Concepto de planificación
Son múltiples las definiciones de planificación formuladas en niveles técnicos, económicos, administrativos, jurídicos, sociales o ambientales.
Planificación racional
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, Planificación se define como un “Plan general metódicamente organizado y frecuentemente de gran amplitud para obtener un objetivo determinado, tal como el armónico de una ciudad, el desarrollo económico, la investigación científica, el funcionamiento de una industria, etc.” (RAE, 2012)
La UNESCO define la planificación como un proceso continuo mediante el cual se intenta sujetar a un criterio racional y científico el examen de las posibilidades que se presentan, escoger las más convenientes y realizarlas sistemáticamente. Una primera idea vinculada al concepto de planificación es por tanto la de racionalidad. Según Gonzalo Martner (1967), planificar es una disciplina intelectual de ordenamiento racional de recursos escasos tras objetivos precisos; partiendo de una evaluación de los recursos escasos, se fijan una serie de alternativas posibles que mediante la elección de las más racionales nos llevan a obtener unos objetivos determinados y una estrategia concreta.
Fayol (1969), incorporó el término acción en la definición: la planificación consiste en una acción encaminada a prever el comportamiento de una organización para hacer frente a las necesidades que han de presentarse en un periodo de tiempo futuro, apoyándose en los datos que proporciona el análisis de la situación pasada y presente.
El concepto de planificación según el modelo técnico de proyecto blueprint, aplicado durante décadas por organismos internacionales para generar desarrollo, permite mediante el establecimiento de programas, reducir el riesgo inherente a toda actividad económica y escoger racionalmente entre varias alternativas posibles. El esquema según este modelo técnico puede responder a la siguiente secuencia: recopilación de datos básicos, definición de objetivos, directrices de la planificación, formulación del plan y evaluación del plan (Friedmann, 1993).
Esta línea racional de la planificación se asemeja en gran medida al proceso proyectual, este con un nivel de detalle superior: ambos enfoque conceptuales tienen mucho que ver con el acercamiento lógico a la toma de decisiones, en un ámbito creativo y de acomodo a la realidad (González Alonso, 1992).
Desde este punto de vista la planificación supone un proceso de racionalidad en la toma de decisiones para una buena distribución de los recursos. Se ha entendido como la actividad encaminada a proponer la acción a desarrollar, y, que tiene su máxima expresión en el presupuesto (Martner, 1967).
Planificación integrada
Efectivamente, puede resultar difícil desligar el concepto de planificación de todo contenido económico, pero comprender a fondo la planificación supone incorporar también otras dimensiones que superen a la económica. Así, el profesor Trueba exponía que la planificación implica una reflexión sobre las condiciones sociales, económicas y ambientales que informa las decisiones a tomar sobre posibles actuaciones futuras (Trueba, 1984).
Surge así el concepto de planificación integrada que puede entenderse como síntesis e integración de la planificación física o ecológica y de la socioeconómica, puede definirse como el conjunto de decisiones sobre los usos del suelo que se toman a la luz de las necesidades, actitudes y preferencias sociales, económicas, políticas y ambientales de un cierto grupo humano (González Alonso, 1992).
Otras concepciones modernas de la planificación
En el espacio regional y local de la planificación, Friedmann introduce una nueva dimensión, la llamada función empresarial de la planificación, identificando el ámbito de acción de los proyectos empresariales con el ámbito público: los empresarios de la planificación son principalmente movilizadores de los recursos que buscan concertar las energías públicas y privadas en soluciones innovadoras para los desafiantes problemas del dominio público (Friedmann, 1993).
Esta nueva función es especialmente apropiada para los proyectos de desarrollo rural y supone considerar que la planificación es algo inherente a las actividades humanas encontrando como representante al individuo como ente que planifica sus aspiraciones y metas y con ellas sus actividades.
Como indica Muñoz Amato (1986), la planificación supone la definición de objetivos, la ordenación de los recursos materiales y humanos, la determinación de los métodos y las formas de organización el establecimiento de medidas de tiempo, cantidad y calidad, la localización espacial de las actividades y otras especificaciones necesarias para encuadrar racionalmente la conducta de una persona o un grupo.
Coincidiendo con Friedmann y Cazorla, la más amplia definición de la planificación en el ámbito de los Proyectos de Desarrollo será aquella forma de la razón que vincula el conocimiento científico y técnico con las acciones en el ámbito público y, más allá, la forma de la razón que intenta vincular el conocimiento científico y técnico con los procesos de orientación social y de transformación social (Cazorla & Friedmann, 1995).
De esta forma la planificación se entiende como un proceso dinámico que no acaba con la formulación del plan, sino que empieza precisamente a partir de este momento (Trueba, 2000).
Se busca por tanto conectar las formas de conocimiento con las formas de acción en el dominio público, estableciendo un proceso lógico —a nivel Nacional, Regional o Comarcal— de aproximación de las políticas a la realidad en tres etapas: Plan-Programas-Proyectos (Trueba et al., 1995).
El plan será el esquema para la acción. Al constituir un marco en el que se apoya una buena distribución de recursos, lo ideal es que todo proyecto de inversión, público o privado, esté situado dentro del esquema general de una planificación.
Podemos decir que en todo esquema de planificación existirán unos objetivos a alcanzar, respetando las limitaciones existentes y empleando unos determinados instrumentos y recursos (naturales, económicos, humanos, etc.).
Necesidad de la planificación de los proyectos de desarrollo
Con todo lo visto anteriormente, se desprende una estrecha relación entre los conceptos de Plan y Programa con los Proyectos. Se trata simplemente de una diferencia de aproximación en el tiempo y el espacio en proyectos de alto nivel de complejidad, como pueden ser los grandes proyectos de desarrollo regional (Trueba et al., 1995). El Manual de Proyectos de desarrollo económico de Naciones Unidas señala que la preparación de proyectos es la fase final de la formulación de los programas (FAO, 1998).
En países con economías más o menos planificadas o al menos con una planificación indicativa los objetivos nacionales conforman y determinan unas directrices de política económica. Estas directrices quedan plasmadas en los llamados planes de desarrollo que programan y dirigen a medio plazo las inversiones públicas y privadas, de acuerdo con los objetivos nacionales (Trueba, 1982).
Los recursos que se consumen en la ejecución de un proyecto de desarrollo siempre son escasos, principalmente en los piases en vías de desarrollo; es por tanto especialmente necesario estudiar lo mejor posible su utilización, preparando cuidadosamente los proyectos dentro del marco de los programas de desarrollo (Waterston, 1969).
En general el desarrollo de la economía depende de los planes y las políticas a largo plazo del Gobierno. En la Unión Europea los Estados miembros para acceder a los fondos estructurales tiene que elaborar los correspondientes Planes de Desarrollo, que, una vez aprobados por la Comisión, pasan a constituir un marco comunitario de apoyo (MCA) que incluye la estrategia de desarrollo, sus prioridades, sus objetivos y la participación de los Fondos y los demás recursos financieros.
Los Programas Operativos (PO) son los documentos aprobados por la Comisión para desarrollar un MCA y los Documentos únicos de programación (DOCUP) constituyen un único documento aprobado por la Comisión que incluye los contenidos de un MCA y un PO. La principal forma de financiación de los proyectos de desarrollo es mediante PO y DOCUP; ambos documentos incluyen un conjunto coherente de ejes prioritarios compuestos por medidas plurianuales (Comisión de la UE, 1998).
Otra modalidad de intervención de los fondos que requiere de la planificación, son los llamados Programas de Iniciativas Comunitarias (PIC). En este tipo de actuaciones la Comisión define un objetivo prioritario y unas líneas de actuación susceptibles de cofinanciación para la consecución de dichos objetivos; tal es el caso de los Programas de Innovación Rural de la Iniciativa Comunitaria LEADER para el desarrollo rural. En función de esto, los Estados Miembros pueden presentar a la Comisión programas de desarrollo relativos a dichas iniciativas comunitarias.
La siguiente figura muestra estas los pasos de la génesis de los programas y los proyectos según las dos principales intervenciones estructurales.
Figura: Planificación de los Proyectos de Desarrollo Rural en la Unión Europea. Fuente: De los Ríos, 2001.
La planificación es por tanto una necesidad para la puesta en marcha de los proyectos de desarrollo tanto en el ámbito de la Unión Europea como en los países en vías de desarrollo. Como señala Harberger (1973), los planes, los programas y los proyectos, “deben hacerse ’con los pies en el suelo’”, y de nada valdrán las consecuencias y las conclusiones que de ellos se deriven, si no pueden aplicarse a una verdadera realidad; habremos edificado castillos de arena, sin ninguna utilidad y con el agravante de haber perdido, y haber malgastado el tiempo de formuladores y evaluadores del plan.
Se necesita por tanto un conocimiento de la realidad, de las situaciones y las circunstancias para dar coherencia a los proyectos futuros que se ejecuten dentro de plan. La Comisión Europea exige que los planes tengan no solo una coherencia interna —con el diagnóstico realizado, con los objetivos del Programa y con los criterios generales de subvencionabilidad—, sino también una coherencia externa con las Políticas sectoriales, Política Agraria Común y otras políticas (Comisión de la UE, 1999a).
Plan-Programa-Proyecto
Si las alternativas técnico-económicas, políticas y variantes concretas conjugan adecuadamente la idea creadora del Plan-Programa–Proyecto, este proceso tiene una mayor relevancia aún en la realización o ejecución los Proyectos de Desarrollo Rural (Trueba, 2000).
Desde el punto de vista de la planificación, las diferencias existentes entre planes, programas y proyectos son diferencias de grado. El plan establece los grandes objetivos; estos objetivos se desagregan en unos subobjetivos a conseguir por unos programas concretos. Los programas a su vez requieren de los proyectos. Por tanto, los proyectos se integran en los programas y éstos en los planes. El proyecto de desarrollo supondrá por tanto la unidad mínima de inversión de la programación (Trueba, 1982).
Los objetivos de cada uno de estos “grados” de planificación disminuyen en amplitud a medida que se desciende en la escala, a la vez que, lógicamente aumenta su grado de cuantificación. En la siguiente figura se muestran estas tres fases o “grados” del proceso de planificación: las previsiones y estimaciones del plan, los programas sectoriales y los proyectos individuales. (Little & Mirrlees, 1974).
Figura: Etapas Plan-Programa-Proyecto. Fuente: Little & Mirrlees, 1974.
Este proceso contrasta frente a los modelos que concebían al plan como la solución óptima de un gran modelo macroeconómico con su función objetivo y sus restricciones. La solución de dicho modelo, en caso de existir, daría los óptimos de producción. Los proyectos que permitiesen dichas producciones óptimas serían los que habrían de realizarse y que constituirían el plan. Esta planificación basada en modelos macroeconómicos, alejada de la realidad y con resultados poco fiables ha sido ampliamente criticada (Little & Mirrlees, 1974; Trueba, 2000). El modelo macro económico de planificación podría utilizarse únicamente al nivel más elevado, en la determinación del plan, pero en ningún caso para programas y menos aún para proyectos de desarrollo concretos (Little & Mirrlees, 1974).
En el otro extremo del proceso de la planificación y constituyendo la tercera etapa están los proyectos de desarrollo como instrumentos para la producción de bienes y servicios (Trueba, 1982). Los programas sectoriales vienen a constituir una especie de puente entre el plan de desarrollo y los proyectos concretos. La siguiente figura muestra los doce programas sectoriales que conforman el Plan de Desarrollo para una comarca desfavorecida y los grandes objetivos que se persiguen con la puesta en macha de los proyectos de desarrollo.
Figura: Programas y objetivos de desarrollo del Plan Comarcal de la Sierra Norte. Fuente: Alier & De los Ríos, 2001.
Principios de la Planificación de Proyectos de Desarrollo
En el proceso de planificación existen unos principios generales o enunciados básicos que pueden aplicarse a la planificación en todos sus niveles, y tanto los Planes como a los Programas y los Proyectos deben ajustarse a ellos. Por otra parte, las características especiales del desarrollo rural hacen que podamos hablar de valores y principios específicos a considerar en la planificación de los proyectos de desarrollo.
Principios generales de la Planificación de Proyectos
Por otra parte cualquiera que sea el campo al que se dirija la planificación, dichos enunciados básicos son de validez general (Martner, 1967). Dichos principios, según Trueba (2001), son los siguientes:
- – El planificar supone tomar decisiones. Esta exigencia obliga a la selección racional entre diversas opciones posibles lo que se consigue mediante una sólida preparación y una sistemática conducente a la determinación de una estrategia que permita el mejor aprovechamiento de los recursos escasos de que se dispone, para lo que deberán tenerse en cuenta diversos criterios socio-económicos, ambientales, políticos y administrativos.
- Previsión.- La planificación, por su propia esencia, implica compromisos de futuro. Los planes, programas y proyectos se hacen en el presente con la vista puesta en el mañana, es decir presentan exigencias de previsión. Los plazos de previsión dependen de una multitud de factores (capacidad técnica y de gestión, disponibilidad de recursos, posibilidades de control, etc.) que deben tenerse presentes en todos los casos. Este principio de previsión, deriva de los análisis y estudios del ayer y del hoy, así como de la prospección de la evolución futura de los factores considerados.
- Universalidad.- Este principio de universalidad de la planificación tiene un doble aspecto. Por una parte, la planificación debe extenderse a todas las fases del proceso económico, social, administrativo, político; no debe eludir ninguno de estos aspectos cuando se pretende una planificación armónica y coherente. Por otra, la planificación no es exclusiva de los órganos supremos de decisión sino que en ella han de intervenir todos los agentes sociales, organismos gestores y ejecutores de los diferentes niveles nacional, regional y local.
- Unidad.- El plan, el programa o el proyecto debe ser único y armónico y coherente, pero en el se funden todos los factores a considerar. La unidad exige coordinación y evita la duplicidad y, por tanto, el mal uso de los recursos.
- Continuidad.- La planificación no es un hecho aislado en el tiempo y aunque tiene comienzo, no debe llegar a un final temporal; ya que la finalización de un plan tiene que coincidir con la iniciación de otro. De este modo los planes, programas y proyectos se engarzan sin solución de continuidad.
Nuevos principios y valores en un contexto moderno
Los anteriores principios generales de la planificación (Martner, 1967; Trueba, 2001) pueden complementarse, en el contexto de la sensibilidad social, con otros criterios inspiradores de un nuevo modo de trabajar en campo de los Proyectos de Desarrollo Rural. Estos principios, según Cazorla et al. (1996) y Llano (1988), son los siguientes: gradualidad, pluralismo, complementariedad, integralidad y solidaridad.
Considero que la planificación de los proyectos de desarrollo rural, en el actual contexto de las relaciones urbano-rurales, se ajusta y requiere de esos principios, sobre todo en su perspectiva europea.
- Principio de gradualidad. Este principio se basa en la consideración de que las personas y las cosas admiten matices, variedades. La superación de la dicotomía urbano rural con la asimilación de la ciudad a la industria y a un determinado tipo de crecimiento económico, por un lado; y lo rural unido a la agricultura y a la falta de vitalidad económica, por otro; es una de las consecuencias que podemos extraer. La idea de potenciar un desarrollo endógeno con su enorme variedad de formas y matices que puede representar, entre las que se encontraría una adecuada actualización industrial en zonas rurales sobre una base ecológica, rompe el rígido modelo moderno (Cazorla et al., 1996).
- Principio del pluralismo. Hace referencia a la diversidad de territorios y culturas, cambios en el aspecto laboral y en las muy diversas formas de trabajar. Al hablar de las nuevas perspectivas del mundo rural es indudable que estas darán, y están dando lugar ya, a una variedad de profesiones impensable hace unas décadas, siendo un claro ejemplo las derivadas del sector terciario en actividades relacionadas por ejemplo con el turismo rural. En este sentido se hace necesario incrementar con programas adecuados los niveles de formación de las gentes que habitan en áreas rurales, profundizando en el concepto de que un adecuado desarrollo es más que una cuestión económica, una cuestión cultural de mejorar el conocimiento de las gentes, de forma que ellos mismos sean capaces de acometer aventuras profesionales de todo tipo superando los miedos propios de una inseguridad que nace del desconocimiento.
- Principio de la complementariedad. Frente a la dominante estrategia de conflicto, que confunde lo que es distinto con lo que es contrario, asciende otro modo de pensar que no es excluyente sino que afirma la composibilidad de las diferencias (Llano, 1988).
Para mejorar el equilibrio territorial, la búsqueda de complementariedades y de cooperación entre las zonas rurales y urbanas es determinante. El mundo rural se presenta desde una perspectiva espacial, que supone precisamente un elemento equilibrador de un mundo urbano que ha generado unas consecuencias nocivas para el medio ambiente, en general, y para el hombre en particular (Cazorla el al., 1996).
- Principio de integralidad. Aunque el reto de la interdisciplinariedad conceptualmente parece asumido, queda un gran campo por desarrollar en cuanto al afinamiento de los valores y principios con los que actuamos.
Los empresarios de la planificación son principalmente movilizadores de los recursos que buscan concertar las energías públicas y privadas en soluciones innovadoras para los desafiantes problemas del dominio público. Pero tal planificación está orientada a valores especiales y no al beneficio. Es explícitamente normativa en su intención. Aunque los planificadores siguen siendo libres de elegir, la acción en el dominio público deberá justificarse, en los términos más generales, como la que favorece la causa del florecimiento humano y la diversidad en todo el mundo (Friedmann, 1986).
La asunción de principios éticos por parte de los directores de proyecto y su comportamiento respetuoso con la deontología profesional, es imprescindible para la convivencia normal entre las entidades involucradas en el proyecto. Principios básicos como los de legalidad, profesionalidad, integridad y respeto a las personas deberán desarrollarse formando parte del bagaje intelectual de cualquier director de proyectos profesional (IPMA, 2009).
En definitiva se trata de ver el sentido de la realidad desde la ética más que desde la técnica. Con la primera nos movemos en el terreno de los fines, con la segunda en el de los medios, importantes por supuesto, pero medios (Cazorla et al., 1996).
- Principio de la solidaridad. Frente a la creación de espacios sociales incompatibles, un proyecto postmoderno reclama ámbitos sociales compatibles, primando la solidaridad en lugar de la disgregación y proyectándose desde los recintos más íntimos del ser humano para crear espacios de solidaridad, con un reto final que no es otro que un nuevo estilo de desarrollo.
Estos espacios de solidaridad, tienen su fundamento más sólido en la consideración de la dignidad de la persona humana. Dignidad que tiene también una proyección ecológica clara que debe marcar el estilo de ese nuevo desarrollo que propugnamos (Cazorla et al., 1996).
En los proyectos de desarrollo rural el concepto de solidaridad no se entiende en el sentido de trabajar para otros sino con otros, tratando de unir las acciones realizadas por cada hombre en un proyecto común. En estos proyectos surge necesariamente la participación, que es muy posiblemente la demanda más seria de la solidaridad.
La erradicación del hambre y la pobreza en el mundo, el desarrollo de la libertad y las capacidades humanas de la población rural constituyen ejes básicos de desarrollo (Trueba, 2000). Los proyectos de desarrollo se presentan hoy en día como elementos prioritarios de cara a la creación de espacios de solidaridad. Los países más desarrollados deben ser los primeros en apuntar soluciones que deben estar presididas por una idea: generosidad, suprimir egoísmos (Cazorla & De los Ríos, 2001).
La Planificación desde arriba y planificación desde abajo
Existen modelos complementarios de planificación de los Proyectos de Desarrollo Rural. Por una parte figuran los modelos de la llamada planificación asignativa o “desde arriba”. Estos modelos son partidarios del concepto de planificación operacional al que Friedmann se refiere cuando los planificadores aplican la razón técnica a las áreas problemáticas específicas. La planificación aparece como una forma de toma de decisiones anticipada, como una actividad que precede tanto a la decisión como a la acción (Friedmann, 1986).
Esta definición responde al modelo de proyecto blueprint utilizado por numerosos organismos internacionales —como el Banco Mundial, CEPAL, OCDE— durante décadas generar desarrollo en países subdesarrollados y en vías de desarrollo (Taylor, 1998). Las actividades que realizan estos planificadores dentro de esta modelo son (Friedmann, 1986):
- Definir el problema a considerar de manera que pueda someterse a la acción o intervención de políticas.
- Modelar y analizar la situación con el propósito de la intervención.
- Diseñar una o más soluciones potenciales en forma de políticas, planes de acción sustantivos, innovaciones institucionales, etc.
- Llevar a cabo una evaluación detallada de las soluciones alternativas propuestas, en términos de viabilidad técnica, económica, social, ambiental, eficacia respecto a costes, efectos probables sobre diferentes grupos de población, aceptabilidad política, etc.
Allí donde se dan estas actividades se puede afirmar que existe planificación, puesto que el estudio previo de las distintas variables de un problema, el diseño y evaluación de soluciones responde a la idea de anticiparse a las acciones que posteriormente se van a acometer. La planificación supone una elección racional donde, la participación pública entra en la última fase como guinda a todo un proceso no participatorio de los grupos afectados; es una planificación hecha desde arriba (Friedmann, 1993).
Cabe hablar por tanto de una planificación desde arriba en la cual se fijan y se adoptan un cuadro macroeconómico definido para el futuro de la economía tratando de ajustar los programas sectoriales y los proyectos determinados.
La experiencia que Waterston (1969) aporta en su libro “Planificación del Desarrollo” demuestra que la mayoría de los países han planificado desde arriba, fijando una tasa de crecimiento que en raros casos se ha podido alcanzar. Waterston achaca este fracaso al desconocimiento de los recursos de que los países disponían y a la falta de proyectos derivada de ese desconocimiento. Por esa razón, propone que la planificación se haga desde abajo insistiendo en la planificación de estudios de campo detallados a nivel microeconómico que permita la identificación de proyectos viables producto por producto, fase por fase, comarca por comarca y región por región.
Numerosos autores (Uphoff, 1981, 1995; Cernea, 1985, 1992; Cernea & Kudat, 1992; Chambers, 1983, 1995; Kublinski, 1977; Waterston, 1969; Korten, 1980; Friedmann, 1986; Cazorla, 1997; Cazorla et al., 1999) han puesto de manifiesto la crisis del modelo de planificación “desde arriba” en Proyectos de Desarrollo Rural. Las mayores críticas al modelo provienen de que los criterios y objetivos que dan lugar a los proyectos no se encuentran participados por los propios actores, agentes beneficiarios de la acción.
Sin embargo, es necesario que la planificación desde arriba y la planificación desde abajo sean acordes y complementarias, para conseguir un desarrollo real para el país.
Esta planificación desde arriba, también denominada de corte clásico, basa su epistemología en la toma de decisiones sobre un problema, una necesidad o una oportunidad por parte del poder político antes de que éste suceda en el tiempo. Las decisiones primero, después la acción: ese era el modelo básico (Friedmann, 1986).
Estamos ante una planificación de diseño que no responde a las expectativas de una población beneficiaria de esas acciones porque, sencillamente, no estaban implicadas (Friedmann, 1986; Cazorla & Friedmann, 1995). El modelo responde ineludiblemente a un proceso de toma de decisión política sobre criterios y objetivos sometidos a análisis político
La siguiente figura muestra una forma de esquematizar esta planificación desde arriba en un ámbito público de corte clásico, adaptado al caso de una Planificación Regional con puesta en marcha de proyectos a nivel local (Cazorla et al., 1996).
Figura: Planificación en un ámbito público de corte clásico. Fuente: Cazorla, 1996.
La Planificación como aprendizaje social
Desde el punto de vista del concursante el aprendizaje social es la tradición de la planificación que más posibilidades ofrece en ámbito de los proyectos de desarrollo rural, sin que esto suponga descartar las otras alternativas planificadoras.
El aprendizaje social empieza y acaba con acción. Es un proceso complejo, dependiente del tiempo y la experiencia de los actores, que implica, además de la acción en si misma, estrategia y táctica política, análisis de la realidad y valores que inspiran y dirigen a las acciones y los proyectos (Friedmann, 1993).
Su supuesto central es que todo aprendizaje efectivo proviene de la experiencia de cambio de la realidad: la población afectada por los proyectos participa activamente en la planificación, de forma que se valida el conocimiento experimentado y proporciona un aprendizaje mutuo entre el experto de la planificación y la población afectada (Cazorla & Friedmann, 1995).
El aprendizaje social deriva del pragmatismo filosófico de John Dewey y Lewis Mumford. En 1974, con la creación del National Training Laboratory in Group Dynamics, en Bethel, Maine, el aprendizaje social se convierte en una tecnología blanda que se llamó desarrollo organizacional.
La participación de los agentes en la toma de decisiones no es más que un proceso de aprendizaje. La planificación, que de esta manera es participada, tiene una doble dirección ya que, partiendo de las propuestas de los agentes beneficiarios, elabora criterios para la toma de decisión política, y, de otro lado, refleja sus propios criterios conforme al programa u objetivos que tienen en el horizonte. La planificación es entonces de abajo a arriba.
La Planificación como movilización social
Otra forma de planificar proyectos en determinados ámbitos del desarrollo puede ser mediante la llamada “movilización social”, tradición planificadora que toma cuerpo de las doctrinas marxistas, anarquistas y utópicas. Se distingue de las demás tradiciones en la primacía de la acción colectiva y directa “desde abajo” (Friedman, 1986).
Son las líneas políticas las que priman sobre las actuaciones técnicas. Algunos autores interpretan la movilización social como una lucha entre clases frente al estado capitalista y burgués; otros la identifican con un sistema comunitario basado en la solidaridad social como alternativa a la sociedad actual. A diferencia con la planificación como reforma social o como análisis de políticas, la planificación como movilización social se realiza desde abajo, buscando la voluntad colectiva más que la del individuo.
Un ejemplo de la planificación de proyectos de desarrollo mediante procesos de movilización social es el Plan de Inversiones en los distritos de Villaverde y Usera (1998-2003). Los propios ciudadanos se organizan con el objetivo de movilizar una transformación social, captando unos recursos públicos inicialmente no previstos por el Gobierno. La figura II-39 muestra el esquema de funcionamiento y los procesos participativos, en esta planificación como movilización social de los Proyectos de Desarrollo generados (Alier et al., 2001).
Figura: Proceso de gestión anual del Plan Vilalverde Usera. Fuente: Alier et al., 2001.