La evaluación: origen y desarrollo de un nuevo campo profesional

La evaluación: origen y desarrollo de un nuevo campo profesional
6 de octubre de 2015 Evaluación y Desarrollo

 

Estudiar el comienzo de la evaluación es importante para comprender sus pilares fundamentales. Éstos tienden a perderse en el diseño de una evaluación concreta, en un momento determinado y con una serie de recursos.

La evaluación tiene su origen en la misma forma de ser del hombre, se asienta en la curiosidad humana y el deseo de hacer mejor las cosas. La evaluación nació cuando alguien preguntó: ¿cómo sabemos qué es bueno?, ¿cómo sabemos que lo que hemos hecho está bien y bajo qué criterios? Siempre hemos mirado el mundo con espíritu crítico y lo importante es hacer un uso constructivo de ese espíritu para mejorar el mundo en que vivimos.

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Los comienzos de la evaluación y la pérdida del planteamiento inicial

Al estudiar el origen y evolución de la evaluación se pone de manifiesto que tratamos con una disciplina de muy reciente creación en la que todavía queda mucho por hacer. Aunque los seres humanos han tratado de resolver los problemas sociales usando razonamientos y pruebas desde hace siglos, la evaluación como medio de mejorar y asistir la calidad de los programas nació en la segunda mitad de la década de los 60.

Una lección aprendida de las importantes inversiones realizadas durante las décadas de los 60 y 70 es la imposibilidad de tener recursos para resolver todos los problemas y aprovechar todas las oportunidades. Es necesario priorizar las inversiones y para hacerlo eficazmente hace falta una base para decidir dónde y cómo invertir. Como no todo puede ser hecho, debe haber una base para decidir qué cosas merece la pena hacer.

En el caso de los Estados Unidos —que puede considerarse como el país con una tradición más rica y una institucionalización más temprana de las prácticas de evaluación en el seno de las administraciones públicas— la evaluación comenzó con los ambiciosos programas sociales financiados federalmente de la iniciativa Great Society en la segunda mitad de los años 60. Se hicieron grandes inversiones en estos programas pero los complejos problemas que se intentaban resolver con ellos no desaparecieron. Comenzaron los recelos y comenzó una creciente presión para que se demostrase la eficacia de las distintas intervenciones para proceder después al reparto de los limitados recursos.

Esta presión se ha extendido a todos los países donde se ha ido adoptando la evaluación, primeramente Canadá y norte de Europa y actualmente la influencia de esta presión se extiende globalmente como vía de asegurar la eficacia de las inversiones por parte de gobiernos y organismos financiadores.

De esta forma el objetivo inicial de la evaluación de mejorar los programas se ha ido transformando en demostrar que éstos funcionan, con el empobrecimiento que ello supone. A esta situación ha contribuido decisivamente, además de la presión mencionada, la influencia del método científico en la realización de la mayor parte de las evaluaciones. Este método se basa en una metodología hipotético-deductiva para la medición del impacto usando técnicas rigurosas de análisis estadístico. Quizá es adecuado para el análisis de la eficacia pero es muy limitado para ayudar a comprender el complejo mundo que vivimos actualmente.

Como resultado de ambos factores —el histórico crecimiento de la presión por demostrar la eficacia y el dominio de un modelo basado en la medición del cambio— muchas evaluaciones no han tratado temas tan importantes como el proceso, la implementación o mejora de los programas, y se han centrado en el impacto y la medición del cambio. Se apartan así otras cuestiones igual de importantes y se ponen en peligro enriquecedoras iniciativas participativas por no poder ser evaluadas dentro de este esquema.

En la actualidad, se está haciendo hincapié en la importancia de los procesos de evaluación (no solo los resultados), las metodologías participativas y contenidos de evaluación más allá del impacto. Sin embargo, es importante conocer la evolución de este campo profesional para conocer los peligros y presiones que influyen en ella y que siempre tienden a volver, y dar paso a sus inmensas posibilidades para mejorar la vida en nuestras sociedades.

 

Expansión de la cultura de la evaluación

Michael Quin Patton (1999) afirmó que la evaluación es una cultura. Entendiendo el término cultura como un sistema compartido de creencias, valores, normas, costumbres, comportamientos, conocimiento y lenguaje que los miembros de una sociedad usan para afrontar el mundo que les rodea y crear modos de pensar y comprenderse mutuamente. En este sentido, la evaluación es una cultura compartida por los evaluadores y todos aquellos que entran en contacto con su trabajo.

Esta cultura de la evaluación ha ido ganando un creciente reconocimiento (Díaz-Puente, Cazorla, and Dorrego, 2007) y una notable influencia a la hora de impulsar procesos de cambio (Kirkhart, 2000), promover nuevas capacidades y generar aprendizaje (Taut, 2007), así como mejorar la toma de decisión política.

Varios indicadores ilustran la progresiva adopción de la cultura evaluadora: el uso cada vez mayor de la evaluación para sustentar la toma de decisiones en políticas locales, nacionales o internacionales; el crecimiento exponencial de organizaciones profesionales de evaluación; y la creciente diversidad internacional de los asistentes a las conferencias que se organizan en todo el mundo sobre evaluación.

En relación al primer indicador es claro que en el campo de las políticas públicas la práctica de la evaluación se ha ido extendiendo enormemente y está ayudando a dar base científica a la toma de decisiones. Países pioneros en la adopción de esta cultura evaluadora fueron los países norteamericanos y del norte de Europa entre los años 60 y 70. De ahí se ha ido extendiendo enormemente al sur y centro de Europa y demás continentes: Australia, África, Asia y Latinoamérica. En esta expansión de la cultura de la evaluación han jugado un papel importante los principales organismos internacionales, especialmente en los países en vías de desarrollo. Organizaciones como el Banco Mundial o la OCDE han trabajado con numerosos gobiernos de estos países para lograr el reconocimiento y aplicación de la evaluación. En estas organizaciones los componentes de seguimiento y evaluación se han ido proporcionando desde que a mediados del decenio de 1970 se prestó atención especial al desarrollo rural y al alivio de la pobreza.

Otro indicador claro del crecimiento de la cultura de la evaluación es el crecimiento exponencial de las asociaciones y redes de evaluación en éstos últimos años. Comenzando su creación en Canadá (en 1981 se creó la Canadian Evaluation Society, CES) y los Estados Unidos (en 1986 se creó la American Evaluation Association, AEA), actualmente existen alrededor de unas 100 organizaciones nacionales y regionales de evaluación en todo el mundo. Muchas de ellas organizan conferencias y eventos que ayudan al intercambio de experiencias y a seguir extendiendo la cultura de la evaluación a nivel internacional.

Esta internacionalización ha sido acompañada de esfuerzos para construir una comunidad evaluadora a nivel global con el objetivo de compartir experiencias y ayudarse mutuamente. Un importante hito aquí fue el lanzamiento de la Asociación Internacional para la Evaluación del Desarrollo (International Development Evaluation Association, IDEAS) en el 2002 y la Organización Internacional para la Cooperación en Evaluación (International Organization for Cooperation in Evaluation, IOCE) in 2003. La asociación IDEAS proporciona cooperación profesional entre los evaluadores que trabajan en el campo del desarrollo y la organización IOCE proporciona cooperación entre las organizaciones de evaluación nacionales y regionales que existen en el mundo, además de fomentar la demanda de evaluación y apoyar la organización de las diferentes asociaciones que la componen.

 

Referencias citadas:

Díaz-Puente, J.M., A. Cazorla, A. Dorrego. (2007). Crossing National, Continental, and Linguistic Boundaries: Toward a Worldwide Evaluation Research Community in Journals of Evaluation. American Journal of Evaluation, 28 (4), 399-415.

Kirkhart, K. (2000). Reconceptualizing evaluation use: An integrated theory of influence. In The expanding scope of evaluation use, New Directions for Evaluation, Vol. 88, edited by V. Caracelli and H. Preskill, 5-24. San Francisco, CA: Jossey-Bass.

Patton, M. Q. (1999). Utilization- Focused Evaluation in Africa: Evaluation Training Lectures delivered to the Inaugural Conference of the African Evaluation Association. Ed. P.N. Chaiban and M. Patel.

Taut, S. (2007). Studying self-evaluation capacity building in a large international development organization. American Journal of Evaluation 28 (1): 45-59.