El avance de la Sociedad del Conocimiento es actualmente un elemento clave para el futuro del desarrollo y debe ser por tanto objeto de análisis y reflexión.
Evolución del empleo por sectores en los dos últimos siglos como indicador de la entrada en la Sociedad de la Información y el Conocimiento. Fuente: Nefiodow, 1990.
Pudiera parecer que el hablar de la Sociedad del Conocimiento es algo moderno o nuevo, pero no es así. Hace varios lustros que se viene empleando esta expresión que paulatinamente ha reemplazado a la de sociedad de la información, ciertamente menos importante desde el punto de vista del desarrollo. Y es que la distinción entre ambas expresiones es clara. La información es externa, mientras que el conocimiento es interno; la información es, en el mejor de los casos, objetiva, mientras que el conocimiento es subjetivo. La información puede carecer de sentido para una persona concreta, el conocimiento no, porque es propio. El conocimiento surge cuando la persona es capaz de atribuir significado a la información. Precisamente una de las principales cuestiones del desarrollo está en lograr transformar la información en conocimiento. Algunos de los elementos que determinan la importancia de la variable conocimiento en el desarrollo son:
- Su importancia como factor de competitividad. El conocimiento va a ser y ya está siendo el elemento clave del desarrollo de la sociedad globalizada. Nuestras economías se apoyan en redes de comunicación e intercambio a distancia. Esta prioridad dada a la comunicación distingue la ola actual de las tecnologías de la información de la que se vivía en los años 80, cuando el uso de la informática afectaba sobre todo a la automatización de las labores operativas.
- Su interés para la innovación como fuente de nuevas vías de desarrollo, nuevas respuestas para los problemas de los territorios en desarrollo que no han cesado de aumentar desde hace casi un siglo (éxodo rural, desertificación, crisis de los modelos agrarios tradicionales, etc.).
- El papel de los intangibles como elementos que caracterizan la Sociedad del Conocimiento. Frente a la importancia de las inversiones materiales en la sociedad industrial, son ahora las inversiones inmateriales, que generan conocimiento, las decisivas.
- Introducción de una nueva cultura y nuevos planteamientos de la relación y de la comunicación entre las personas que ha dado lugar a un nuevo concepto: el capital social (Putnum et al., 1993; Putnum, 1995; Putnum, 1996). Planteamientos basados en la información y en la capacidad de transmisión de la misma. En ella son elementos básicos el ordenador, la red de comunicaciones, el comercio electrónico, internet, los servicios de telecomunicaciones y la telefonía móvil.
La competitividad
Toda inversión en el desarrollo tiene como objetivo mejorar la competitividad y capital de un determinado territorio. Esto supone la toma en cuenta de los recursos de un territorio para la puesta en marcha de un proceso destinado a la introducción de capacidades en una comunidad. “Actualmente se viene defendiendo que un territorio adquiere un carácter competitivo si puede… garantizar al mismo tiempo la viabilidad medioambiental, económica, social y cultural” (AEIDL, 1999a). Podemos distinguir así tres tipos de competitividad:
- La competitividad medioambiental se refiere a la capacidad de los agentes locales para valorizar (conservar, dar valor y enriquecer) su entorno (AEIDL, 2000b).
- La competitividad económica puede ser definida como la capacidad de los agentes para producir y mantener el máximo de valor añadido en el territorio mediante el refuerzo de los vínculos entre sectores (AEIDL, 2000c).
- La competitividad social puede definirse como la capacidad de los distintos agentes e instituciones para actuar de forma conjunta y eficaz en el territorio; constituye un estado de ánimo, una verdadera cultura, basada en la confianza mutua, así como en la voluntad y en la capacidad de reconocer, expresar y articular intereses individuales y colectivos (AEIDL, 2000a).
En la búsqueda de esta competitividad, un mismo dilema afecta a todas las experiencias de desarrollo: ¿hay que dar prioridad a las infraestructuras y a las redes, o bien a la expresión de demandas y a la innovación en los usos de los nuevos medios?
La experiencia muestra que existen serios obstáculos que frenan la realización de un desarrollo económico regional a partir de infraestructuras basadas en tecnologías de la información y la comunicación. Disponer de infraestructuras no quiere decir que se utilicen necesariamente. Hay una demanda de educación, formación, una demanda de traducir la tecnología en aplicaciones y servicios apropiados para las empresas de las regiones afectadas. Pero, por otro lado, ofrecer servicios y aplicaciones a medida para las empresas locales muchas veces es insuficiente. A menudo porque las necesidades reales se dan por conocidas y finalmente están mal especificadas. Pueden dar buen resultado en algunos casos y en otros no, en función de los diferentes contextos organizativos y socioeconómicos.
De todo ello se deduce que tanto las políticas de infraestructura como las orientadas a sus usos tienen que estar integradas en otras políticas cuyo fin sea mejorar el entorno organizativo y socioeconómico de cada región, si se quiere lograr efectivamente la consecución de unos objetivos de desarrollo económico local o regional (Vendramin & Valenduc, 1999). En este contexto, ocupan un lugar esencial la educación y la formación y una acertada apreciación del papel de las nuevas tecnologías en el desarrollo y su importancia como factor de competitividad. Esta apreciación ha chocado con tres ideas más o menos admitidas:
- El mito de la descentralización: Una idea admitida consiste en creer que las tecnologías avanzadas de la comunicación van a reforzar la descentralización, o incluso que podrían poner al mismo nivel a las regiones centrales y periféricas. El hecho real es que las tecnologías avanzadas de la comunicación no pueden superar por sí mismas algunos obstáculos ligados al desarrollo local o regional: una falta de cultura de la innovación, actitudes empresariales mal adaptadas a las transformaciones de la economía, o simplemente, lagunas en materia de cualificación o de formación.
- Vencer la complejidad más que la distancia: Otra idea admitida consiste en creer que las tecnologías avanzadas de la comunicación tienen como efecto borrar las distancias, vencer los obstáculos geográficos y, por lo tanto, reducir las disparidades entre las regiones. Es verdad que disminuyen la dependencia que genera el factor distancia, los puntos de acceso a la información y otros muchos obstáculos que frenan la comunicación interactiva. Pero esto no significa que la distancia y la localización ya no sean importantes. La verdadera especificidad de las tecnologías avanzadas de la comunicación se sitúa más allá de la eliminación de la distancia: en su capacidad de ahorrar tiempo, en hacer frente a la complejidad y en organizar la flexibilidad.
- Un bajo potencial de industrialización: La tercera idea admitida consiste en atribuir a las tecnologías de la información y la comunicación las virtudes de una industria industrializadora, es decir, de una actividad básica a la cual se unirían otras actividades afines, para lograr una recuperación del tejido industrial. Pero el valor añadido de las tecnologías de la información no reside en la parte material de estas tecnologías, sino más bien en los aspectos inmateriales. Por lo tanto, resulta ilusorio hacer de ello la clave de una estrategia de industrialización. Es más importante invertir en conocimiento y en competencia, ya que así se podrán explotar estas nuevas infraestructuras e innovar en los productos y servicios.
En el aprovechamiento y uso de las tecnologías avanzadas de la comunicación, los factores humanos son los determinantes. Más allá de umbral mínimo de calidad y de accesibilidad, las cuestiones relacionadas con la infraestructura pasan a un segundo plano. Es necesario invertir en cualificaciones, formación, investigación y desarrollo.
La innovación
La innovación y una gestión de los conocimientos eficaz son vitales para dar mayor eficacia a las inversiones en el desarrollo (Fida, 2002). El refuerzo de una cultura de la innovación y gestión del conocimiento está siendo señalado como uno de los principales desafíos para el desarrollo. Cultura que nace de la creación de un contexto más o menos favorable en función del grado de apertura social y donde tiene un papel crucial la formación. A través del aprendizaje ampliamos nuestra capacidad para crear (Senge, 1990), y con ello nuestra capacidad para innovar.
Aunque siempre con la debida precaución para no crear actitudes de rechazo o barreras provocadas por el cambio cultural del cómo hacer las cosas, la innovación es imprescindible en cualquier proceso de desarrollo. La experiencia de muchas instituciones internacionales, ha demostrado que se trata de un proceso complejo que requiere no sólo nuevos enfoques, entre ellos mejores sistemas de información, sino también lo que podrían llamarse nuevas perspectivas culturales. Se está comenzando a luchar por resolver estas cuestiones y ya se han comenzado a realizar progresos, cuyos resultados empiezan a ser apreciables.
La innovación ha de asentarse en la mejora de los métodos de intercambio de percepciones a todos los niveles. Como se basa en gran medida en los seres humanos, se deben disponer los medios adecuados para intercambiar estas percepciones entre todos los implicados. Ya se dispone de cierta experiencia a este respecto, como puede ser, por ejemplo, la vinculación de los grupos temáticos, que muchos organismos internacionales poseen, con los equipos de desarrollo de proyectos y las redes regionales de conocimientos.
Hoy en día, se presentan posibilidades originales de innovación con métodos específicos para distintas situaciones y contextos, que constituyen una importante baza para el desarrollo en el futuro. La innovación puede seguir una gran diversidad de estrategias y pueden existir soluciones múltiples a un mismo problema.