Bajo este epígrafe se agrupan todos aquellos procesos metamórficos que no se desarrollan en zonas situadas en los bordes de placa. Son procesos de adaptación en los que las nuevas condiciones de presión y temperatura se desarrollan de forma muy localizada; y asociadas a diversas circunstancias que se utilizan como criterio de clasificación.
Metamorfismo de enterramiento. El progresivo enterramiento de los sedimentos en las cuencas de sedimentación, implica un aumento en la presión que puede dar lugar a la aparición rocas metamórficas de grado bajo a unos 10 a 12km de profundidad.
Metamorfismo dinámico. Es el resultado de las intensas presiones originadas en las zonas de falla (banda de anchura variable situadas en los bordes de falla). El calor producido por el rozamiento puede elevar la temperatura y crear las condiciones favorables para el desarrollo de un metamorfismo de bajo grado y las presiones desarrolladas durante las fricción del material es tal que fractura y tritura la roca provocando su casi disgregación.
Metamorfismo de Contacto o Térmico. En este tipo de metamorfismo la temperatura es el factor dominante. El proceso se produce por lo tanto, cuando una roca se ve expuesta a una temperatura superior a la de su formación. Un caso típico de desarrollo es la zona de contacto entre una intrusión ígnea y su roca encajante, o una colada volcánica sobre la roca subyacente. Durante el proceso, la cesión de calor y las reacciones químicas que tienen lugar desarrollan una zona metamórfica llamada Aureola de Contacto. La aureola suele tener forma concéntrica con respecto al cuerpo intrusivo y su mineralogía indica, siempre, un descenso de la temperatura con la distancia.