÍSTICO EN AGUAS DEL MEDITERRÁNEO

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Víctor Jiménez Cubero

Día 1 de octubre del año 2012. Un pequeño seísmo de magnitud 4,2 e intensidad de grado 3 en la escala EMS produjo alarma social entre los vecinos de los municipios costeros de Tarragona y Castellón, mas su origen no se debía a la habitual sismicidad de la zona, si no al plan de enorme envergadura que se estaba ejecutando frente a la costa de esa región. Nos estamos refiriendo al mayor proyecto de inyección de gas en el subsuelo llevado a cabo en nuestro país, a miles de metros de profundidad, bajo el lecho marino, que acabó conociéndose con el nombre de Proyecto Castor. 

Éste trascendió no solo por la magnitud de la obra, que pretendía embolsar hasta 1 900 millones de metros cúbicos de gas, sino por los impactos derivados de la inyección y la sospecha, además, de haber seguido el proyecto un procedimiento de evaluación ambiental deficiente.

Para una primera toma de contacto con el tema, decir que el Proyecto Castor, aprobado en el 2008, fue el último y mayor de los 5 proyectos de almacenaje de gas en el subsuelo español. Se planteó con el buen criterio de retener gas procedente de las importaciones del extranjero (pues España tiene una gran dependencia del exterior en cuanto a recursos energéticos se refiere) y servirse de él en caso de puntas de consumo o dificultades en su adquisición. Se aprovecharía el antiguo yacimiento petrolífero de Amposta, en la costa de Vinaroz (Levante), para inyectar gas conducido desde la red básica de gaseoductos a la plataforma off-shore del antiguo pozo (21km mar adentro) y desde ésta, insuflarlo a 1750m de profundidad. La naturaleza porosa de las calizas que en su momento albergaron la bolsa de petróleo posibilita dicho almacenamiento. 

Imagen 1. Plataforma offshore frente a la costa de Vinaroz. (Fuente: https://elpais.com/)

El método de llenado se ideó de forma que la inyección de gas desplazase el agua que entonces rellenaba los poros del estrato calizo. Éstos se llenarían de gas y quedarían en perfecta estanqueidad por la presencia de una capa superior impermeable. De darse el caso, y llenando de nuevo con agua el depósito, podría recuperarse. Fue un proyecto ambicioso, que prometía brindar recursos de emergencia a España. Sin embargo, los problemas iniciaron ya en el año 2012 desde la primera fase de inyección.

Imagen 2. Esquema General de instalaciones. (Fuente: https://geologicas.ucm.es/)

En lo referido a los impactos derivados del proyecto, desde el citado inicio de llenado en el 2012, y hasta el año siguiente, se produjeron más de 500 terremotos. Si bien la aparición de este fenómeno estaba prevista, no lo era el que fuesen de magnitud perceptible (se preveían microseísmos de magnitud 1, a lo sumo 2). Informes posteriores del IGN, ya en el año 2014, delataron la relación directa entre el llenado y el aumento de frecuencia de temblores en la zona. También localizaron la existencia de una falla, al margen de la de Amposta, hasta entonces no cartografiada (se bautizó como falla Castor). Esta nueva grieta no fue en absoluto considerada en el proyecto y en los informes se aseguraba, además, que no se tuvo en cuenta el documento de impacto por sismicidad inducida para evaluar los daños derivados y la peligrosidad del proyecto.

Tras el aumento del malestar ciudadano, el del coste, a casi el triple del previsto inicialmente (de 600 a 1 700 millones de €) la caída en el consumo y las recomendaciones del IGN, se procedió al cese permanente de las actividades en la plataforma, que ya llevaban inactivas desde un año antes cuando se produjeron los primeros problemas con la inyección del llamado “gas colchón”. El temor a reactivar la falla disuadió posteriores intentos de extraer el gas ya almacenado.

Las conclusiones que de aquí se extraen son que el proyecto gasístico, fracasado desde el punto de vista político y técnico, trajo consigo una repercusión importante en lo que se refiere a costes para las arcas del Estado, pues se tuvo que indemnizar a una de las empresas encargadas de acometer el proyecto por la suspensión repentina de éste (así se acordó en la concesión) y supuso un desembolso para un proyecto que nunca se llegó a completar. Fue calificado, años después, de “caprichoso e innecesario”. Además, un buen programa de vigilancia ambiental podría haber prevenido los peores temblores, pues el gas no se estaba inyectando con la presión recomendada, siendo éste quizás el factor desencadenante. Cabe también añadir que, si el estudio geológico se hubiese hecho con rigor, se habría localizado la falla. Si por entonces aún no existía, significa que se abrió con el inicio de los trabajos, tratándose entonces de un impacto negativo, directo, de carácter irreversible y no previsto, para el cual no se contemplaba ninguna medida.

Para finalizar, no pretende este artículo reprobar la manera en que se gestionó el proyecto por parte de la constructora, pero sí se ha considerado interesante por su valor didáctico para la asignatura de Ingeniería Civil y Medio Ambiente, pues se trata de un ejemplo claro de la alta dimensión de los impactos que acarrea un proyecto que no cuida el estudio de la repercusión ambiental. La alternativa 0, para este caso concreto, hubiese sido más favorable y es posible que de haberse sabido, nunca se hubiesen llevado a cabo las inyecciones.

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