CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 3

Comencemos...

Descolló la persona del Rey de España, y fue el mayor de los socorros su ejemplo. Jamás Monarca alguno cumplió los altísimos deberes de un Rey con más amplitud y prodigando más su presencia entre ruinas, cadáveres insepultos, dolores y llanto sin fin, en medio de desencadenadas tempestades. Y el alentado y joven Monarca bien sabía que estaba minada su existencia por insidiosa dolencia; pero quizás las ilusiones generosas de su alma le hicieron esperar que al menos tendría el corto plazo necesario para ver sustituidas las ruinas de las poblaciones antiguas con las alegres edificaciones nuevas.” Memoria del Comisario Regio (31 · dic · 1887).

De esta manera, tan personal y emocionante, elogia D. Fermín de Lasala y Collado, Comisario Regio nombrado por el Rey para gestionar el proyecto de reconstrucción tras el terremoto, el valor de D. Alfonso XII al realizar su viaje por los pueblos afectados.

Y es que Alfonso XII, apodado “El Pacificador”, ha sido uno de los monarcas más importantes y queridos de la Historia de España. Su reinado, que comenzó en diciembre de 1874 y solo duró 11 años, se desarrolló en una etapa muy delicada de nuestra política. El estado estaba sumido en la tercera guerra carlista (1872-1876), la última de una serie de contiendas civiles originadas tras la muerte del Rey Fernando VII, su abuelo. Pero esto ocurrió unos 50 años antes…así que, para comprender la importancia de la figura de este Rey, es necesario dar un repaso al contexto histórico y político de aquella época y a los hechos previos a su reinado. ¡Vamos a ello!

El contexto político

Era el año 1833 cuando Fernando VII falleció, dejando como heredera a la corona a su hija, la infanta Isabel. Previendo que su sucesora sería una mujer, había abolido la Pragmática Sanción tres años antes (también conocida como Ley Sálica, que impedía reinar a las mujeres). Esta sucesión no fue reconocida por D. Carlos Mª Isidro de Borbón, hermano del Rey Fernando, que se consideraba con derecho a ocupar el trono. Se desató así un enfrentamiento entre Carlistas (partidarios de D. Carlos) e Isabelinos (partidarios de la reina, Isabel II) que dio lugar a las tres guerras civiles que marcaron el siglo XIX. Ideológicamente, los Carlistas defendían los principios políticos tradicionales (como los derechos de la Iglesia y los fueros) y los Isabelinos, más liberales, pretendían un cambio profundo en el sistema político español basado en un gobierno constitucional y parlamentario.

Durante los 35 años de reinado de Isabel II, el país se industrializó y se observó un aumento del PIB. Sin embargo, este periodo también estuvo marcado por hechos adversos, como las dos primeras guerras carlistas y una fuerte crisis financiera (1866-1868), seguida de una crisis de existencias causada por malas cosechas. En septiembre de 1868 se produjo un alzamiento contra la monarquía, llamado “La Revolución de 1868”, que obligó a la familia real a exiliarse en Francia y dio inicio al Sexenio Democrático. Durante estos seis años se sucedieron un Gobierno Provisional, el reinado de Amadeo I de Saboya (hijo del Rey de Italia) y la I República. Too much!

Tanta convulsión económica, política y social, a la que había que añadir la derivada de la gestión de las colonias españolas, como la Guerra de los Diez Años con Cuba, pedía a gritos un periodo de estabilidad. El malagueño Antonio Cánovas del Castillo, que había sido Ministro de Gobernación (equivalente al de Interior) y de Ultramar durante el reinado de Isabel II, es considerado el artífice del sistema político que se instauró en los años venideros y que consiguió devolver cierta tranquilidad al país: La Restauración de la Monarquía Borbónica en España. Cánovas elaboró el Documento de Sandhurst, que fue firmado por el Príncipe de Asturias, don Alfonso de Borbón y Borbón, hijo de Isabel II, cuando acaba de cumplir la mayoría de edad (17 años). En el documento, manifestaba que estaba dispuesto a convertirse en Rey bajo un sistema de monarquía constitucional de voluntad cívica y conciliadora ante la división que había sufrido España a lo largo del siglo. El 29 de diciembre de 1874, pocos días después de su publicación, el General Arsenio Martínez Campos inició un pronunciamiento militar en Sagunto que, aun siendo en apoyo de la iniciativa de Cánovas, aceleró todo el proceso sin dejar a éste actuar por la vía política pacífica que tenía planeada. Facilitó las cosas el hecho de que el gobierno, en manos de Francisco Serrano en ese momento, no se opusiera al pronunciamiento. De esta manera, el infante don Alfonso se convertía en el primer Rey de la Restauración, en la figura del Rey Alfonso XII.

¿Queréis saber cómo fue su reinado? Os lo contamos a continuación…

El Pacificador

Sin duda, don Alfonso había sido formado e instruido para ser Rey. Desde niño, tuvo los mejores educadores en la corte. Después, durante el exilio, había estudiado en excelentes colegios de Europa y conocía bien los sistemas políticos de países tan dispares como Austria e Inglaterra. Hablaba con fluidez varios idiomas, era inteligente, elocuente y talentoso, rayando la genialidad. De su personalidad, se decía que era un hombre de trato agradable, responsable y serio, pero a la vez ocurrente y natural. Su amabilidad y generosidad son referidas en todas las biografías que hemos leído.

Volvió a España del exilio en enero de 1875, haciendo su entrada triunfal en Madrid el día 14. Fue recibido con entusiasmo por el pueblo, que veía en él una posibilidad de regeneración. Con tan solo 17 años, el Rey tenía una importante empresa que cumplir: estabilizar la sociedad y la política de España, legitimar la monarquía y terminar los conflictos abiertos. Su idea era hacer avanzar a España hasta el nivel del resto de Europa apoyándose en la educación a todas las clases sociales y en el progreso intelectual y moral. A pesar de su juventud, tenía capacidad y formación para hacerlo, así como un gran equipo, encabezado por Cánovas del Castillo.

Y no eran solo palabras sus propósitos. Cuatro días después de regresar a la corte, se fue al frente a luchar contra las tropas Carlistas, donde demostró su valentía. Para poner fin a la guerra, además de combatir, emprendió la vía diplomática al estilo Cánovas, hablando con Francisco Serrano y Práxedes Mateo Sagasta, que eran los jefes de Estado y de Gobierno, respectivamente, antes de su regreso. En un año, la última guerra civil del siglo había terminado. Este mérito le valió el apodo que más ha trascendido, “El Pacificador”, que se vio reforzado cuando dos años más tarde, en 1878, concluyó la Guerra de los Diez Años con Cuba mediante la firma de la Paz de Zanjón.

¿Sabías que…

…además del apodo “El pacificador”, parece que al Rey le pusieron otros? Por su valentía y desempeño en el frente, lo llamaban “El Rey soldado”. Por su pensamiento político, “El Rey Liberal”. Y “El Rey Romántico” por… ¡Bueno, esto os lo contamos al final!

En cuanto a su labor para estabilizar la política, podemos destacar hitos importantes, como la aprobación de la Constitución de 1876, promovida por Cánovas y escrita por Alonso Martínez; las leyes electorales de 1877, 1878 y 1882; y los avances en la libertad de prensa y en el movimiento obrero, con la fundación del PSOE en mayo de 1879. En el gobierno, se estableció el “turnismo”, por el que se alternaban sucesivamente los dos partidos dinásticos: el Liberal-Conservador, de Antonio Cánovas del Castillo, y el Liberal (de corte progresista), de Práxedes Mateo Sagasta. La alternancia estaba promovida por el Rey, mediante la prerrogativa regia. Junto a esta consolidación política, el país experimentó una etapa de crecimiento económico, apoyado en la proliferación de la industria minera, el desarrollo de la agricultura vinícola, las inversiones de capital extranjero y la expansión del ferrocarril en España, que se había iniciado durante el reinado de su madre, Isabel II. 

Esta época de estabilidad y mejora de las condiciones sociales y económicas de la población, contribuyó, sin duda, al surgimiento de lo que algunos autores llaman “la generación de los sabios”, y otros, “la generación de Alfonso XII”. La ciencia y el progreso necesitan reposo y esto fue garantizado por la Restauración, que dio a España figuras tan relevantes como el médico Santiago Ramón y Cajal (Premio Nobel de Medicina), el filólogo Marcelino Menéndez Pelayo (nominado a Premio Nobel de Literatura), el arabista Julián Ribera y Tarragó (descubridor del dialecto mozárabe) o el jurista e historiador Eduardo de Hinojosa y Naveros, nacido en nuestra vecina ciudad de Alhama de Granada, que obtuvo su primer doctorado (en Derecho, por la Universidad de Granada) con solo 19 añosNo en vano, la década de 1876 a 1886, en la que iniciaron su actividad científica estos grandes genios, ha venido a calificarse como el decenio más brillante del siglo XIX, que permitió un gran desarrollo en la ciencia moderna que no volvió a repetirse en España hasta bien avanzado el siglo siguiente. Esta generación de científicos coincidió con otras expresiones de genialidad que culminaron poco después en nuestro país, como la Generación del 98, en la rama de las letras; o en la pintura, con autores como Pradilla o la saga de los Madrazo

Ahora que nos hemos acercado al monarca, y sabemos de su altísima formación y capacidad, su valentía y su llaneza, así como de los frutos que para España dio su mano diplomática en la política, podemos comprender por qué gozó siempre de tanta popularidad. Sin embargo, y por encima de todo ello, lo que le valió la admiración y el amor de su pueblo, fue su faceta humanitaria. Vamos a conocerla:

Alfonso XII y Arenas del Rey

Muchos sabréis que Alfonso XII visitó la zona afectada por el sismo, pero seguro que hay detalles que aún nos quedan por descubrir.

Unos días antes de iniciarse el viaje del Rey a la zona afectada, los periódicos contaban que el gobierno mostraba dudas en aconsejar al Monarca este viaje por sus obligaciones de Estado y, suponemos, que también por su estado de salud. Pero ante la insistencia del Rey, el viaje finalmente tuvo lugar. Partió de Madrid hacia Granada en tren el día 9 de enero de 1885, a las 18:20 h. Aunque no todas las fuentes consultadas dan estos detalles, parece ser que su séquito estaba compuesto por el Ministro de Gobernación, Francisco Romero Robledo; el Ministro de Guerra, Genaro Quesada Matheus; el General Ramón Blanco; el Conde de Sepúlveda; el Doctor Laureano García Camisón; su mayordomo mayor, el Duque de Sesto; y dos ayudantes. Los periódicos daban las noticias de cada día empleando términos como “generalmente se cree que”, “hoy debería de”, “es casi seguro que”, “no se sabe si” …, lo que nos da una idea de la incertidumbre con que se transmitía la información debido, probablemente, a los medios de comunicación con que contaban, que no permitían la inmediatez y el contraste a los que estamos acostumbrados hoy.

El itinerario y la duración del viaje no estaban determinados desde el principio, sino que se preveía que habría imprevistos y tendrían que adaptar sus planes al desarrollo de los acontecimientos. Finalmente, el viaje duró 12 días, hasta el día 21 de enero, y se visitaron numerosas localidades de Granada y Málaga. A continuación, reproducimos las crónicas de El Defensor, que con tanto detalle narraron el viaje del Rey, de cuyas columnas tomamos el título de este capítulo.

El tren llegó a Loja pasada la una de la tarde del día 10 de enero. Los miembros de la comitiva almorzaron y después viajaron a Granada, donde hicieron algunas visitas y se alojaron en el Ayuntamiento. Temprano, el día 11, tomaron el tren de nuevo hacia Loja y, desde allí, fueron a visitar Alhama. Se hospedaron en el Balneario, donde el Rey recibió diversas delegaciones provenientes de los pueblos de alrededor, a las que repartió ayudas en metálico.

El día 12 de enero, a las 7h de la mañana, salió el Rey desde Alhama hacia Arenas en una comitiva formada por unos 50 jinetes. El tiempo era terrible: frío, ventisca, lluvia y nieve dificultaban el camino. Pero don Alfonso no se quejó en ningún momento de estas inclemencias, e incluso rechazó la ropa impermeable que se le ofreció. A las 10:30 llegó la comitiva a las ruinas de Arenas, donde fue recibida entre vítores por la gente, que llamaba al Rey su salvador, su padre, abrazándolo y besándole las manos. Tal fue la emoción de la escena, que conmovió a los miembros de la expedición haciendo brotar las lágrimas de sus ojos. El Rey expresó su tristeza mientras recorría las ruinas, visitó el barracón convertido en hospital, charló afectivamente con los enfermos y donó su botiquín personal, en vista de que las medicinas del hospital se estaban agotando. Aunque no querían aceptarlo, para no privar al Rey de los cuidados que precisaba por su enfermedad, él insistió. Acompañado por todo el pueblo, visitó al heroico párroco, D. Francisco Luis Megías y Benavente, que estaba gravemente herido y con fiebres por las tareas de rescate en las que había participado desde el día 25 de diciembre. Le dejó 2.000 reales de limosna (recordamos que 1 peseta eran 4 reales) y le prometió que pagaría de su propio bolsillo la reconstrucción de la iglesia (esto finalmente no fue necesario porque, como contaremos en el capítulo 5, la nueva iglesia se financió con fondos de la Diócesis de Barcelona). Antes de irse, dejó 10.000 reales a los representantes de la Diputación, Cervetto y Tortosa, para que los repartieran entre los pobres.

A su salida del pueblo, todos los vecinos lo acompañaban con muestras de gran entusiasmo y cariño. Lo siguieron durante varios kilómetros, y aunque la comitiva les indicó que no hacía falta que continuaran, ellos lo hicieron, argumentando que no encontraban otra forma de expresar su agradecimiento. Continuaron hasta el final del trayecto, la fábrica de harinas San Fernando, de Vílchez y Cózar, a medio camino entre Arenas y Fornes, donde se había preparado un frugal almuerzo para el Monarca y su comitiva. Tras el descanso, continuaron camino hacia Granada. En el paso por Agrón y hasta llegar a Ventas de Huelma, los esperaba una tormenta de nieve que dificultó en gran medida ese tramo del viaje. Finalmente, llegaron a la capital, donde el Rey se instaló durante 3 días para realizar visitas a los pueblos dañados de alrededor (Padul, Dúrcal, Güevéjar) y conocer mejor la ciudad (visitó la Alhambra, el Generalife, la Universidad…).

Este carrusel recoge imágenes de la visita del Rey a Arenas, realizadas por Juan Comba (ilustrador de la revista La Ilustración Española y Americana), que acompañó al Rey en su visita

Transcurridos esos tres días, el Rey continuó su viaje en tren hacia Málaga, pasando por Antequera. Allí pernoctó con su comitiva el día 15 de enero, y en la capital malagueña, el 16. Durante los días 17 a 21, Don Alfonso y su comitiva visitaron algunos municipios afectados de la provincia, como Torre del Mar, Periana, Canillas de Aceituno o Nerja. 

Según nos cuenta Luis Seco de Lucena en sus memorias, se encontró con el Rey en este viaje a la región afectada. Lo que narra D. Luis es que se encontraron en un camino y, citamos textualmente: “…cuando me incliné para saludarlo y besar su mano, me dispensó el honor de abrazarme cordialmente.” Su Majestad le ofreció un trato cercano, para sorpresa de Luis Seco, motivado quizá por lo particular de las circunstancias: dos jóvenes, ambos de 27 años, que se encuentran realizando la misma labor de ayuda y visita a los pueblos afectados tras una catástrofe humanitaria. En sus memorias, cuenta que esto ocurrió el día 8 de enero de 1885, en el camino de Játar a Arenas. Pero esto no parece posible, ya que el Rey ese día aún estaba en Madrid (partió hacia Andalucía el 9 de enero). Hay que tener en cuenta que Luis Seco publicó su libro de memorias en el año 1941, 56 años después de que ocurriera este hecho, y puede ser que guardara un recuerdo inexacto. En otros libros, hemos leído que el encuentro tuvo lugar en el mismo sitio, pero en otra fecha: el 12 de enero. Ese día, efectivamente, Su Majestad estuvo en Arenas; pero D. Luis estaba en Granada, y allí permaneció resolviendo temas del periódico hasta el día 21, que reanudó sus expediciones de socorro. 

Parece que el encuentro estuvo relacionado con Arenas del Rey, pero hay aún un misterio sin resolver alrededor de este asunto… ¿Qué os parece si lo desentrañamos entre todos? Para ello, hemos preparado este mapa temporal en el que mostramos los pueblos que visitaron cada día, entre el 10 de enero (que llegó el Rey a Loja) y el 21 de enero (que partió de regreso a Madrid). Con un punto amarillo, marcamos la posición del Rey; y con un punto rojo, la de Luis Seco. Vuestro trabajo es encontrar la coincidencia en el espacio y en el tiempo, es decir, averiguar qué día y en qué lugar es más probable que se encontraran nuestros protagonistas. El vídeo va muy rápido, ¡¡hay que estar muy atentos!! Cuando tengáis la respuesta, la marcáis del listado que aparece bajo el vídeo (ATENCIÓN: si no veis bien la lista de respuestas, poned el móvil horizontal!!). Al final del blog os pondremos el resultado de esta investigación colectiva, así como la solución que proponemos nosotros.

¿Qué día y en qué lugar es más probable que se encontraran el Rey y Luis Seco de Lucena?

Otros actos de humanidad

No fue esta la única muestra de humanidad, solidaridad y generosidad de Alfonso XII. Cinco años antes del terremoto de Andalucía, en 1879, se produjo en Murcia la Riada de Santa Teresa (recordaréis que aludimos a ella en el capítulo 2, cuando Luis Seco de Lucena reclamó de vuelta los fondos que Granada donó para ayudar a los afectados por la riada y que no se llegaron a gastar). Debido a una cantidad de precipitación inusual, se desbordaron varios ríos de la cuenca del río Segura, inundando las ciudades de Murcia (donde la altura del agua alcanzó los 10 m), Orihuela y Lorca, entre otras. Los daños fueron cuantiosos y los muertos se cifraron en unos 1000. El Rey visitó la zona y colaboró en la concienciación nacional para ayudar a los damnificados. La prensa, una vez más, se encargó de recoger las donaciones.

Otro episodio que toda España recuerda fue la visita que realizó el Rey a los enfermos de cólera de Aranjuez, el verano después del Terremoto. El brote de cólera entró por Valencia y se extendió rápidamente hacia el interior. El monarca cedió las estancias del Palacio de Aranjuez para que se instalara un hospital para atender a los contagiados. Al inicio del brote, había querido visitar a los enfermos en el levante, pero Cánovas se lo impidió, debido a su estado de salud. Ahora que los tenía cerca, no consultó a nadie y el día 2 de julio de 1885 tomó un tren muy temprano hacia Aranjuez, acompañado solo por su ayudante. Cuando se enteraron en Madrid, algunos miembros de su gobierno y del ejército tomaron otro tren para alcanzarlo, pero él ya estaba allí. Visitó a los enfermos, hablaba con ellos y los consolaba; dejó limosnas para reponer existencias y comió el rancho de los cuarteles, con los soldados. El índice de contagios en Aranjuez era muy alto y el Rey corrió un verdadero riesgo de contagiarse de cólera.

A su regreso, en la estación de Atocha y alrededores se había congregado una gran masa de gente que dieron al Rey, según los periódicos de la época, “la ovación más espontánea, más general y más merecida que haya recibido nunca monarca alguno”. La comitiva salió de la estación en carruaje real y pasó por el centro de Madrid, donde se describe que había tal aglomeración de personas, que no se podía dar un paso. Se mezclaban todas las clases sociales y todas las ideologías políticas; los balcones estaban llenos; la gente salía de los comercios, cafés y tranvías para acercarse al Rey; el carruaje apenas podía marchar. “El entusiasmo era indescriptible”. A gritos de ¡Viva el Rey! manifestaban su cariño y admiración por su esfuerzo espontáneo. Incluso se oyó una voz del pueblo diciendo: “Soy Republicano, ¡viva el Rey!”. No hay muestra más elocuente de la cohesión que había conseguido Alfonso XII con su reinado y de la marca que dejó en los corazones de todas las personas.

El poeta Antonio Fernández Grilo escribió un sentido poema titulado “La muerte del Rey” en el diario la Ilustración Española y Americana (30·nov·1885), del que recogemos aquí lo referente a su labor humanitaria:

«(…) Murcia gimió desvalida

Y en el fango sepultada,

Desde el trono hasta el pantano

Bajó para consolarla;

(…) Montes enteros hundidos

Pueblo y heredad aplastan;

Los cauces desaparecen,

Los árboles se trasladan;

Sin rumbo, por nuevos valles,

Corren las dispersas aguas,

Que el huracán las azota

Y el terremoto las cambia!!!

Sobre el vacilante suelo

Fija el Rey la augusta planta,

Y al que no de los peligros,

De la miseria lo arranca!!!

Triunfa en Aranjuez la muerte;

Deja el lecho con el alba…

Y se van los moribundos

Bendiciendo a su monarca!!!»

El final de su reinado

Pocos meses después de ese verano, el 25 de noviembre de 1885, el Rey falleció en el Palacio de El Pardo. Estaba a punto de cumplir los 28 años. Dejó viuda a la Reina Mª Cristina, con sus dos infantas, Mª de las Mercedes y Mª Teresa, y embarazada de nuevo. Dª Mª Cristina inició la regencia del reino sin saber si tendría sucesor varón. Es curioso el paralelismo de la situación de su muerte con la de su abuelo, Fernando VII, con el que iniciábamos este capítulo y a raíz de la cual comenzó la serie de guerras civiles: ambos dejaban una Reina Regente, Mª Cristina, con dos infantas. Es una situación de aparente fragilidad, pero ¡no os preocupéis!, había dos diferencias fundamentales. Por un lado, el embarazo de la esposa de Alfonso, que culminó con el nacimiento de un hijo varón, el futuro Alfonso XIII. Y por otro, la estabilidad en que Alfonso XII había dejado al país en tan solo 11 años de reinado, ejerciendo su gobierno de manera ejemplar: nunca se dejó manejar por ningún partido político, se ganó el respeto de los Hombres de Estado y el cariño de su Pueblo, alcanzó la paz dentro y fuera de España, dejó las finanzas saneadas y una sólida base de convivencia política. Ésta se materializó con el Pacto de El Pardo entre Cánovas y Sagasta la víspera de la muerte del Rey, mediante el que acordaron mantener la alternancia pacífica en el poder de los dos partidos para garantizar la estabilidad del régimen. 

La continuación monárquica la personalizó la Reina Cristina, que además de ser distinguida, culta y bondadosa, era una mujer inteligente y estaba bien formada y preparada para la política. De ahí le vino el cariñoso apodo de “Doña Virtudes”. Recogió el legado de su esposo y ejerció su regencia de manera ejemplar durante 16 años (hasta que Alfonso XIII tuvo edad para reinar). La reina, que había ocupado un segundo plano hasta ese momento, pronto se ganó el respeto y la admiración de todos, tanto dentro como fuera de la corte y del gobierno. Y no solo durante su regencia, sino durante toda su vida y hasta el día de su muerte, que fue acompañada por un grandioso cortejo fúnebre formado por miembros de la Corte, del Ejército, del Gobierno, aristócratas y grandes de España, así como el pueblo entero. 

¿Sabías que…

…antes de contraer matrimonio con la Reina Mª Cristina, Alfonso se casó por amor en primeras nupcias con su prima, María de las Mercedes de Orleans? Se conocieron cuando él aún estaba en el exilio, la Navidad de 1872, y se enamoraron. Él tenía 15 años y ella, 12. En 1877, el Rey manifestó su intención de casarse con ella, pero la unión no contaba con la aprobación de su madre, Isabel II, ni del gobierno. El Rey se mostró firme en su decisión y pudo con todos. Sí contaba, en cambio, con la simpatía del pueblo que seguía con interés la historia de amor entre los jóvenes. Finalmente, se casaron el 23 de enero de 1878. Esta historia de amor le valió el apodo de “El Rey Romántico”.

Como curiosidad, os podemos contar que los novios hablaron por teléfono la noche antes de la boda; ¡fue la primera conferencia telefónica de España! Y Madrid estrenó alumbrado eléctrico con motivo del enlace. ¡Todo un adelanto en la época!

Pero la historia no tiene final feliz. Tristemente, la reina enfermó y murió de fiebres tifoideas cinco meses después de la boda. Alfonso quedó sumido en la más profunda desolación. Se dice que viajaba a El Escorial, donde ella fue enterrada, para permanecer junto al sepulcro durante horas. En él reza la inscripción: “María de las Mercedes, de Alfonso la dulcísima esposa”. Ahora yace en la Catedral de la Almudena, cuya construcción fue posible gracias a que ella cedió los terrenos en 1879 y Alfonso XII puso la primera piedra.

Fue un romance de película, y así ha sido plasmado en televisión en dos largometrajes: “¿Dónde vas, Alfonso XII?” Y “¿Dónde vas, triste de ti?” Es cine clásico, ¡os recomendamos verlas! Reproducen bastante fielmente la época, las personalidades que nombramos en este blog y las circunstancias que vivió el Rey. Y seguro que os suena la copla “Romance de la Reina Mercedes”, ¿verdad? ¡Pues está inspirada en esta historia de amor!

Ahora que hemos podido conocer mejor a este Monarca, somos más conscientes del honor que nos hizo al visitar a nuestros antepasados, que estaban muriendo de hambre y de frío, y fueron tan afortunados de recibir su consuelo y su ayuda. Agradecemos su esfuerzo, porque realizó un viaje en durísimas condiciones, a pesar de su delicado estado de salud. Con su visita, Don Alfonso consiguió mantener el foco de la prensa en esta zona y el interés de todo el mundo en esta catástrofe. Además, infundió esperanza a los supervivientes de Arenas del Rey, que comprendieron que no estaban olvidados y que se les ayudaría a superar su desgracia. De hecho, antes de emprender el viaje, había abierto la Suscripción Nacional, en la que se recogieron los fondos con los que se reconstruyó Arenas entero y varios barrios en otros municipios. Y creó la Comisaría Regia, institución que se encargaría de llevar a cabo la reedificación, que según leemos en los escritos, era un empeño personal suyo. Hablaremos sobre esto más adelante.

Ahora entendemos por qué lo recibieron con vítores en Arenas del Rey y por qué la historia de su visita ha permanecido en nuestra memoria desde la primera vez que la oímos.

En el próximo capítulo del blog …
…vamos a presentar las partidas de recolección de fondos que se organizaron para ayudar en el primer socorro y en la reconstrucción de los pueblos afectados. Creemos que es necesario saber a quién tenemos que dar las gracias. Algunas ya las conocemos, de otras hemos oído hablar, pero hay otras de las que no teníamos ni idea…

Fuentes:

  • Real Academia de la Historia: Rey Alfonso XII: https://dbe.rah.es/biografias/6413/alfonso-xii
  • Carlos Seco (2007). “Alfonso XII”. Editorial Ariel. Barcelona. ISBN: 978-84-344-5210-7.
  • Carlos Dardé Morales (2021). “Alfonso XII. Un Rey  liberal. Biografía Breve”. Ediciones 19. Madrid. ISBN: 978-84-17280-70-3.
  • José Francos Rodríguez (1918). “En tiempo de Alfonso XII (1875-1885)”. Editorial Renacimiento. Madrid.
  • J. Cortés-Cavanillas (1961). “Alfonso XII. El Rey romántico”. Editorial Juventud. Barcelona. Dpto. Legal: B. 39.727-1969.
  • Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: Biografía de Alfonso XII: https://www.cervantesvirtual.com/portales/reyes_y_reinas_espana_contemporanea/alfonso_xii_biografia/
  • Alfonso XII de España: Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Alfonso_XII_de_Espa%C3%B1a
  • El reinado de Alfonso XII, Congreso de los Diputados: https://www.congreso.es/cem/alfonsoxii
  • María de las Mercedes: https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-contemporanea/20191127/471877092373/alfonso-xii-maria-mercedes-amor-telenovela.html
  • Memoria del comisario Regio (Biblioteca Virtual Málaga): http://bibliotecavirtual.malaga.es/i18n/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=1002981
  • Economía del reinado de Isabel II: https://www.almendron.com/artehistoria/historia-de-espana/edad-contemporanea/liberalismo-y-romanticismo-en-tiempos-de-isabel-ii/x-la-economia-espanola-durante-el-reinado-de-isabel-ii
  • El realce en color de la fotografía del Rey Alfonso XII ha sido realizado por Rafael Navarrete. Le agradecemos que nos la haya cedido para publicarla en este blog.

4 comentarios

Yolanda, afortunados nosotros por este trabajo. En este capítulo hemos refrescado la historia y hemos descubierto datos nuevos sobre el terremoto. Es verdad, las fechas en que nos visitaron quedan un poco dudosas, se comprende, no contaban con los medios que ahora disponemos. Una vez más, enhorabuena maestra.

Interesante y amena lección de historia en este capítulo. Gracias de nuevo por el maravilloso trabajo que nos vais dejando semana tras semana.
Estamos aprendiendo mucho.
Ya dice el refrán: No te acostarás sin saber una cosa más.

Muchísimas gracias a vosotros por leer. Nuestro trabajo no tendría valor si no fuera por vuestra participación y vuestra acogida tan positiva. Es una alegría saber que disfrutáis leyéndolo 🙂 Un abrazo!!

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