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#hoyleemos: “La conjura de los necios” de John Kennedy Toole

El blog de la Biblioteca de Industriales, “la silla de parar las prisas” inicia este curso 2009-2010 como acabó el anterior, es decir, recomendando lecturas para que entre clase y clase, entre examen y examen, desconectéis un poco. En este caso, es un auténtico placer presentaros a quienes no lo conocéis, a uno de los personajes más curiosos de la literatura moderna: Ignatius Reilly. Revolucionario, vago, tragón sin límites, déspota… son algunos de los calificativos que se pueden utilizar para describir al  protagonista de esta divertidísima novela a la que se puede aplicar sin duda el apelativo de “clásica”. Disfrutadla.

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“Una gorra de cazador verde apretaba la cima de una cabeza que era como un globo carnoso. Las orejeras verdes, llenas de unas grandes orejas y pelo sin cortar y de las finas cerdas que brotaban de las mismas orejas, sobresalían a ambos lados como señales de giro que indicasen dos direcciones a la vez. Los labios, gordos y bembones, brotaban protuberantes bajo el tupido bigote negro y se hundían en sus comisuras, en plieguecitos llenos de reproche y de restos de patatas fritas. En la sombra, bajo la visera verde de la gorra, los altaneros ojos azules y amarillos de Ignatius J. Reilley miraban a las demás personas que esperban bajo el reloj junto a los grandes almacenes D. H. Holmes, estudiando a la multidud en busca de signos de mal gusto en el vestir. Ignatius percibió que algunos atuendos eran lo bastante nuevos y lo bastante caros como para ser considerados sin duda ofensas al buen gusto y la decencia. La posesión de algo nuevo o caro sólo reflejaba la falta de teología y de geometría de una persona. Podía proyectar incluso dudas sobre el alma misma del sujeto.

Ignatius vestía, por su parte, de un modo cómodo y razonable. La gorra de cazador le protegía contra los enfriamientos de cabeza. Los voluminosos pantalones de tweed eran muy duraderos y permitían una locomoción inusitadamente libre. Sus pliegues y rincones contenían pequeñas bolsas de aire rancio y cálido que a él le complacían muchísimo. La sencilla camisa de franela hacía innecesaria la chaqueta, mientras que la bufanda protegía la piel que quedaba expuesta al aire entre las orejeras y el cuello. Era un atuendo aceptable, según todas las normas teológicas y geométricas, aunque resultase algo abstruso, y sugería una rica vida interior…”

 La conjura de los necios / John Kennedy Toole — Ed. Anagrama
Disponible en la sección No Sólo Técnica. Sig. 82N KEN con
La conjura de los necios en Wikipedia