María Arias
Volvemos atrás en el tiempo, hasta el año 2003, el antiguo estadio Carlos Tartiere de Oviedo está contando los días que le faltan para su demolición, su espacio comenzará a tener un nuevo uso. “40.000 metros cuadrados de superficie del recinto nacen con vocación de convertirse en pilar fundamental del desarrollo económico, cultural y social de la ciudad, contando con el sello y la genialidad del arquitecto más prestigioso de España, premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1999” Así intrigaba El Comercio a los ciudadanos ante la nueva obra que el arquitecto e ingeniero Santiago Calatrava proyectaría en la capital del Principado.
El complejo Buenavista (nombrado así por su localización en el barrio del mismo nombre) tiene prevista la construcción de un Palacio de Congresos, un Centro Comercial y un hotel, además de servir de alojamiento para las nuevas oficinas del Gobierno Regional.
El recinto pretende simbolizar una paloma de la paz, diferenciando, por una parte, un edificio ovoidal con una cubierta o visera móvil formada por 31 costillas de acero blanco, capaz de accionarse mediante un sistema hidráulico; por otra parte, se decide la construcción de un edificio en forma de U elevada del nivel del suelo mediante un sistema de pórticos.
Un centro diseñado por un arquitecto de reputación internacional, en pleno crecimiento regional y con una gran proyección de futuro, sólo nos lleva a imaginar un camino de éxito para este complejo; tal y como lo definió D. Gabino de Lorenzo, el alcalde de la ciudad de Oviedo por entonces, una obra “grandiosa y espectacular”.
En 2005, tras las tareas de cimentación y contención, comienza a levantarse la estructura metálica, finalizando en 2008, cuando se oficializa la apertura del Centro Comercial; el Palacio de Congresos ha de esperar a 2011 para abrir sus puertas.
Este conjunto estructural, a pesar de las elevadas expectativas que presentaba, pronto terminó convirtiéndose en fruto de la pretenciosidad. Tanto en fase de proyecto, como en ejecución y utilización, este complejo no se ha librado de la polémica. Los problemas surgieron al comienzo de la obra, en la cimentación, el desconocimiento o incertidumbre de la magnitud de la obra, hizo que se cimentara mediante losa continua, en lugar de las acertadas zapatas. Un año después de comenzar con el levantamiento de la estructura, una pieza del forjado vence, provocando un accidente que afectó a tres operarios; ocho años más tarde, en 2014, (una vez puesto en marcha el complejo) una serie de denuncias cruzadas entre el arquitecto y la promotora, fallaron contra el diseñador, que, junto con el problema estructural en el forjado, llegó a acumular una multa de seis millones y medio de euros, en conceptos de defectos de construcción, sobrecostes y ausencia de una dirección real de obra. A tal punto llegaron los fallos en la ejecución, que el modelo inicial de proyecto no fue el realmente construido: la visera, calificada por el propio arquitecto como “el alma del palacio”, se tuvo que dejar fija al fallar el sistema hidráulico y el graderío sufrió un derrumbe. Además, una vez admitido el proyecto, se decidió un aumento en el número de oficinas, incrementando consiguientemente el ancho, así como una modificación en el aparcamiento ya proyectado, y la creación de un hotel de 4 estrellas en lugar de 5, por razones de mercado. Asimismo, y según comenta el responsable de la empresa encargada de la instalación eléctrica, Aquilino Zapico, “el centro no está aislado contra el fuego, ni técnica ni acústicamente” advirtiendo además que el asunto es “conocido por Patrimonio”.
Finalmente, tras los sobrecostes y demás problemas ocasionados, el Centro Buenavista, cierra con un coste final de 360 millones de euros, cinco veces más que el presupuesto inicialmente pactado.
A día de hoy, según los datos que ofrece el diario El Comercio, únicamente un 7,5% de la capacidad total del centro está en uso, es decir, de los 40.000 metros cuadrados de superficie útil, solamente son ocupados 3.000 metros cuadrados por comercios abiertos al público. En otras cifras, de los 146 espacios disponibles, el centro abrió sus puertas con 123 locales, de los que se mantienen 30. Pero esto no sólo es plausible en el centro comercial, sino que el Palacio transcurre por una constante caída en el número de eventos y congresos allí celebrados.
Un ágora futurista nadando en una crisis económica, salpicado por demandas judiciales y decaído por el traslado del HUCA a La Cadellada. Y es que esta paloma de la paz ha terminado convirtiéndose en un cangrejo, o por qué no… en un centollu asturiano.