Con este relato de Ana Rodríguez comenzamos la serie de historias que se irán publicando en este blog sobre cómo han vivido los miembros de la comunidad universitaria de la UPM la crisis provocada por COVID19.
La situación que nos ha tocado vivir ha sido tan disruptiva que, en mi caso, ha servido para reafirmar muchos pensamientos acerca del tipo sociedad actual y el modelo de desarrollo. Sobre la implicación de los nuevos desarrollos tecnológicos en la privacidad, el impacto sobre el entorno de nuestro modelo de consumo o la definición de lo que consideramos servicios/actividades esenciales. En definitiva, ha sido un periodo de reflexión sobre las personas, su compromiso, su comportamiento e inquietudes.
Con respecto a esto, se me han venido a la cabeza las palabras que menciona Will Smith en la película “Belleza Oculta”. Al principio, lanza una pregunta ¿qué une a las personas? Responde con tres conceptos abstractos: amor, tiempo y muerte. En su relato justifica la elección de estas palabras diciendo que todos anhelamos amor, necesitamos más tiempo y tememos a la muerte.
Pues no se me ocurren mejores palabras para expresar mi época de confinamiento y empiezo por la muerte. No creo que nos hayamos encontrado situación tan cercana a la muerte como en estos meses, por lo menos en los países desarrollados. Según los datos actuales oficiales, las muertes se encuentran en torno a 27.000 en tres meses y cerca de 235 mil infectados. Creo que son datos muy relevantes para ser conscientes de la gravedad de la situación. Pero, lo que más me impacta de esta oleada de víctimas, es la soledad que han pasado en los momentos previos a su transición y los sentimientos de desolación de los familiares que no han podido despedirse.
Continuo con el tiempo. Einstein decía que el tiempo es una ilusión. En este periodo de confinamiento hemos comprobado en nuestra piel la teoría de la relatividad. Estamos tan limitados por el tiempo que hemos dejado a los “hombres de gris”, que describe Michael Ende en Momo, nos quiten la capacidad de ver lo esencial de esta vida. En mi caso, he adquirido conciencia y quiero cambiar ciertos hábitos para aprovechar el tiempo de otra manera. No dejar las tareas o actividades para otro momento pensando que habrá tiempo porque, en realidad, no es así. Hay que disfrutar y afrontar la realidad que nos toca vivir, para exprimir lo mejor de cada situación y momento.
Termino con el motor de la vida, el amor. Durante el confinamiento he descubierto que el amor es la base de la motivación y de la lucha por seguir hacia delante. Esto lo he comprobado con mi hermana, enfermera, el día que lloró porque estaba infectada por COVID y no podía luchar con sus compañeros contra este “bicho”. También con mi padre, jubilado de las fuerzas de seguridad del estado, el día que me contó que se presentó como voluntario. Mi madre, el día que me impidió ir a verla a su casa cuando nos comunicó que estaba infectada por COVID, no quería que yo me infectara también. Me siento muy orgullosa de ellos por su comportamiento y responsabilidad. Ahora más que nunca, me siento muy afortunada de tenerlos a mi lado.
No me olvido de mi pareja. En el momento de escribir estas líneas, llevamos juntos (24 horas) desde el 12 de marzo y 52 días teletrabajando ¡quién me iba a decir que trabajaríamos juntos!. Sinceramente, no me imagino otra manera mejor de pasar esta etapa de mi vida.
También están los amigos, con los encuentros virtuales y los videos para los cumples. No sabía que era tan creativa (es decir, gansa) ¡toda una experiencia!. Pero me gusta pensar que se han reído un poquito. La risa es buena para luchar contra la adversidad.
No puedo dejar de mencionar a mi familia académica, de la que formo parte en la Universidad Politécnica de Madrid. Soy una afortunada al ser miembro de un equipo de profesores, investigadores y alumnos, muy divergente, pero, a la vez, muy unido. Estamos tremendamente comprometidos y hemos seguido trabajando y luchando para continuar. Innovación y sostenibilidad son nuestro late motiv y el COVID, solo nos ha hecho más fuertes.
Termino este relato con una solicitud, responsabilidad y sostenibilidad, y un deseo, fuerza para seguir ante el nuevo mundo que se nos presenta.
“Para no perder la ilusión, elimina las expectativas de tu vida y refuerza la esperanza”
Autora: Ana Rodríguez Olalla. Investigadora de la Unidad Docente de Organización de Empresas de la ETSI Montes, Forestal y del Medio