Gráfico sobre pobreza energética

La generación de energía, por sí sola, no traerá consigo el acceso universal en África

Noticia traducida. Fuente original: “Power generation alone won’t deliver energy to Africa’s poor“, by James Ryan Hogarth and Ilmi Granoff. Overseas Development Institute, 26 may 2015

Kandeh Yumkella, cabeza visible de la iniciativa Sustainable Energy for All, trató de alinear a los participantes del segundo foro anual de la iniciativa en torno a un lema: “Transformando compromisos en kilovatios hora para gente real”. Sin embargo, dichos participantes (y los que seguían dicho foro desde internet) conforme pasaron las horas fueron reduciendo ese lema a “Transformando compromisos en kilovatios hora”.

Esto ilustra una profunda tensión dentro de la agenda del acceso universal a la energía. La idea de que el ingrediente esencial de cara a afrontar el problema es el aumento de la generación (véase, por ejemplo, la iniciativa Power Africa del gobierno estadounidense) está muy asentada. Sin embargo, distintas voces (como un reciente informe publicado por el think-tank británico “Overseas Development Institute” y Oxfam) defienden que el mayor reto no es “transformar compromisos en kilovatios” sino “llevarlos hasta la gente real”.

Es un hecho que África es, con diferencia, el continente con menos generación eléctrica instalada. Sin embargo, incluso los escenarios más optimistas prevén que, pese a los despliegues de red, 530 millones de africanos seguirán sin poder acceder a la electricidad (y 653 millones seguirán dependiendo de biomasa para cocinar). Esto es debido a que los sistemas eléctricos actuales no llevan energía a los pobres.

Casi la mitad del consumo eléctrico de África se destina a actividades extractivas (minería, refino de petróleo, etc.), una industria que históricamente no ha traído consigo la reducción de la pobreza. Además, el modelo eléctrico es convencional (centralizado), poco apropiado para los núcleos de población dispersos de África. Se une a esto el problema de que incluso en las zonas donde llega la red mucha gente no puede permitirse las tarifas y quedan sin electrificar durante años, o incluso durante décadas.

Las opciones energéticas distribuidas (off-grid) están demostrando ser cada vez más rentables. La energía solar, la mini-hidráulica y los generadores híbridos (solares con apoyo diésel) suelen ser las opciones más baratas para llevar electricidad allá donde no hay acceso (tanto domicilios, como negocios o servicios públicos tales como escuelas o centros de salud). Sin embargo, esto contrasta con el gasto actual: sólo el 13% del gasto en energía del Banco Mundial se destina a acceso a la energía, y además ese dinero se destina en su mayor parte a ampliar la red eléctrica existente.

Esto es explicable por el hecho de que asegurar el acceso a la electricidad mediante generación distribuida requiere aproximadamente 2.5 veces más inversión que desplegar la red. Pero estos despliegues de red, como hemos visto, no alcanzarán a los más pobres. Así pues, el mayor reto de cara a conseguir el acceso universal a la electricidad no es técnico, sino de enfoque: se debe dejar de enunciar objetivos en base a kilovatios o megavatios, y empezar a pensar en el número real de personas que se beneficiaran de los proyectos.

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