A causa de la globalización los evaluadores trabajan cada vez con más frecuencia con múltiples grupos étnicos con culturas muy diferentes. Gente de diferentes culturas pueden mostrar su diferencia de modos muy diversos: diferentes formas de ver las cosas; diferentes creencias, valores, normas, costumbres, comportamientos, conocimientos, lenguajes; o diferentes modos de expresar la personalidad o la bondad. Estas diferencias pueden causar dificultades en el trabajo de evaluación y en la interpretación de los datos recogidos a través de las técnicas participativas. Poner atención en estas diferencias culturales puede dar a un evaluador extranjero una mejor oportunidad de ser aceptado y poder hacer bien su trabajo.
Los evaluadores son tentados muchas veces por dejarse llevar por generalizaciones que llevan a recomendaciones que no siempre son apropiadas. Reconociendo la necesidad humana por crear categorías, se ha de afirmar que estos estereotipos pueden tener efectos negativos en el trabajo de evaluación, pues las generalizaciones son siempre peligrosas.
Es necesario reflexionar sobre las diferencias culturales y discutir sobre ellas, pero no hay nada mejor que la buena observación, el saber escuchar y el sentido común para saber manejarlas. Las diferencias entre culturas y razas son reales y constituyen una fuente de riqueza. Pero al mismo tiempo hay entre ellas mucho en común, cuando lo más superficial es traspasado se ve que en el fondo hay bastante en común. Algunos aspectos relacionados con la personalidad, el deseo de hacer mejor las cosas, la necesidad de participar y contribuir, son comunes a una gran cantidad de culturas. El problema es que los evaluadores han de afrontar muchas veces el aspecto más superficial y puede no haber tiempo de ahondar en estos aspectos más comunes, lo que hace de las diferencias culturales un aspecto muy importante de su trabajo de evaluación.