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Análisis Coste-Benef
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Fase evaluación: Juicio
Tipo evaluación: Específica
Evaluación participativa: Sí
Grado complejidad: Alto
Otros Nombres:
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Descripción
Para juzgar las ventajas de la intervención desde el punto de vista de los grupos afectados, sobre la base de un valor monetario atribuido a todas las consecuencias positivas y negativas de la intervención (que hay que calcular por separado). Cuando no sea ni relevante ni posible utilizar precios de mercado para estimar una ganancia o pérdida, se puede establecer un precio ficticio de varias maneras. La primera consiste en estimar la disposición de los destinatarios a pagar por obtener impactos positivos o para evitar impactos negativos. También puede decidirse directamente por la gente implicada. El análisis coste-beneficio se emplea principalmente para la evaluación previa de grandes proyectos.
Pasos a seguir
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Limitaciones de modelos de evaluación inspirados en el EML y el ACB
Antes de comenzar con las limitaciones de ambos enfoques es bueno reconocer la enorme aportación histórica del EML y el ACB, como herramientas de planificación han contribuido a articular muchos esfuerzos dispersos de cooperación para el desarrollo. No obstante, su traslado y aplicación en el campo de la evaluación, a pesar de que cuenta con la defensa de numerosos profesionales, ofrece unos resultados mucho más pobres que en el campo de la planificación. Tanto el EML como el ACB, poseen importantes limitaciones, que merece la pena repasar:
- El EML adolece de rigidez para inspirar modelos de evaluación, ya que depende de indicadores predeterminados. Lo que da lugar a un modelo poco preparado para el gran grado de incertidumbre que se suele encontrar en el dinámico contexto de las evaluaciones. Supone también un enfoque negativo al estar centrado en el análisis de problemas coartando el posible desarrollo de las capacidades. Además, se trata de una metodología cuyos propios fundamentos y presupuestos impiden y restringen la participación local en las evaluaciones.
- Por su lado, el ACB se muestra en gran medida incapaz de evaluar intervenciones de desarrollo social en los que predominan los beneficios intangibles (educación, integración y fortalecimiento institucional, entre otros). Requiere además de elevados conocimientos financieros y económicos, lo que deja en manos de los consultores economistas externos a la comunidad que se pretende desarrollar los secretos para su aplicación, no contribuyendo al aprendizaje local.
- La imposición de procedimientos complejos de evaluación puede conducir a la desaparición de las organizaciones pequeñas y a la pérdida de su identidad asociativa, en favor de organizaciones grandes o transnacionales.
- Ambas metodologías poseen un sesgo hacia los resultados, en detrimento de una reflexión cualitativa sobre los procesos. Algunos evaluadores experimentados han cuestionado ese vínculo automático que se suele hacer entre evaluación e impacto, aduciendo que existen criterios alternativos a la hora de evaluar un programa, como es su potencial de replicación, su capacidad innovadora, el nivel de participación local o su contribución al fortalecimiento de la sociedad civil. Algunos de los principales argumentos aducidos para criticar estos enfoques son:
- Las enormes dificultades para aislar los resultados directos de los programas y para ligar los insumos con los outputs motivan que un número considerable de evaluaciones de impacto carezca de valor. En la práctica es más fácil identificar los factores externos que influyen de forma adversa en las intervenciones que precisar todas las conexiones causales.
- La utilización de las evaluaciones de impacto para distribuir los fondos de desarrollo desencadena el abandono de muchas líneas de trabajo como las actividades orientadas a los sectores más pobres, debido al aumento de los costes y las pobres perspectivas de alcanzar sostenibilidad financiera, o las actividades innovadoras, debido a la incertidumbre de sus resultados. También sufren bajo esta visión los proyectos que buscan resultados intangibles.
Esto no implica la descalificación automática del EML o de los procedimientos clásicos de evaluación (ACB, ACE), sino la necesidad de utilizar estos modelos con precaución y con espíritu abierto para facilitar la percepción de los potenciales aspectos cualitativos —muchas veces no esperados— de los programas.
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El Análisis de Coste-Beneficio
Otra metodología aludida con frecuencia, aunque menos empleada en el campo de los programas de desarrollo, es el Análisis Coste-Beneficio (ACB) o, en su defecto, el Análisis Coste-Eficacia (ACE). Métodos de gran utilización a nivel de los proyectos de inversión pero que extienden su influencia al nivel de planes y programas.
El origen de la idea de esta contabilidad económica la podemos encontrar en Jules Dupuit (1844), un ingeniero francés del siglo XIX cuyo artículo de 1844 titulado on the measurement of the utility of public works constituye hoy en día una buena lectura, y en Alfred Marshall (1920), un economista inglés que formuló algunos de los conceptos sobre los que se fundamenta el ACB. Pero el desarrollo práctico del ACB tuvo lugar en norteamérica como resultado del impulso dado por la Federal Navigation Act en 1936 que exigió al cuerpo de ingenieros norteamericano (U.S Corps of Engineers) llevar a cabo proyectos cuyos beneficios fueran mayores que los costes. El cuerpo de ingenieros diseñó así los primeros métodos para la estimación de los costes y los beneficios. Pero no fue hasta veinte años más tarde, en la década de los 50, cuando los economistas comenzaron a proporcionar métodos consistentes de análisis de costes y beneficios (Gittinger, 1987; Adler, 1971; Mishra & Beyer, 1976 entre otros).
De acuerdo con estos métodos, la evaluación se concibe también como la búsqueda de resultados de las intervenciones, pero expresados en términos de rentabilidad económica, a través de un proceso normalizado de estimación de costes y beneficios. El ACB goza de prestigio técnico en el mundo de los consultores y evaluadores del desarrollo, inspirando los modelos de evaluación de proyectos de inversión de algunas agencias multilaterales como el Banco Mundial. Su complejidad técnica ha impedido su expansión a pequeñas organizaciones, si bien figura en la oferta educativa de muchos cursos para la evaluación del desarrollo y gestión de las intervenciones.
La estimación de los efectos económicos de una intervención debe realizarse en unidades que permitan comparar los beneficios con sus costes. Si queremos obtener un resultado absoluto sobre el interés social de un programa, todos los efectos deben estar calculados en unidades homogéneas, lo que permite sumarlos y operar con ellas para determinar el resultado neto de cada alternativa.
El Análisis Coste-Beneficio pretende valorar en unidades monetarias tanto los costes como los beneficios que de alguna manera se derivan de cada programa. Se distingue del Análisis Coste-Eficacia por sus objetivos además de sus instrumentos. El ACE tiene como objetivo proporcionar elementos de decisión para determinar cómo obtener unos objetivos especificados de antemano, y en este caso la identificación de los objetivos es el objetivo prioritario.
En el ACB todos los efectos intangibles relevantes han sido valorados en términos de unidades monetarias, lo que implica que la valoración monetaria ha de ser posible. Muchos estudios, que se limitan a estimar los efectos de cualquier intervención, sobre los costes son trabajos que ni siquiera pueden denominarse parciales, debido a que el objetivo del análisis no se plantea medir los beneficios. Un estudio parcial de ACB sería aquel que, si bien tiene en cuenta los beneficios, no contempla todos los beneficios posibles y susceptibles de valoración.
El principio inherente a este análisis es el de excedente económico, es decir, un programa se realizará en tanto los beneficios sociales compensen a los costes sociales. Así, es coherente con los principios económicos de bienestar social y eficiencia.
Los principales pasos del análisis de beneficios y eficacia en función de los costes son la identificación de todos los costes y beneficios del programa y luego calcular una razón coste-eficacia. Al calcular los costes, se debe incluir el valor de la intervención misma, al igual que todos los demás costes, como costes administrativos, de entrega, inversión (actualizados al valor actual neto), el valor monetario de los bienes o servicios proporcionados en forma gratuita, los costes sociales como el deterioro ambiental y los riesgos para la salud. Los beneficios pueden ser monetarios, como el aumento en el ingreso, o bien el número de unidades entregadas, valoraciones de las pruebas o mejoramientos de salud. Cuando no se puedan cuantificar los beneficios, será posible usar indicadores subjetivos, como sistemas de clasificación o ponderación. Sin embargo, este enfoque puede ser complicado para interpretar valoraciones subjetivas.
Una vez determinados los costos y beneficios, la razón eficacia en función de los costes (R) es entonces R = coste/unidad (o beneficio). Esta razón se puede comparar en todas las intervenciones para medir la eficiencia. En teoría, esta técnica es bastante directa. En la práctica, sin embargo, hay muchos riesgos involucrados en la identificación y cuantificación de los costes y beneficios. Es importante asegurar que se seleccionan los indicadores adecuados, que las metodologías y supuestos económicos usados son coherentes en todas las razones y que las razones de hecho son comparables.
En definitiva, el ACB es una técnica de evaluación económica extendida en numerosos campos además del desarrollo, que permite valorar todos los efectos en unidades monetarias, reduciéndolas a un valor actual a través de la aplicación de una tasa de descuento. No obstante, a veces no es fácil distinguir entre lo que son costes y beneficios, especialmente desde el punto de vista social. Por ejemplo, cuando no existe mercado deben buscarse mecanismos alternativos de valoración.
Referencias citadas:
Adler, H.A. (1971). Economic appraisal of transport projects: a manual with case studies. Indiana University Press. Bloomington.
Dupuit, J. (1844). On the Measurement of the Utility of Public Works. Annales des Ponts et Chaussés, 2, 332-75.
Gittinger J.; (1987). Análisis económico de proyectos agrícolas. Banco Mundial. Washington, D.C.
Marshall, A. (1920). Principles of Economics. Macmillan. New York.
Mishra, S.N. & Beyer, J.; 1976. Cost-Benefit Analysis: A Case Study of the Ratnagiri Fisheries Project. Hindustan Publishing Corporation. New Delhi.
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Enfoques y Modelos Metodológicos
Uno de los aspectos más importantes al emprender una actividad de evaluación es la de definir un modelo metodológico adecuado. En el ámbito de las evaluaciones de programas de desarrollo han dominado los enfoques metodológicos inspirados en el Enfoque de Marco Lógico (EML) y el Análisis Coste Beneficio (ACB), orientados a los resultados y a la rendición de cuentas. Este predominio parece estar relacionado con la satisfacción de los intereses de las instituciones financiadoras y el reparto de roles establecidos entre los diferentes actores. Son los organismos de control los que han venido exigiendo la utilización del EML en los procesos de solicitud de subvenciones públicas, a través de formularios cada vez más estandarizados. El EML, en tanto que proceso normalizado de gestión, encaja muy bien con los propios intereses del cuerpo funcionarial de los organismos financiadores, preocupado por el control de los fondos públicos. Por otro lado, estos organismos han ido reiterando las exigencias de realizar Análisis Coste Beneficio (ACB) de las intervenciones, lo que también tiene que ver con sus intereses: comparar los resultados de diferentes intervenciones y asesorar la toma futura de decisiones de financiación.
Ante las limitaciones de estos enfoques surgieron en los años 90 con fuerza, desde diferentes organizaciones y grupos de trabajo, numerosas propuestas metodológicas de evaluación participativa, que parten de la necesidad de superar las relaciones verticales de la cadena y construir visiones compartidas. La dificultad estriba muchas veces en la identificación de herramientas que permitan una buena participación entre el equipo de expertos y los beneficiarios del desarrollo.
La mayor y mejor participación de las partes involucradas es uno de los mayores avances en los procesos de evaluación, y ha dado lugar enfoques de evaluación donde cobra importancia el aprendizaje y capacitación de todos los participantes. En otros tiempos, la evaluación era el trabajo de un grupo de especialistas. Un trabajo sin mayor interacción —o con muchas dificultades de aceptación— por su entorno institucional, político o social. En la actualidad, las evaluaciones tienden a constituirse como actividades integradas al trabajo cotidiano de los gestores y agentes de campo.