La experiencia de estos últimos años nos que lleva a destacar muchos de los aspectos positivos por los que atraviesan las actividades de evaluación: los avances logrados en el uso de los procesos y resultados, los beneficios del actual intercambio general de lecciones extraídas y técnicas innovadoras, la mayor y mejor participación de las partes involucradas y la evolución positiva de la evaluación que, saliendo del ámbito técnico, se ha convertido hoy en día en un instrumento de apoyo y mejora de la toma de decisiones.
Sin embargo, las actividades de evaluación siguen encontrando numerosas dificultades. Unas son fruto de concepciones erróneas o modos de hacer equivocados, y otras suponen obstáculos objetivos que ponen de manifiesto que las tareas de evaluación no son siempre de fácil ejecución. Las primeras tienen una solución conceptual y teórica a través del diseño de modelos y herramientas apropiados, las segundas se han de afrontar con experiencia y estudios detallados.
Las dificultades derivadas de la mala programación de las intervenciones como la falta de precisión, coherencia y adaptación al programa, tienen como resultado una evaluación poco concreta y con poca capacidad real para la mejora de los programas de desarrollo.
Las dificultades derivadas de la mala programación del seguimiento y evaluación como la falta de definición y concepciones erróneas, ponen de manifiesto la necesidad de un mayor consenso en la obtención de dispositivos adecuados para el seguimiento y evaluación de los programas.
Las dificultades en la ejecución de las actividades de evaluación son especialmente acuciantes cuando no se cuenta con unas buenas orientaciones para llevarlas a cabo. Algunas de estas dificultades están relacionadas con la medición del impacto, pues la excesiva aplicación del método científico a la evaluación ha dejado herencias como el criterio de causalidad. Este criterio no tiene muchas veces buena aplicación en la evaluación de los programas porque demanda rigurosos criterios científicos. A menudo las pruebas necesarias para demostrar la causalidad no pueden ser conseguidas en el mundo real. En su lugar debe aplicarse un criterio de racionalidad, buscando posibles causas basadas en la comprensión de los datos conseguidos.
Otras dificultades en la ejecución están relacionadas con la elección del sistema de indicadores, donde muchas veces los problemas se encuentran a la hora de disponer de información homogénea y construir un sistema de indicadores integral cuando existen diversos gestores que suministran información al sistema de seguimiento y evaluación. Se han identificado también otras dificultades de ejecución como:
- La definición inadecuada del contenido de evaluación.
- La elección poco apropiada del momento de evaluación.
- La elección desacertada del nivel de análisis inicial.
- La excesiva rigidez de algunos modelos de evaluación.
- El reduccionismo economicista.
- La excesiva valoración de la objetividad.
- La contratación inadecuada de las evaluaciones.
- El bajo nivel de desarrollo de las estadísticas.
- La medición de la eficacia cuando se encuentran objetivos excesivamente genéricos.
Por último se han identificado dificultades que obstaculizan el proceso de aprendizaje y su papel dentro del proceso de toma de decisiones. Estas dificultades pueden ser:
- Indirectas: Los retrasos y la escasa calidad de los informes, el desfase entre el ciclo de programación y el ciclo de evaluación, y la falta de análisis a nivel macroeconómico o por el contrario en el ámbito de subprogramas, medidas y proyectos.
- Directas: Escasa utilización de los resultados generados por la evaluación para la reformulación de las intervenciones o la ausencia, muchas veces detectada, de mecanismos para el aprendizaje y la retroalimentación.