Manos al cacharreo: Conductímetro

Arrancamos la primera sesión de cacharreo, ya había ganas. Y es que trastear y experimentar con la tecnología para poder analizar y entender nuestro entorno además de divertido es muy interesante.

A simple vista la tecnología nos suena algo frío, ajeno, y muy incomprensible. Algo así como genios de lámparas mágicas, que hacen cosas si se las pedimos, aunque sin entender muy bien cómo. En esta parte, sobre cómo funciona, es donde queremos incidir. El cacharreo sirve para quitarle el halo misterioso, porque cuando empezamos a entenderla, descubrir sus límites y potencialidades, esta deja de ser algo que consumimos, para empezar a ser algo que diseñamos y desarrollamos. La tecnología deja de ser el elemento central y comienza a ser una herramienta que nos ayuda, de la forma y modo que definimos, a conseguir aquello que sí es realmente importante para nosotros y nosotras, algo que se adapta a nuestras demandas y necesidades, y no viceversa. Esto es, nos acercamos al empoderamiento y soberanía tecnológica.

Durante las sesiones anteriores habíamos hablado de las cuestiones ambientales de nuestro barrio: problemas que producen contaminación atmosférica y recaen en las aguas de los ríos que riegan los alimentos que consumimos o circulan por las cañerías a los grifos de nuestras casas. Cuantificar el estado ambiental del aire y agua nos ayuda a comparar si nuestro entorno está mejor o peor ambientalmente, y con esa información avanzar hacia propuestas para su mejora. En todo ello los sensores son una herramienta muy positiva de control y evaluación de calidad ambiental.

¿Pero no se podría comprar los sensores y simplemente medir? Sí, sin duda. Pero saldría mucho más caro y perderíamos la capacidad de saber como funciona, además si se estropea no sabríamos arreglarlo y nos costaría más dinero que si lo hacemos nosotros mismos.

Y ese es el objetivo de la primera práctica, descubrir que montar un sensor puede ser muy sencillo, rápido y barato. Mucho del conocimiento que necesitamos está subido en internet en lo que llaman “librerias de código”. El reto que les lanzamos fue realizar un conductímetro, lo que nos permitiría saber si el agua está contaminada o no. El agua no conduce la electricidad, sin embargo, si tiene sal o metales pesados empieza a circular más los electrones, es decir, aumenta su conductividad. A más conductividad podremos saber si está más contaminada el agua.

Para hacer un conductímetro se requiere muy pocos materiales: bolis, cables, un arduino (una placa electrónica) y un PC. Y resulta muy sencillo, como pudimos comprobar gracias a las guías y vídeos preparados para su desarrollo. Así, paso a paso, entre estos materiales y apoyo de los y las profes rápidamente los chicos y chicas tuvieron listos sus sensores.

Tras ello tocó probar si funcionaban. Para ello nos planteamos un experimento muy sencillo.

Como ya se hiciera en “Atrapa un millón”, donde entonces un concursante se jugaba 5.000€, Lanzamos la siguiente pregunta: Sal o Azúcar ¿Cuál conduce más?

Preparamos tres vasos: Vaso 1- sólo agua; Vaso 2- agua y azúcar; Vaso 3- Vaso con agua y sal.

Los grupos realizaron sus medidas, y no hubo duda. El agua con sal conducía tres veces más la electricidad que con el agua o el agua y azúcar.

Seguro que Remedio Cervantes no ha olvidado la respuesta. Y seguro que nuestros jóvenes investigadores tampoco lo hacen ahora.