Se trata de una obra del Ingeniero de Caminos Javier Manterola, particularmente famoso por su trabajo como proyectista de puentes. Está localizado en la ciudad de Zamora, de reciente ejecución y se convierte en el cuarto puente que une las dos márgenes de la ciudad separadas por el río Duero.
Está situado a unos 900 m del Puente de Piedra y comunica el barrio de Olivares y el Campo de la Verdad, en la margen derecha, con el barrio de San Frontis en la margen izquierda y unos metros más abajo de Los Pelambres, habitual zona de recreo en los meses de verano. La infraestructura libera totalmente de tráfico al Puente de Piedra, que actualmente ya es peatonal, y mejora las conexiones a la ciudad de Zamora.
Históricamente, el río Duero hacía las veces de frontera sur del núcleo principal de población y al alzarse sobre una amplia meseta rocosa y estar en buena parte circundado por murallas, se ganó el sobrenombre de “la bien cercada”. Hoy en día esta zona forma fundamentalmente el casco antiguo de la ciudad y es aquí donde encontramos la mayoría de iglesias y mansiones del siglo XII que conforman el extraordinario conjunto de arquitectura Románica de Zamora, el mayor de España y uno de los más importantes de toda Europa, otorgándole la denominación de Ciudad del Románico, algo que debía respetar el nuevo Puente de los Poetas.
Debido al crecimiento de la población y a la expansión de la ciudad, lo que en la Edad Media era una gran ventaja como frontera se convirtió en un problema. El Duero separa núcleos de población muy importantes del resto de la ciudad y es por esto que se fueron construyendo otros puentes a lo largo de la historia. Hoy en día son otros tres puentes los que cruzan el Duero a su paso por Zamora uniendo ambas orillas, acompañados ahora también por el Puente de los Poetas.
En primer lugar está el ya citado Puente de Piedra, que durante siglos fue el único paso del río en la ciudad. Su construcción data del Siglo XIII y ha sido reformado posteriormente en varias ocasiones para facilitar el tránsito de vehículos. En la actualidad es uno de los símbolos más representativos de Zamora.
En segundo lugar tenemos el Puente de Hierro, que se trata de un puente construido a finales del siglo XIX y que cuenta con cinco tramos roblonados de celosía metálica tipo Cruz de San Andrés, con 253 metros de longitud total, apoyados sobre pilas de fábrica.
Por último el Puente de los Tres Árboles forma parte del tramo de entrada a la ciudad a través de la autovía urbana ZA-13. Es el más ancho y grande de los tres y cuenta con cuatro carriles, dos en cada sentido.
La reciente construcción del Puente de los Poetas supone, como decíamos, el cuarto puente que comunica ambas orillas de Zamora. Tiene una longitud de 424,50 metros, salvados mediante seis vanos en total, entre los que destacan los tres centrales, encargados de cruzar el cauce del Duero, con 92 metros de luz cada uno. En planta, el puente es curvo con un radio constante de 650 metros y su sección transversal es de cajón, con una losa superior de 14,7 metros donde se alojan dos aceras y dos carriles.
Los accesos al puente constituyen un nuevo sistema viario compuesto por cuatro tramos diferenciados que permiten enlazar con las carreteras de Almaraz y la N-122, en la margen derecha, y con la carretera de Carrascal y la CL-527, en la izquierda, mediante un conjunto de seis nuevas glorietas. De este modo se mejora la comunicación y vertebración urbana, así como la comunicación interurbana, al conectar ambas carreteras sin la necesidad de atravesar el casco urbano de Zamora.
La metodología constructiva de los vanos del puente no fue homogénea si no que se emplearon dos métodos constructivos: los vanos 3, 4 y 5, que abarcan el cauce del río, fueron construidos por voladizos sucesivos de ejecución in situ; mientras que los vanos 1,2 y 6 fueron construidos con cimbra cuajada, con la particularidad de que en el sexto vano la cimbra fue porticada para salvar el cauce de un arroyo que impedía apoyar las torres de cimbra.
Se trata de un puente que ha querido hacer un guiño al cercano Puente de Piedra, de ahí la construcción de unos ojos emulándolo, y que no ha querido ser el protagonista del espacio, pues deja el puesto a la cercana Catedral. Precisamente por ese motivo no se planteó en ningún momento un puente atirantado u ostentoso: no tendría cabida en un lugar tan emblemático. Sin embargo, encajarlo en un entorno así supuso también el mayor problema a la hora de proyectarlo.
Por ello, es fundamental la ligereza visual de la que está dotado el tablero, lograda gracias a la suma de varios factores como son el hecho de disponer un canto tan reducido y el juego de la planta curva y en pendiente. Contribuyen también a esta sensación el acabado final en hormigón visto, combinado con la iluminación nocturna.
Desde la margen izquierda del río podemos observar en todo su conjunto este contraste entre la modernidad que supone incluir este puente con la catedral de origen románico y una parte muy bien conservada de la antigua muralla que cercaba la ciudad. Esta es la vista más importante a tener en cuenta respecto a la integración paisajística ya que en la margen derecha es donde se concentra todo el patrimonio de la ciudad.
Podemos concluir, por tanto, que aunque en proyectos de este estilo siempre habrá objetores, lo cierto es que el nuevo puente está anclado en un entorno de gran riqueza monumental de una manera excelente y ya forma parte inseparable de la imagen de Zamora, lo que le ha hecho gozar de una gran acogida por parte de la población, sin olvidarnos que ha hecho posible descongestionar el tráfico en la ciudad y ha permitido la peatonalización del Puente de Piedra, evitando así su deterioro y facilitando su perduración.
Daniel Pérez Martín
Pablo García-Arenal Torán