La Presa de Mularroya es una infraestructura que se proyectó con el objetivo de satisfacer las necesidades hídricas de los regantes de varios municipios de Zaragoza, Aragón. Situada en el parque natural de Mularroya, sobre el río Grio, pretende abastecer los amplios cultivos de plantas frutales de la zona, que demandan la máxima cantidad de agua en los meses más calurosos del año.
El proyecto consiste en la construcción de la presa de materiales sueltos, una toma de agua, y un azud de trasvase de agua del río Jalón, pues se estima que el caudal del río Grio no es suficiente para garantizar la demanda. Además, este ambicioso proyecto conlleva la desviación de la carretera nacional II, puesto que un tramo quedará inundado, y la construcción de un túnel de unos 13 kilómetros para hacer posible el trasvase. Ya de antemano se puede pensar que los impactos ambientales serían atroces. Sin embargo, la Declaración de Impacto Ambiental, DIA en adelante, tuvo que ser rectificada para cumplir con la legislación vigente tras las quejas de diversas asociaciones, lo que lo hizo un caso bastante excepcional.
Imagen 1. Presa de Mularroya en construcción. (Fuente: Bogatir ingeniería)
El primer proceso de Evaluación de Impacto Ambiental, EIA en adelante, comenzó en 1994, donde el impacto global fue calificado de moderado – compatible, a pesar de estar situado en un parque natural con zonas protegidas, concretamente la ZEPA del Desfiladero del río Jalón y el LIC de Hoces del Jalón. Se previeron medidas correctoras y protectoras de la vegetación y fauna, algunas de las cuales comento a continuación.
Respecto a la vegetación, se consideró la afección a especies de elevado interés como el Thymus loscossi y la Centaurea pinnata proponiendo el trasplante de estas a otra zona, donde además se permitiera seguir un estudio de la evolución ante este cambio. Puesto que la presa sería de materiales sueltos, se realizarían excavaciones importantes en el parque, pero se presupuestó la siembra de los taludes creados para reducir el impacto sobre el paisaje entre otros. En línea con este impacto, las excavaciones, que serían en parte por voladura, junto con los plazos de la obra, se programaron de forma que no coincidiera con el periodo de nidificación del buitre leonado y el águila perdicera, habitantes de la zona protegida. En cuanto a la fauna, el azud afectaría tanto a las poblaciones piscícolas del río Jalón como a la ZEPA. Algunas propuestas fueron una garantía mínima de caudal y una escala de peces.
La DIA que calificaba el anteproyecto como favorable fue emitida en 2003, tras superar el proceso de información pública y aplicarse ciertas correcciones. Ante este hecho, varias asociaciones ecologistas y vecinales presentaron un recurso contra la Secretaría General de Medio Ambiente y tras la aprobación definitiva del proyecto técnico constructivo de la presa de Mularroya en 2007, presentaron otro recurso contra la resolución de la Dirección General del Agua del Ministerio de Medio Ambiente. El caso llegó a la Audiencia Nacional y en 2009 se publicó la sentencia que anulaba la DIA de 2003 tras la estimación del recurso contencioso.
El gran error de la EIA residía en que la zona del proyecto se había declarado perteneciente a la Red Natura 2000 y no se habían aplicado las correspondientes medidas compensatorias, obligatorias en estos casos. Algunos de los impactos que habían sido previamente estudiados se calificaron de irreversibles, lo que supuso un replanteamiento de las medidas ambientales que se tomarían. Sin embargo, este fallo no impedía el desarrollo del proyecto, pues se había demostrado en el Estudio de Impacto Ambiental, EstIA en adelante, que esa alternativa era la única que satisfacía las necesidades de recursos hídricos de la zona, además de que los impactos de las distintas alternativas resultaban ser bastante similares, por lo que podría ejecutarse la obra.
Este error supuso la reconsideración tanto del EstIA como de la DIA que fue emitida y aprobada nuevamente en 2015, permitiendo que se retomaran las obras en 2016, y que a día de hoy continúan. Las obras tuvieron que ser paralizadas en 2013, a pesar de que ya se había ejecutado el 65% del presupuesto, hasta que se aprobó la nueva DIA.
A modo de conclusión, hemos de aprender de los errores cometidos y a pesar de la gran repercusión negativa que tuvo este caso, no hay que olvidar que el impacto socioeconómico que este proyecto supone es verdaderamente positivo. Evidentemente no hay que dejar de lado al medio ambiente, y es cierto que probablemente se dañara más de lo debido en los primeros años de construcción antes de que se aprobara la nueva DIA, pero “rectificar es de sabios” y hay que valorar también todo lo que se conservó y protegió gracias a esta modificación, solicitada por las asociaciones ecologistas y vecinales, que sin duda hicieron una labor admirable al no rendirse para alcanzar su objetivo.
Teresa López