Tradicionalmente han existido dos enfoques de aproximación al desarrollo, a su planificación, seguimiento y evaluación: los enfoques descendente (top-down) y ascendente (bottom-up). Estos enfoques parten de la necesidad mutua que existe entre los planes y los proyectos. Planes a gran escala que ordenen y orienten los proyectos y unidades de inversión, y proyectos a pequeña escala que concreten los planes y grandes líneas de actuación. La diferencia entre ambos enfoques se relaciona con el dilema que con frecuencia se ha planteado sobre la primacía cronológica de unos u otros. Analicemos el papel que ambos enfoques han tenido dentro de campo de la evaluación.
En el enfoque descendente, característico de las grandes organizaciones internacionales, lo principal ha sido siempre el problema. Los modelos de evaluación creados bajo este enfoque se estructuran sobre la base de cuestiones básicas que se buscan resolver, estableciendo las propiedades de los programas y desarrollando en detalle las especificaciones, es decir, mirar la aplicación desde arriba, en forma general para luego ir a los niveles de detalle. Se trata de modelos centrados en las repercusiones globales de las intervenciones, en las interacciones de los diversos programas o medidas implementados y en los efectos directos a corto plazo.
Esta visión, predominante en la planificación hasta la segunda mitad de los años 70, ha tendido a identificar desarrollo con crecimiento económico. Esto hace que a la hora de evaluar prime la idea de eficacia frente a la de equidad, lo que unido a la ausencia de consideración del componente social y territorial resulten unos modelos de evaluación que no tienen en cuenta el incremento y consolidación de los desequilibrios.
El enfoque ascendente ha sido más característico de organizaciones no gubernamentales (ONG), que cooperan con entidades locales como universidades, empresas, hospitales, etc., con objeto de poner en marcha proyectos y programas en campos que afecten directamente a beneficiarios locales. Este enfoque se centra primero en los detalles de la aplicación para llegar luego al sistema global.
Se trata de un enfoque que surge en los trabajos de planificación de los años 80, bajo un punto de vista más integrado y una visión más amplia del desarrollo. El enfoque plantea un desarrollo desde abajo que en absoluto se cierra ante las políticas a otros niveles sino que complementa las actuaciones en el ámbito regional o nacional con la revalorización de lo local y que no sólo permite sino que exige una participación activa de las instituciones, agentes y valores socioculturales locales. Dentro de este modelo la identidad propia de lo local es el pilar fundamental y la participación es condición imprescindible.
Los modelos de evaluación surgidos de este enfoque tienen una clara vocación participativa donde los beneficiarios del desarrollo tienen un papel activo muy importante. El enfoque ascendente, al partir de una muestra de proyectos y medidas, puede traducir mejor los efectos a largo plazo que el enfoque descendente, efectos que resultan más estructuradores e indirectos. Por el contrario, el enfoque ascendente no permite agregar los efectos a escala de medidas y de programa, por lo que las consideraciones cualitativas sobre la eficacia de las medidas y el nivel de adicionalidad de las intervenciones han de corresponder al enfoque descendente.
En cuestiones de impacto, una combinación de los enfoques acendente y descendente puede aportar un valor añadido al análisis, en particular si se apoya en técnicas de modelización o de formalización. Pero falta todavía un lazo de unión importante entre ambos enfoques en la mayoría de los casos. Este puente lo puede constituir un modelo de evaluación que se inserte en la tradición del aprendizaje social (Friedmann, 2001) cuya creencia esencial es que la práctica y el aprendizaje están concebidos como procesos correlativos, de forma que un proceso implica otro.
Este modelo de evaluación de los resultados, al igual que en la planificación como aprendizaje social, tendría una doble dirección ya que, partiendo de las aportaciones de los agentes beneficiarios a nivel proyecto elabora criterios y resultados para la evaluación, y, de otro lado, refleja sus propios criterios y resultados conforme a la evaluación del programa que tiene en el horizonte.
La evaluación de un programa no es ni la suma ni la síntesis de las evaluaciones de sus proyectos. Algunas cuestiones de evaluación no tienen sentido al nivel de un proyecto individual pero sí resultan interesantes en la evaluación global del programa. Lo que es importante es que los resultados obtenidos en la evaluación de un determinado nivel de análisis sirvan de base para la realización de una síntesis a un nivel superior.
La evaluación de un proyecto debe ser realizada en relación con los objetivos del programa. Inversamente, en la evaluación global del programa, a menudo se ha de ir de los proyectos al programa en un proceso ascendente. En muchos casos el análisis inicial se puede centrar en los proyectos y medidas específicas para extenderse luego en el programa completo y poder estudiar la causalidad de los impactos. En este sentido la evaluación de los proyectos contribuye a la evaluación del programa.
La ventaja encontrada en esta articulación de proyecto a programa es la posibilidad de obtener una detallada explicación de la secuencia de impactos a corto y medio plazo. Los límites de este enfoque ascendente están en el hecho de que obliga al equipo evaluador a hacer un conjunto cada vez mayor de suposiciones a medida que los efectos a evaluar van siendo más distantes y complejos, los llamados efectos globales. La articulación con el enfoque descendente ayuda a estimar esta repercusión global de los impactos producidos por las intervenciones. Se trata de un ejercicio de contraste entre la información obtenida directamente en el enfoque descendente con la deducida a través de las suposiciones del enfoque ascendente.
El aprendizaje social como puente para una auténtica combinación de los enfoques descendente (top-down) y ascendente (bottom-up) en las evaluaciones.
El dilema sobre el uso de un enfoque u otro puede resolverse en la práctica conjugando los dos enfoques opuestos de tal forma que, por aproximaciones sucesivas, nos conduzca a la elaboración de una evaluación que englobe la información detallada obtenida directamente de los proyectos específicos, cuyos resultados finales coinciden con los resultados generales del plan. El análisis de proyectos específicos representa aquí el último acto de la evaluación global desde arriba y el primero de la evaluación desde abajo. En definitiva, ambos enfoques son necesarios y es importante que ambos enfoques puedan complementarse para aumentar las posibilidades de los trabajos de evaluación.
Referencias citadas:
Friedmann, J. (2001). Planificación en el ámbito público. Ministerio de las Administraciones públicas. Madrid (Original de 1991).