La resiliencia está en boca de todos. El concepto, derivado de ciencias como la ecología, la psicología o la resistencia de materiales, se emplea actualmente a la mayor parte de los aspectos de la vida incluyendo el hábitat humano por excelencia: la ciudad. Pero, ¿cuál es la definición de resiliencia y cómo se implementa en el entorno urbano?
Según la Real Academia Española, la resiliencia es la capacidad de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Desde sus orígenes en la ecología, donde se asocia la resiliencia de un ecosistema con su capacidad para volver a su equilibrio inicial, el término ha evolucionado y ha incorporado la idea de la adaptación. Es decir, ser resiliente no sólo significa resistir ante un cambio, sino también adaptarse al nuevo escenario, logrando un nuevo equilibrio que mantenga las funcionalidades del sistema. El estudio de cómo choques y disturbios afectan los ecosistemas, ha ayudado a la implantación del concepto de resiliencia en otros tipos sistemas, como el urbano. Asimismo, el campo de la reducción del riesgo de desastres ha ampliado efectivamente un enfoque de preparación para un evento de desastre a una perspectiva más amplia que considera cómo pueden afectar las decisiones de desarrollo, exposición y vulnerabilidad a riesgos diversos en el tiempo y cómo se pueden tomar medidas para reducir las pérdidas y construir resiliencia.
Una ciudad resiliente permite a la población reponerse tras una catástrofe, natural o humana y también tiene un papel fundamental en la lucha contra el Cambio Climático desde la promulgación del Acuerdo de París en el año 2015.
La Nueva Agenda Urbana se aprobó en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible celebrada en Quito, Ecuador, el 20 de octubre de 2016, en ella se erigen como tres pilares principales, la planificación urbana, la legislación urbana y la financiación municipal, que proporcionan un marco útil para la comprensión de la resiliencia en un contexto urbano. Sin una buena planificación urbana, las inversiones pobres y contraproducentes pueden reemplazar a las que son rentables y sostenibles. Sin legislación y buen gobierno, el panorama de inversiones es más incierto y los buenos planes son más difíciles de ver a través y de hacer cumplir.
Los pilares de la Nueva Agenda Urbana proporcionan orientación sobre cómo poner en práctica políticas urbanas que conecten los elementos físicos, sociales, ambientales y económicos de una ciudad.
En su programa de perfiles de ciudades resilientes, Naciones Unidas establece unas pautas para que una urbe sea considerada como tal. Tareas esenciales para ello son la conservación del hábitat natural, la protección de los ecosistemas y barreras naturales y la gestión de amenazas provocadas por la cercanía de los asentamientos a fuentes de agua. Un análisis de riesgo de 616 grandes áreas metropolitanas, que comprende mil setecientos millones de personas, es decir casi el 25% de la población total del mundo y aproximadamente la mitad del PIB mundial, encontró que el riesgo de inundación amenaza a más personas que cualquier otro riesgo natural. Las inundaciones de ríos representan una amenaza para más de 379 millones de residentes urbanos, seguidas de terremotos y vientos fuertes que puedan afectar a 283 millones y 157 millones, respectivamente (Hausmann, 2013). Además, trece de las ciudades más pobladas del mundo son grandes puertos comerciales que son vitales en las cadenas de suministro globales. Muchos de ellos están expuestos a inundaciones y fuertes temporales. En total, según Naciones Unidas “el 80% de las ciudades más grandes del mundo es vulnerable a los terremotos, el 60% corre el riesgo de marejadas o tsunamis y todas enfrentan los nuevos impactos causados por el cambio climático”.
Es tal la importancia de este concepto que la fundación Rockefeller está elaborando el “Desafío de las cien ciudades resilientes”. De momento sesenta y siete urbes han sido elegidas alrededor de todo el mundo, entre ellas una española, Barcelona. La Ciudad Condal fue la primera en crear el departamento de resiliencia urbana, que coordina los esfuerzos públicos y privados ante cualquier crisis y desarrolla proyectos para mejorar las infraestructuras y servicios urbanos. La creación de este marco institucional le ha valido ser reconocida por ONU-Hábitat (organismo promotor de La Nueva Agenda Urbana) como la sede mundial de su programa “City Resilience Profiling Programme”.
Nueva York también forma parte del grupo de ciudades punteras en cuanto a la aplicación del concepto de resiliencia urbana. El huracán Sandy puso en evidencia la necesidad de programas de resiliencia y políticas para llevarlos a cabo, como la sustitución de pasarelas de madera por una red de estructuras de hormigón que proteja el paseo marítimo y las casas adyacentes de las tormentas y de la subida del nivel del mar. Nueva York no ha limitado la importancia de la resiliencia a su franja costera. La fortificación del metro y ferrocarril ante los riesgos de inundación, la construcción de refugios de emergencia, la modernización de edificios para hacerlos energéticamente eficientes, la plantación de árboles, la colocación de las instalaciones electrónicas de los edificios en los áticos, para evitar su inundación, o la inclusión de programas que fomentan la participación ciudadana, así lo demuestran.
Las ciudades chinas Deyang, Haiyan, Huangshi y Yiwu también suponen un gran ejemplo debido a su desarrollada red regional de resiliencia. Su objetivo es establecer una colaboración entre el gobierno, en todos sus ámbitos, y especialistas que asesoren respecto a desastres naturales y crisis urbanas, a través de una buena distribución de los recursos que disminuya las tensiones ciudadanas provocadas por el aumento desmesurado de la población. Además, no hay que olvidar que el gigante asiático es actualmente el mayor productor mundial de energía renovable.
Se puede concluir que, la resiliencia urbana es un proceso vivo que requiere una constante revisión y actualización de la situación de las ciudades. La evaluación de la información disponible permite avanzar en el conocimiento y consolida la toma de decisiones informada y eficaz, optimizando las inversiones para reducir los riesgos y mejorar la vida de todas las personas.
Daniel Hoyos Fernández.
FUENTES:
http://habitat3.org/wp-content/uploads/Issue-Paper-15-Urban-Resilience.pdf
http://www.futurosostenible.elmundo.es/resiliencia/resiliencia-urbana-el-salvavidas-de-las-ciudades
https://ovacen.com/directrices-ecologicas-ciudades-sostenibles/
http://habitat3.org/wp-content/uploads/NUA-Spanish.pdf (Nueva Agenda Urbana)