¿Se puede medir la cultura de evaluación de un país?

evaluación país

Aunque el proceso de adopción de prácticas evaluativas atienda a las mismas razones en los diversos países, su grado de utilización e institucionalización, así como la cultura de evaluación alcanzada, es muy diferente.
Estas diferencias se relacionan, por un lado, con el hecho de que sean los parlamentos quienes cuenten con competencias en el ámbito de la evaluación o, por el contrario, éstas recaigan únicamente sobre los niveles ejecutivos. Por otro lado, también está relacionado con los distintos niveles de centralización o descentralización existentes. Países como Canadá y Suecia, desde mediados de los años setenta, y Gran Bretaña en 1983, han llegado a constituir Unidades Especializadas en el Control y la Evaluación de las Políticas Públicas siguiendo el modelo de la GAO Norteamericana.
La pregunta que podríamos formularnos es si es posible medir la cultura de la evaluación de un país, y si alguien ha intentado medirla. La respuesta es que sí. Un estudio realizado sobre la evaluación de las políticas públicas en 21 países de los cinco continentes que lleva por título International Atlas of Evaluation (Furubo et al., 2002) concluye con la elaboración de un ranking sobre el estado de la cultura de la evaluación entre esos 21 países. Los indicadores utilizados fueron:

  1. Campos de la política donde se realiza evaluación.
  2. Suministro de evaluadores nacionales en distintas disciplinas.
  3. Discurso nacional referente a la evaluación.
  4. Organizaciones profesionales.
  5.  Grado de institucionalización en el Gobierno.
  6.  Grado de institucionalización en el Parlamento.
  7. Pluralismo de las instituciones o de los evaluadores que llevan a cabo las evaluaciones en cada campo de la política.
  8. Evaluación en el Tribunal General de Cuentas
  9. Proporción de evaluaciones resultantes en relación con los resultados y procesos de evaluación.

 

El resultado de aplicar esos indicadores podemos verlo en el siguiente mapa donde se ve que los países con mayor cultura evaluadora se sitúan en norteamérica y norte de Europa, además de Australia:

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Mapa del estado actual de la cultura de la evaluación en 21 países. Fuente: Elaboración propia a partir de Furubo et al., 2002

Sobre un total de 18 puntos los resultados se reflejan en la siguiente tabla:

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Resultados del estudio del estado actual de la cultura de la evaluación en 21 países. Fuente: Elaboración propia a partir de Furubo et al., 2002

En el caso de la Unión Europea, donde se aprecia una alta cultura de evaluación, es en 1988 cuando la evaluación queda institucionalizada. La reglamentación europea introduce la obligatoriedad de evaluar los programas cofinanciados por sus fondos que cubren una gran variedad de ámbitos de actuación. Desde entonces, se han llevado a cabo un gran número de evaluaciones en todos los países miembros. En Europa la institucionalización de las prácticas está requiriendo de un cuerpo común más unificado y un direccionamiento adecuado, siempre desde un planteamiento flexible que ayude a la mejora generalizada en la concepción de los procesos evaluativos y, por extensión, en la obtención de resultados útiles y en la aplicación/integración de los mismos.

 

Referencias citadas:

Furubo, J.E., Rist, R.C. & Sandahl, R. (2002). International Atlas of Evaluation. Comparative Policy Analysis Series. New Brunswick: Transaction Publishers.

La evaluación en la Sociedad del Conocimiento

informatica

Con el desarrollo de la informática y las telecomunicaciones los sistemas de información han ido ido evolucionando en los últimos años, ganando en eficacia y almacenando mayor cantidad de información en el menor espacio posible. Actualmente existen enormes sistemas de información gestionados por ordenadores para la recogida de datos sobre cualquier cosa que pase en el mundo. Cientos de satélites recogen cantidades masivas de información de todo tipo, climática, geográfica, ambiental, social, etc.

Nuestra sociedad —la Sociedad del Conocimiento y las comunicaciones— ha desarrollado la capacidad de generar, almacenar, transmitir, e instantáneamente comunicar información. Diferentes organizaciones han comenzado a construir sistemas para la gestión de esta ingente cantidad de información. Según la web whois source actualmente hay 142 millones de dominios activos en internet, y en torno a mil millones de páginas. También se ha estimado que se han publicado más de 50 millones de artículos científicos y la producción científica se duplica cada nueve años.

El reto está en discriminar, saber qué información merece la pena. Existen respuestas pero no preguntas, las empresas tienen datos sobre todos los aspectos de sus clientes pero no saben qué necesitan saber sobre ellos. “¿Qué merece la pena saber? Esta es la pregunta clave de la Sociedad del Conocimiento. La importancia de esta situación para la evaluación es el hecho de que nunca como hasta ahora en la historia de la humanidad, ha sido tan verdad la afirmación de que el conocimiento es poder”.

El poder ha sido definido de diferentes modos a lo largo de los años. De acuerdo con los historiadores, los seres humanos aparecieron hace 3-5 millones de años en el Este de África. Durante mucho tiempo los hombres vivieron de la caza constituyendo pequeñas sociedades. Después vino la revolución de la agricultura hace unos 10.000 años y la revolución industrial hace 300. En el último cuarto del siglo XX hemos visto emerger la era de la información. En la era de la agricultura el poder estaba en la tierra, en la era industrial el poder estaba en el capital. En la era de la información el conocimiento es poder, con el conocimiento acertado se puede conseguir tierra y capital.

La evaluación —como actividad para la mejora, fortalecimiento y adquisición de capacidades y no como simple generación de resultados e informes— aborda las preguntas fundamentales de nuestro tiempo: ¿En qué información merece la pena fijar la atención?; ¿cómo juntar la información de cara a convertirla en conocimiento?; ¿cómo sabemos qué es real? (Patton, 1999). A estas cuestiones señaladas por Patton podemos añadir una cuarta: ¿cómo discriminar la información buena de la mala?

Ante las innumerables cuestiones a las que puede responder un evaluador ante una evaluación concreta, el gran reto está en resolver qué merece la pena saber y hacer para obtener información útil en un momento adecuado para la toma de decisiones. En definitiva, averiguar qué es lo que crea la diferencia entre lo que la gente hace.

La evaluación se ha convertido en una profesión clave para la eficacia. Los evaluadores no son sólo consultados para la evaluación sino también para el diseño de programas, especialmente en Norteamérica. Los evaluadores han analizado muchos programas y pueden ayudar a mejorar su eficacia. En esta línea se ha creado todo un campo de investigación para el estudio de los expertos de evaluación para averiguar qué es lo que les capacita como tales expertos. Parte de esta investigación es el desarrollo de la inteligencia artificial en la evaluación, sistemas expertos que puedan ayudar a la evaluación.

El papel clave de la evaluación para mejorar la programación a través de una adecuada retroalimentación y mejorar la gestión de los programas a través de un adecuado seguimiento o monitoreo, es en la actualidad ampliamente reconocido. A través de la evaluación se pueden determinar los efectos socioeconómicos de las acciones emprendidas, compararlos con los recursos invertidos, analizar su coste y mejorar las futuras políticas, programas y proyectos a través de la retroalimentación y lecciones aprendidas, y proporcionar así una base para la responsabilidad y la fundamentación a los encargados de tomar decisiones en acciones futuras. Se trata en definitiva de comprender mejor para actuar mejor, resolver mejor los problemas y lograr mejor los objetivos buscando el perfeccionamiento de los resultados.

El potencial pleno de las actividades evaluativas de seguimiento o monitoreo se pueden comprender sólo cuando se ven como parte integral del proceso de gestión y los directores de los programas aceptan su importancia y utilidad. La buena gestión necesita y demanda un buen sistema de información, pero este sistema, por muy robusto que sea conceptualmente, no puede sobrevivir a una gestión ineficaz o a estructuras de gestión mal diseñadas. La finalidad del seguimiento o monitoreo es ayudar a la gestión a establecer y mantener un sistema de información y a utilizarlo con oportunidad. El seguimiento comprende también la confrontación de los datos registrados del programa y la recopilación de datos suplementarios para el análisis y la interpretación que se precisan a fin de adoptar decisiones relacionadas con el funcionamiento del programa.

gestionRetroalimentación y capacidad de aprendizaje en las funciones de seguimiento y evaluación.

Referencias citadas:

Patton, M. Q. (1999). Utilization- Focused Evaluation in Africa: Evaluation Training Lectures delivered to the Inaugural Conference of the African Evaluation Association. Ed. P.N. Chaiban and M. Patel.

Construyendo un sistema de valores

Una de los principales activos de un profesional de la evaluación es el sistema de valores que utiliza para realizar sus evaluaciones. Este sistema constituye la fundamentación y una de sus principales aportaciones al trabajo que realiza, la base necesaria para los juicios de valor con los que ha de concluir sus evaluaciones. Este sistema lo construye cada evaluador a medida que se va ganando experiencia, lo que no significa que cambie y por tanto goce de cierto relativismo. Más bien lo que significa es que el evaluador va profundizando en la realidad objetiva con la que trabaja, descubriendo nuevos valores que se le podían haber pasado por alto, o calibrando la importancia relativa entre los valores que ya maneja.

valores

El contexto en el que se trabaja hace que se apliquen unos valores u otros, o se de una importancia mayor a unos que a otros. Es el caso de hacer una evaluación de programas de desarrollo rural en un país desarrollado frente a hacerla en un país en vías de desarrollo. En el primer caso el contexto puede hacer aflorar la importancia de los valores medioambientales, en el segundo caso, un contexto donde la gente muere de hambre puede ensombrecer los valores medioambientales. Esta circunstancia no debe confundirse con el relativismo. La realidad sigue siendo la que es y los valores que la fundamentan también. Los dos contextos están fundamentados por unos mismos valores —e.g. el valor de la vida humana y el valor de los bienes medioambientales— simplemente afloran unos valores u otros, y su importancia relativa, a la hora de realizar un juicio de valor. En los dos casos el valor de la vida humana es preponderante, pero en el caso del país desarrollado puesto como ejemplo se respeta y se cuida ese valor, circunstancia que permite poner el foco de la evaluación en otro tipo de valores.

 

La pregunta que podemos hacernos aquí es ¿cómo se construye un sistema de valores?, ¿de qué fuentes se nutre un sistema de este tipo? Enumeramos a continuación algunas de las fuentes más comunes:

  • Valoración de necesidades (needs assessment): una primera fuente de valores surge durante el proceso de diagnóstico y la observación de las necesidades existententes en un determinado contexto.
  • Definición y comprensión del objeto a evaluar (definitional): en el caso de un programa de desarrollo una fuente común de valores está relacionada con la definición de los impactos (sociales, económicos, ambientales) esperados.
  • Lógica: otra fuente de valores está relacionada con el propio razonamiento de forma que lo que se evalue esté formalmente de acuerdo con los principios básicos de la razón.
  • Marco legal: valores que derivan de la legislación vigente que pueda ser aplicable o valores acordados con quien patrocina la evaluación y que normalmente pone unos requerimiento iniciales.
  • Ética: valores que en muchas ocasiones pueden no estar incluidos en el marcol legal, o incluso pueden rebatir algunos de los valores legales.
  • Marco personal y organizacional: En relación a los objetivos personales u organizacionales de aquellos individuos u organizaciones implicados en una evaluación.
  • Fidelidad: normalmente en relación a la implementación de un determinado programa y la fidelidad a la misión con que fue creado.
  • Estándares profesionales: valores establecidos por autoridad, costumbre o consentimiento general.
  • Juicio experto: relacionado normalmente con los estándares más comúnmente usados y elegidos por expertos profesionales.
  • Estándares históricos, tradicionales y culturales: normalmente variables en función del tiempo y del contexto.
  • Mérito científico y tecnológico.
  • Políticos: pueden ser algo artificiosos e interesados, y hay que abordarlos con cierto cuidado.
  • Riesgo: en relación al daño potencial, su probabilidad, su grado de incertidumbre…

Fundamentación teórica de la evaluación: Teorías del valor y teorías de la práctica

La fundamentación teórica de la evaluación se asienta en las teorías del valor y las teorías de la práctica. Éstas últimas hacen referencia al papel de evaluador, objetivos, métodos y usos de evaluación, la naturaleza de las evidencias… temas que trataremos con extensión en otros artículos. Abordamos aquí las teorías del valor, que estudian la naturaleza del valor y su relación con los hechos.

valores
La cuestión de fondo es que ha habido, y hay hoy en día, ámbitos científicos que desprecian las ciencias sociales al considerar que son cuestión de juicios subjetivos que no llevan a hacer verdadera ciencia. Podríamos considerar que ese hacer ciencia consiste en establecer leyes generales, y en ciencias sociales aunque es más difícil no es imposible establecerlas. No todo ha de ser probado por el método científico: observación sistemática, medición, experimentación, la formulación, análisis y modificación de hipótesis. De hecho sabemos con certeza muchas cosas que no han sido probadas por el método científico, por ejemplo el hecho de que los Andes se han levantado por la subducción de placas oceánicas por debajo de la placa Sudamericana.
El problema es que ese desprecio está contribuyendo a mermar la contribución que las ciencias sociales pueden hacer a la sociedad. Hay oportunidades que aprovechar y problemas importantes que resolver: el hambre, la pobreza, la corrupción, el narcotráfico, la violencia, el desempleo… La cuestión está en que no podemos hablar de estas cuestiones sin entrar a términos evaluativos, esa es la razón por la que la cultura de la evaluación está entrando con tanta fuerza en la actualidad.
La cuestión central de la evaluación no es la emisión de juicios de valor sino los hechos que son juzgados. El problema viene cuando se plantea que no hay una verdad objetiva y la realidad es cuestión de preferencias. La adopción y extensión en el mundo occidental de una doctrina relativista que se resiste a reconocer la existencia de valores objetivos acompañó el nacimiento de las ciencias sociales, que lastran desde entonces las consecuencias de esa adopción. Hoy en día el relativismo está extendido en la forma de pensar de mucha gente y estrecha enormemente las posibilidades de las ciencias sociales. Si no hay conclusiones morales relativas a valores objetivos, no hay conclusiones evaluativas y es difícil establecer legitimidad en la toma de decisiones.
La ética, un sistema de valores, es la fundamentación necesaria del campo profesional de la evaluación. La evaluación es una cuestión de valores. Necesitamos hacer confluir los hechos con valores objetivos para resolver cuestiones reales e importantes, y la tendencia en las últimas décadas ha sido la de separlos en una especie de esquizofrenia colectiva. El relativismo no es la respuesta a los problemas de la sociedad. Es posible que encontremos muchos grises a la hora de establecer los valores, pero ese no es un problema insalvable sino un problema en el que hay que trabajar, pues en muchos casos puede darse una respuesta a la pregunta de cómo deberíamos valorar un hecho concreto. La primera respuesta sería acudir al valor del mercado, pero estamos hablando de encontrar algo más que un valor monetario. El evaluador busca el valor objetivo y verdadero de algo en el contexto de unas necesidades concretas; valores objetivos y contextualizados de lo que estemos evaluando teniendo en cuenta especialmente a la gente que interactúa con nuestro objeto de evaluación.

En este contexto, las teorías del valor estudian la naturaleza y justificación de los valores, cómo y por qué se contruyen los juicios de valor, y describen los valores y la posible supremacía de unos valores sobre otros. En un terreno más práctico, las teorías del valor definen cuatro pasos lógicos (llamada también lógica de evaluación) para la construcción de un juicio (Fournier, 1995; Scriven, 1995):

  1. El primer paso es definir los criterios sobre los que se ha de centrar la evaluación. Los criterios son propiedades esencialmente relacionadas con el objeto a evaluar y que determinan su bondad, valor e importancia. Se trata de aquellas condiciones que deben cumplir las intervenciones y que por tanto son el objetivo de las actividades de evaluación. El camino para una buena evaluación es el camino de los criterios, no de los indicadores, pues los indicadores son variables empíricas estadísticamente conectadas con los criterios, pero frecuentemente inestables en su validez, y en ocasiones fácilmente manipulables.
  2. El segundo paso consiste es establecer los estándares, es decir, los niveles de cumplimiento, específicos y medibles, que se exigen sobre un criterio. Este paso es el más difícil y para realizarlo puede acudirse a estándares de comparación (benchmarking) comparando nuestro objeto de evaluación con otro que consideramos adecuado.
  3. En el tercer paso se mide la actuación en cada uno de los criterios definidos y se compara con sus respectivos estándares. Esto dará idea del grado de cumplimiento alcanzado por la intervención.
  4. Finalmente se sintetiza la información en un juicio sobre el mérito, valor o importancia de la intervención en relación con los criterios y estándares definidos.

Referencias citadas:
Fournier, D. M. (1995). Establishing evaluative conclusions: A distinction between general and working logic. New Directions for Evaluation, 68, 15-32
Scriven, M. (1995). The logic of evaluation and evaluation practice. New Directions for Evaluation, 68, 49-70

 

Lógica de intervención: articulando control, seguimiento y evaluación

La siguiente figura visualiza cómo se puede plantear la articulación entre el control, seguimiento y la evaluación: el control se queda en los medios, el seguimiento alcanza las realizaciones materiales y parte de los resultados, mientras que la evaluación profundiza hasta los impactos a largo plazo.

Articulación entre el control, seguimiento y evaluación en términos de resultados e impactos

Articulación entre el control, seguimiento y evaluación en términos de resultados e impactos.

 

En términos de contenido de la evaluación, ésta deberá articularse de forma coherente a la estructura de los programas, haciendo corresponder a cada ámbito del programa (necesidades, objetivos, medios, realizaciones, resultados e impactos) unos criterios de evaluación específicos. La siguiente figura esquematiza las relaciones que se pueden establecer para juzgar el valor de un programa, lo que se ha venido llamando lógica de intervención o modelo lógico.

Intervención lógica de un programa

Intervención lógica de un programa.

 

Esta lógica de la programación tiene una gran incidencia en el seguimiento y la evaluación. La propia programación de las intervenciones se realiza a partir de un cierto número de hipótesis que permiten esperar que las acciones planificadas vayan a producir determinados resultados y generar determinado tipo de impactos. Así, las intervenciones se programan:

 

  • En un contexto determinado y atendiendo a unos objetivos globales (marcan los impactos a largo plazo esperados) que ofrece la perspectiva básica desde la que deberán implementarse las intervenciones.
  • Estos objetivos globales suponen la consecución de una serie de objetivos específicos (marcan los resultados esperados) que permiten precisar la naturaleza y características de las intervenciones a realizar.
  • La ejecución de estas intervenciones implica la realización concreta de un cierto número de acciones que, a su vez, van a producir una serie de realizaciones que deben permitir alcanzar los objetivos operativos programados.

 

El objetivo básico que se asigna al sistema de seguimiento de los programas consiste en verificar con regularidad su realización progresiva y efectiva, tanto física como financiera, así como las realizaciones y parte de los resultados respecto a los objetivos prefijados. Como refuerzo al sistema de seguimiento las evaluaciones deben aportar un juicio crítico sobre los impactos obtenidos y contribuir, con regularidad, a una gestión eficaz. De esta forma, el seguimiento del programa sigue la lógica esquematizada:

 

  • Las acciones realizadas, consumidoras de una cantidad determinada de recursos (medios), dan lugar a unas realizaciones que han de juzgarse en base a los objetivos operativos.
  • Las realizaciones dan lugar a unos resultados que deben contrastarse con los objetivos específicos prefijados.
  • Estos resultados dan lugar a la generación de un impacto global que es el que debe compararse con los objetivos globales con ayuda de la evaluación.

 

A la hora de evaluar los impactos generados por el programa conviene tener presente que éstos no son ni mecánicos ni automáticos y pueden haberse visto afectados por factores de incidencia externos al propio programa. En este sentido, se apunta el interés de comprobar con el sistema de seguimiento las relaciones de causalidad (indicadores) entre las acciones y los resultados, así como entre los resultados y los impactos.

 

De esta forma, en sentido descendente, los objetivos específicos de un nivel deben servir como marco de referencia global para la intervención en el nivel inferior y constituyen su objetivo básico, mientras que los resultados esperados de un determinado nivel constituyen los objetivos específicos que han de alcanzarse con la intervención en el nivel inferior.

 

A la inversa, en sentido ascendente, los objetivos específicos de un nivel constituyen los resultados que se espera conseguir en el nivel superior y, del mismo modo, el objetivo global de un nivel es contribuir a la consecución del objetivo específico del nivel superior.

 

La aplicación de la lógica de intervención no es sencilla y debe realizarse caso a caso, teniendo en cuenta los recursos movilizados y la propia complejidad de las intervenciones.

 

Además de articular el seguimiento y la evaluación ayudándose de la lógica de intervención, es importante articular los distintos ejercicios de evaluación de un programa: las evaluaciones previa, intermedia y final. A las evaluaciones intermedias, debido al momento de su realización, se les asigna una influencia directa en la configuración de los programas para lo cual deben ayudar a la identificación de sus deficiencias y presentar recomendaciones que favorezcan su mejora y/o modificación.

 

Las evaluaciones intermedias quedan así estrechamente relacionadas, por un lado, con las evaluaciones previas (con el objeto de determinar si los objetivos fijados en la fase de planificación se están alcanzando) y, por otro lado, con las evaluaciones finales/posteriores (con el objeto de incluir las disposiciones necesarias para la medición resultado final). Cuando estas relaciones son débiles, bien por la falta de un nivel de precisión adecuado en la definición y cuantificación de los objetivos en las evaluaciones previas, bien por deficiencias en el propio sistema de seguimiento, tanto las evaluaciones intermedias como las finales/posteriores se resienten y no llegan a cumplir plenamente su función.

 

Integración entre los programas y sus evaluaciones en las diferentes fases de aplicación

Integración entre los programas y sus evaluaciones en las diferentes fases de aplicación.

 

En la figura se refleja la interacción entre un programa y su evaluación en las diferentes fases de aplicación. Las flechas de línea discontinua indican que en la evaluación se obtiene y procesa información sobre los resultados y el impacto del programa aplicado. Las flechas de línea continua indican el momento de la evaluación y como las conclusiones y recomendaciones de esa evaluación deben incidir en el programa y en su aplicación o en las medidas que den continuidad al mismo. El esquema indica también que la evaluación debe aprovechar los resultados de evaluaciones anteriores (flechas superiores), es decir, que la evaluación intermedia debe tener presentes los resultados de la previa, y la evaluación final las conclusiones de la evaluación intermedia.

 

Relación entre seguimiento y evaluación

El seguimiento y la evaluación están íntimamente vinculados. Ambos constituyen instrumentos necesarios para aportar elementos de juicio al proceso de toma de decisiones y demostrar la rendición de cuentas. Ninguno de los dos reemplaza al otro. La evaluación aprovecha la base de datos creada durante el proceso de seguimiento, suplementándola según sea necesario con datos sobre el efecto causado por el programa y repasando la información combinada en el curso de un período prolongado a fin de juzgar lo realizado.

Funciones de seguimiento

 

Las funciones de seguimiento y evaluación de un programa de desarrollo. Fuente: Elaboración propia.

 

Las características y diferencias de una y otra actividad se definen en la siguiente tabla:

 

Características y diferencias entre seguimiento y evaluación

Seguimiento

Evaluación

Continuo Periódica, en etapas importantes: a mitad del período de implementación del programa, al final o al cabo de un período sustancial después de finalizado el programa
Análisis poco profundo, supervisa, analiza y documenta los progresos registrados Análisis a fondo; compara la planificación con los logros reales
Se centra en el seguimiento del beneficiario y en las realizaciones físicas y financieras Se centra en el análisis del planteamiento y lógica de intervención, aplicación y gestión, y en el impacto
Responde qué actividades se realizaron y qué resultados se obtuvieron Responde por qué y cómo se obtuvieron los resultados al contar con una mayor profundidad en el análisis.
Alerta a los administradores acerca de los problemas y brinda opciones para la adopción de medidas correctivas Brinda a los administradores opciones de estrategia y de política
Análisis interno (autoevaluación) de los gestores y los interesados locales Análisis externo a cargo de los evaluadores externos
Consumo interno del que se benefician los gestores y los interesados locales de la intervención Consumo interno y externo del que se benefician los gestores, los interesados locales y los encargados del control externo de la intervención

 

El seguimiento debe ser integrado a la estructura de gestión del programa, pero la evaluación, con sus horizontes más amplios, no es necesariamente un componente tan integral. Debemos considerar el seguimiento y la evaluación como funciones independientes una de la otra. Se encuentran separadas por sus objetivos, períodos de referencia, necesidades de análisis y usuarios. Pero una vez destacadas las diferencias, es necesario hacer constatar que hay características comunes que realzan la relación existente entre las dos actividades.

El seguimiento del programa y la evaluación deben colaborar con objeto de utilizar los recursos de manera eficiente sin perder de vista la finalidad primaria de acopiar recursos para información interna del programa, esto es, el suministro de un sistema de información diseñado para satisfacer las necesidades de gestión del programa.

Relación entre las funciones de seguimiento y evaluación

Relación entre las funciones de seguimiento y evaluación

 

Conceptos relacionados con la evaluación: seguimiento, control, auditoría, investigación

Al no haber unidad de criterio al definir el seguimiento y la evaluación se produce una cierta confusión semántica por lo que trataré de llegar a unas definiciones adecuadas dentro del campo del desarrollo (U.N., 1984; Casley & Kumar, 1990; FAO, 1999; Comisión de la UE, 1999; 2002).

Lo más práctico es comprender el uso de los términos de seguimiento y evaluación, advirtiendo la relación existente entre ellos y las distinciones que cabe establecer. Esta distinción depende del uso y significado que se haga de ellos. En Norteamérica el seguimiento es conocido como la gestión de sistemas de información (management information systems), dejando claro que el propósito de ambas actividades es más para la gestión que para la evaluación (Patton, 1997).

Por seguimiento podemos entender la valoración continua tanto del funcionamiento de las actividades del programa en el contexto de los calendarios de ejecución como de la utilización de los insumos del programa por parte de las poblaciones fijadas como objetivo en el contexto de las expectativas del diseño. Un examen exhaustivo y periódico de los recursos, productos (outputs) y resultados de las intervenciones.

El seguimiento es parte integral del día a día de la gestión. Responsabilidad de los gestores encargados de la implantación de una intervención. El seguimiento es una actividad interna del programa (evaluación interna) realizada por los propios gestores del programa, parte esencial de una buena práctica de gestión y, por tanto, parte integral de la gestión diaria.

Esto supone que gran parte de la labor de vigilancia será realizada por los propios gestores de programa, con la ventaja de asegurar una retroalimentación óptima de las enseñanzas adquiridas, pero puede adolecer de una falta de independencia. Esta última deficiencia puede subsanarse, al menos en parte, mediante unas normas rigurosas de planificación que exijan una clara indicación de los criterios de efectividad y de las metas que han de alcanzarse, y el establecimiento de las metodologías ordinarias de examen y evaluación que han de aplicarse.

Se distinguen en el seguimiento dos tareas fundamentales, por un lado la elaboración de un sistema de información, y por otro, la valoración continua de la marcha del programa que llamaremos autoevaluación (self-evaluation), de consumo interno y basada en el sistema de información.

El seguimiento se basa en un sistema de información coherente que incluye informes, estudios, balances, indicadores, etc. Ese sistema comprende los registros básicos físicos y financieros, los detalles de insumos y servicios suministrados a beneficiarios y los datos obtenidos de encuestas y otros mecanismos de registro, diseñados específicamente para atender a la función de seguimiento. Sin embargo, la evaluación, por lo común lleva consigo el establecer comparaciones que requieren información procedente externa al programa, en tiempo, zona o población.

La autoevaluación puede definirse como un proceso sistemático de valoración continua (evaluación sobre la marcha) de la pertinencia, eficiencia y eficacia de un programa durante su ejecución, realizado por los gestores de una intervención. La autoevaluación debe ser un ejercicio de reflexión interna de carácter voluntario dirigido a facilitar el aprendizaje. La autoevaluación trata de ejercicios sencillos encaminados a poner el acento en las recomendaciones prácticas que permitan el aprendizaje social y posibles cambios de rumbo en los programas.

La autoevaluación y el sistema de información deben estar diseñados uno en función del otro de manera que en el sistema de información se incluyen casi todos los campos cubiertos por la autoevaluación. En muchas ocasiones la línea divisoria entre ambos resulta muy tenue y no es posible decir dónde se detiene uno y comienza el otro. Cualquier diferencia entre estas dos actividades es meramente de énfasis. El sistema de información tiende a enfocarse más a las cuestiones de ejecución del programa, en tanto que la autoevaluación aborda los resultados probables de las intervenciones. Y en general puede decirse que el sistema de información alimenta la autoevaluación y posibilita la elaboración de recomendaciones prácticas, cuya verificación y uso permitan la mejora de la intervención.

sistema de informacion

 

De acuerdo con esta visión, las descripciones individuales de seguimiento del contacto con el beneficiario, de las realizaciones físicas y financieras y la evaluación interna en conjunto constituyen lo que se ha venido llamando seguimiento del programa. En definitiva podemos definir el seguimiento como: La actividad interna de una intervención, realizada por los propios gestores como parte integral de la gestión diaria, que realiza una valoración continua del contacto con los beneficiarios y de las realizaciones de la intervención sobre la base de un sistema de información y autoevaluación y dirigida a facilitar el aprendizaje, el fortalecimiento, adquisición de capacidades y la mejora continua.

La evaluación se distingue de otros procedimientos más normativos, tales como el control, la auditoría (audit) financiera o de gestión, que están encaminados a verificar, ya sea la regularidad, ya sea la legalidad o la ortodoxia financiera, o incluso a detectar errores, fallos o vicios de procedimiento. La principal distinción con la evaluación está por tanto en el objetivo y centro de atención, que en el caso de la evaluación es la valoración del mérito, valor e importancia. En otros términos, la evaluación no debe ser una herramienta de legitimación o deslegitimación de la ayuda, sino un mecanismo de aprendizaje que retroalimente información hacia quienes toman las decisiones. Otra distinción es quién realiza cada actividad: el seguimiento la realizan los gestores de una intervención, la evaluación evaluadores externos que se contratan, y el control y auditoría típicamente está relacionada con los organismos públicos de control.

 

Por último la evaluación se distingue de la investigación también en su objetivo: mientras que la investigación busca demostrar aspectos de la realidad con evidencias científicas, la evaluación busca mejorar esa realidad a través de juicios de valor en los que se pueda apoyar la toma de decisiones. La investigación busca en primera instancia aumentar el conocimiento (generalizable) en un determinado campo del saber mientras que la evaluación busca ayudar a la toma de decisiones y servir a propósitos específicos de las partes interesadas afectadas por lo que se está evaluando. Esas partes interesadas son las que en gran medida marcan la agenda de la evaluación, mientras que la agenda de la investigación la suele marcar el investigador que la realiza. La motivación por tanto también suele tener un enfoque distinto: curiosidad e interés científico en el caso de la investigación, y solucionar un problema concreto en el caso de la evaluación.

 

Referencias citadas (Puedes conseguir un ejemplar pinchando en los enlaces):

 

CASLEY, D. J. & KUMAR, K. (1990). Seguimiento y evaluación de proyectos en agricultura. Banco Mundial. Madrid: Mundi Prensa.

COMISIÓN DE LA UNIÓN EUROPEA (1999). The MEANS collection: Evaluating socio-economic programes. From the programme entitled MEANS: Means for Evaluating Actions of a Structural Nature. Directorate General XVI for Regional Policy and Cohesion. Office for Official Publications of the European Communities. Luxembourg.

COMISIÓN DE LA UNIÓN EUROPEA (2002). Project Cycle Management Handbook. Evaluation Unit of the EuropeAid Co-operation Office. March 2002. Version 2.0. Freiburg, Germany.

FAO (1999). Evaluación en el contexto del Marco Estratégico y del nuevo modelo de programación. Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Roma.

PATTON, M. Q. (1997). Utilization-Focused Evaluation: The New Century Text (3ª Ed.). Thousand Oaks: Sage Publications.

 

U.N. (1984). Guiding principles for the design and use of monitoring and evaluation in rural development projects and programmes. ACC Task Force on Rural Development. Panel on monitoring and evaluation. United Nations. Roma.

 

Buscando una definición de evaluación

La evaluación no debe ser vista ante todo como una actividad técnica o metodológica. Tampoco ha de ser entendida como la elaboración de informes. Es una actividad que principalmente implica pensar. La evaluación es en su sentido más profundo una vía para reflexionar sobre lo que está pasando. Muy íntimamente unida a esta apertura de un ámbito para reflexión, está el potencial de la evaluación para hacer repensar y analizar, generar capacidades entre la población afectada por un proceso de evaluación, y la mejora de las intervenciones que modifican la realidad que les rodea.

La evaluación como práctica profesional se ha venido definiendo como “el proceso de determinar el mérito, interés e importancia de las cosas” (Scriven, 2005, p. 235). Pero veamos cada uno de estos tres términos.

El mérito (merit) está relacionado con las propiedades intrínsecas, características o atributos de lo que estamos evaluando en comparación con los criterios de calidad utilizados. Por ejemplo, en el caso de una manzana estaríamos hablando de su sabor, apariencia, color, estado de madurez… En la evaluación de programas decimos que un programa tiene mérito cuando: 1) cumple con lo que estaba llamado a hacer, logrando los resultados esperados, y 2) supone una diferencia significativa en la realidad como consecuencia de su implementación.

manzana
El interés (worth) es la estimación de lo que vale lo que estamos evaluando en comparación o equivalencia a otra cosa, típicamente el dinero. Así que mientras el mérito puede ser difícil de medir, el valor suele expresarse en un valor monetario fácilmente medible. En el caso de la manzana estaríamos hablando de su precio. En el caso de la evaluación de programas podemos estar hablando de la comparación de dos programas (uno más barato que otro y por tanto con más valor) o la comparación de un mismo programa en dos sitios distintos (uno con más impacto que otro y por tanto con más valor).

mercado manzanas

La importancia (significance) se refiere a los valores y significación que asociamos a aquello que estamos evaluando. Es preguntarse por lo que lo hace especial o significativo para unos individuos concretos. En el caso de la manzana podríamos estar hablando de su importancia por quién me la ha regalado o por el hecho de que es lo único que tengo para comer; su mérito y valor pueden ser pequeños pero su importancia mucha. En el caso de la evaluación de programas podemos hablar de programa ineficaces, con impacto muy limitado, pero con una alta importancia por su valor simbólico por ser el único que cubre una determinada necesidad de un sector vulnerable de la población.

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La evaluación supone así la emisión de un juicio por parte de un sujeto sobre el mérito derivado de las características intrínsecas de lo que evaluamos, el interés en referencia a una determinada moneda (u otro referente que se considere adecuado) y la importancia en relación a características adheridas por el contexto y las personas que rodean lo que evaluamos. Pero es fundamental que ese juicio sobre el mérito, interés e importancia que se emite se fundamente en hechos objetivos y concretos. La evaluación es una actividad en la que partiendo de los hechos (objetivos) llegamos a un juicio (realizado por un sujeto) sobre esos hechos. Este juicio es subjetivo por naturaleza, pero deberá tratar de aproximarse a la realidad y objetividad de los hechos lo máximo posible.

En la evaluación de programas, podemos decir que una evaluación es una valoración, tan sistemática y objetiva como sea posible, de un proyecto, programa o política en marcha o terminado, su diseño, aplicación y resultados (Comisión de la UE, 2002). Evaluar una acción, una operación, un proyecto, un programa, significa examinarlo en su contexto de aplicación, para poder apreciar los efectos en relación con una situación de referencia, y juzgar su impacto en relación con los objetivos perseguidos: impacto global, utilidad social, interés económico… En este sentido, la evaluación es una valoración periódica del programa en el contexto de sus objetivos declarados (Casley & Kumar, 1990).

Una evaluación debe proporcionar unas informaciones creíbles y útiles, que permitan integrar las enseñanzas sacadas en la toma de decisiones. Para ello es importante preservar la independencia y objetividad de los evaluadores con respecto a los gestores y autoridades financieras, y que la evaluación constituya una actividad externa del programa realizada por profesionales ajenos a la gestión y control del programa.

La evaluación aplicada a un programa de desarrollo, examina de que manera el programa, y las diversas operaciones que lo integran, aporta soluciones a los problemas identificados, alcanza los objetivos fijados, crea nuevos valores económicos, sociales y culturales, así como las condiciones de una dinámica sostenible de desarrollo. En definitiva podemos intentar definir la evaluación de programas como: La actividad externa de una intervención, tan sistemática y objetiva como sea posible, que lleva a cabo de forma periódica el análisis y valoración a fondo de la intervención o aspectos concretos de ella, su diseño, aplicación y resultados, con referencia a unos criterios y estándares explícitos; lo que lleva a un juicio de valor sobre el mérito, interés e importancia y a una oportunidad para el aprendizaje y mejora continua de la intervención y la toma de decisiones sobre futuras intervenciones.

Referencias citadas:

CASLEY, D. J. & KUMAR, K. (1990). Seguimiento y evaluación de proyectos en agricultura. Banco Mundial. Madrid: Mundi Prensa.

COMISIÓN DE LA UNIÓN EUROPEA (2002). Project Cycle Management Handbook. Evaluation Unit of the EuropeAid Co-operation Office. March 2002. Version 2.0. Freiburg, Germany.

SCRIVEN, M. (2005). Logic of evaluation. In S. Mathison (Ed.), Encyclopedia of evaluation (pp. 235-238). Thousand Oaks, CA: Sage.