Como primer caso de estudio en la aplicación de la Metodología NAUTIA, se eligió el Campamento de Personas refugiadas de Shimelba-Etiopía, por ser el campo más pequeño y de mayores necesidades.
La misión de recogida de datos en Shimelba se realizó en octubre del 2018. El equipo de trabajo estuvo formado por investigadores/as de la UPM y miembros de la Alianza Shire. El trabajo en terreno estuvo coordinado por el equipo de ZOA quienes organizaron la logística, validaron las metodologías y participaron durante el desarrollo de las actividades.
Durante la misión se realizaron entrevistas a las entidades encargadas de la gestión del campo y a las organizaciones con actividad en la zona, así como al gobierno local, a la empresa nacional de abastecimiento de energía y al Comité de Personas Refugiadas. En cuanto a los talleres de participación se realizaron tres sesiones, dos de ellas con la población más vulnerable (mujeres y menores de 18 años) y la tercera con una muestra de la población general. En los talleres participaron ambas comunidades con el objetivo de favorecer el dialogo y su integración. Durante los trabajos de levantamiento de información geolocalizada, se mapearon los asentamientos y se actualizó la información obtenida desde la bibliografía. Por último, se realizaron encuestas en ambas comunidades, que contaron en la muestra con todos los grupos étnicos presentes. A continuación, se presentan los principales hallazgos organizados por sectores.
En esta área se analizan aspectos como el acceso, la disponibilidad, la calidad y la perspectiva de género en la prestación de los servicios de agua y saneamiento, que están vinculados también con los sistemas de higiene disponibles. Así mismo, se aborda la demanda actual de agua y saneamiento a través de la priorización de estos servicios por parte de la población.
La población del campo de refugiados y comunidad de acogida cuenta con acceso a agua en cantidad adecuada (30-40 litros/día), que proviene de fuentes de agua de calidad adecuada para el consumo humano e irrigación de cultivos según refieren los líderes y autoridades locales. Los puntos de agua identificados se encuentran ubicados en espacios públicos, como las escuelas.
La mayoría de población refugiada tiene letrinas dentro de sus viviendas (81% de encuestados), sin embargo, en la comunidad de acogida menos de la mitad de población (sólo el 46% de encuestados) cuentan con letrinas en el domicilio. El resto de la población defeca al are libre ya que en ningún caso no existen letrinas de uso comunal. Sólo existen letrinas de uso público dentro de infraestructuras públicas, como colegios, establecimientos de salud, entre otros, y están mayoritariamente separadas por sexo (59% en campo de refugiados y 67% en comunidad de acogida). En cuanto a la calidad de las letrinas que usa la población refugiada, más de la mitad (55%) son consideradas adecuadas dado que cuentan con techo y paredes, puerta que cierra correctamente, mosquitera, losa/plataforma e iluminación. En el caso de la comunidad de acogida no se ha evaluado la calidad de las letrinas domiciliares.
El acceso a sistemas de lavado de manos y de eliminación de compresas sanitarias es limitado en ambos casos (23% en el campo de refugiados y 5% en la comunidad de acogida). Además, no existe ningún sistema de tratamiento de aguas residuales. En cuanto a la demanda de servicios de agua y saneamiento, la población refugiada prioriza los servicios de agua más no de saneamiento y la comunidad de acogida no prioriza ninguno de los dos servicios.
La energía es un factor esencial para hacer frente a la pobreza. Sin embargo, este recurso está mucho más limitado en contextos rurales con niveles de ingresos bajos, con muy pocas o nulas posibilidades de empleo y de oportunidades para emprender un negocio, y donde la lucha por el recurso disponible (leña) es una de las principales causantes de conflictos sociales y de la deforestación. En Shimelba, sólo el 5% de la población refugiada tiene acceso a la electricidad, en un promedio de 6 horas al día, a través de generadores diésel aislados cuya operación está condicionada por la disponibilidad del combustible en la zona y por la capacidad de sus propietarios para realizar trabajos de mantenimiento. La comunidad de acogida está conectada a la red eléctrica, cuyo mix de generación es 99% renovable (hidroeléctrica convencional), y cuenta con un servicio de 18 o más horas al día.
El recurso utilizado para generar electricidad influye directamente sobre los precios a los usuarios. Para los refugiados la electricidad no es asequible ya que representa el 15% de los ingresos de una familia al mes, mientras que su comunidad de acogida solo gasta el 5% de sus ingresos en este servicio. En un país con el clima de Etiopía, la electricidad se considera asequible si los costes no superan el 10% de los ingresos.
En cuanto a servicios de electricidad, las diferencias también son drásticas. Los servicios de energía son muy básicos en el campo de refugiados: iluminación y carga de teléfonos móviles con un consumo máximo de 100 Wh/día/familia. La comunidad de acogida utiliza electrodomésticos de medio y alto consumo (refrigerador), con lo que registra consumos de 3,5 kWh/día. Intervenir en energía es prioritario en el campo de refugiados de Shimelba, no solo para aumentar el acceso a la electricidad sino también para disminuir las brechas sociales que existen en comparación con su comunidad de acogida.
Al igual que en el campo de refugiados, la población de acogida utiliza leña y carbón para cocinar, y el 60% de la población que recorre largas distancias para recolectar leña, aproximadamente, son mujeres. El consumo de leña y carbón afecta principalmente la salud de mujeres, niños y ancianos, que son quienes permanecen mayor tiempo en casa.
Las instalaciones de alumbrado público no funcionan, lo que obliga a las mujeres a permanecer en casa por temor a que se produzcan situaciones de violencia sexual y de género, especialmente durante la noche. Tener acceso a sistemas de iluminación exterior es una de las grandes necesidades a resolver tanto para la población refugiada como para la comunidad de acogida.
En términos urbanísticos, el campo de refugiados cuenta con un grado de planificación superior a la comunidad de acogida, la cual se asienta mayoritariamente de forma dispersa. Shimelba no tiene una delimitación física por lo que la integración con la comunidad de acogida en términos urbanísticos es sencilla. De hecho, la comunidad de acogida se ha trasladado a los alrededores del campo, aumentando su población. Tan solo en Maikuhili, a 8 km de Shimelba, se localiza un asentamiento de tipo rural que cuenta con una población de 200 personas. Por su parte, el patrón urbano de asentamiento de Shimelba, vinculado a dos ejes perpendiculares entre sí, está coordinado por ARRA, que utiliza los “compounds” como unidad de parcela plurifamiliar. En ambas comunidades, los asentamientos carecen de superficies pavimentadas y de redes de drenaje que permitan canalizar el agua de lluvia, lo que al mismo tiempo dificulta la movilidad en el asentamiento.
Los desplazamientos internos se realizan fundamentalmente a pie y apoyados con animales de carga (burros o camellos) y los externos en autobús a la población de Shiraro, la más cercana.
La planificación de Shimelba, a diferencia de la comunidad de acogida, no define áreas de uso público. Por lo tanto, los espacios públicos considerados son espacios abiertos informales sin ningún tipo de acondicionamiento o diseño, lo cual limita las horas de disfrute debido a las elevadas temperaturas que se alcanzan en las horas centrales del día. En los dos asentamientos, el espacio público existente se utiliza para actividades comerciales y deportivas.
Por último, destaca la conciencia social de ambas comunidades en cuanto a la gestión de residuos. No se advierten problemas de basuras en los asentamientos. Sin embargo, entre la población refugiada la gestión de residuos no se considera una prioridad, a diferencia del sentir de la población de acogida.
En cuanto a la seguridad alimentaria, los resultados muestran una realidad marcada por una deficiencia en la ingesta de alimentos de origen animal, una alta dependencia del suministro de alimentos básicos, en el caso de la población refugiada, y una alta vulnerabilidad en un contexto de cambio climático regional, tanto en el caso de la población de acogida como en la refugiada. Si bien el sector agrícola en Etiopía es uno de los más importantes, desde el punto de vista de fuerza de trabajo dedicada al mismo e interés estratégico, para el país, la realidad observada en Shimelba y sus alrededores muestra un sector altamente vulnerable a procesos de desertificación y eventos climáticos extremos.
La producción agrícola en la zona es una de las actividades más relevantes; el sorgo (Sorghum spp.) es el principal cultivo, seguido del sésamo (Sesamum indicum L), destinado a la exportación.
Como elemento potencialmente favorable para la implementación de estrategias que lleven a una mayor producción de alimentos en el campo cabe destacar la presencia de población de la etnia kunama en Shimelba. Por tradición, este grupo de población tiene conocimientos básicos para cultivar la tierra y pastorear ganado. Destaca la presencia de una zona destinada a cultivo de hortalizas y algunos frutales (papaya y mango) para autoconsumo en el campo de refugiados. Este espacio es cultivado con herramientas manuales. El riego se aplica en superficie y mediante surco gracias a la presencia de un afloramiento en el lugar.
La carencia detectada en la ingesta de productos de origen animal lleva a plantear la necesidad de incluir, en cualquier propuesta para mejorar la situación en lo que a seguridad alimentaria se refiere, el desarrollo ganadero; origen a su vez de estiércol con propiedades fertilizantes.
Existen sinergias con otros sectores, como puede ser la obtención de biomasa como fuente de energía. El aumento de la deforestación, unido a la prohibición de recoger leña para la población refugiada, lleva a la necesidad de obtener recursos para el cocinado de los alimentos. Esta situación conduce a la venta de alimentos (algunos de los presentes en la cesta de ayuda humanitaria) para obtener esos recursos en el mercado interno del campo.
Shimelba cuenta con dos escuelas de educación primaria (una para la población refugiada y otra para la comunidad de acogida), una escuela de educación secundaria que comparten ambas poblaciones, un centro de salud y un centro de atención a la población con problemas de salud mental. También cuenta con un espacio abierto destinado al mercado que se celebra los viernes, espacios cerrados destinados a zona de recreo infantil, una biblioteca, varias iglesias (ortodoxa, católica y protestante) y mezquitas, un centro recreacional y una pista de voleibol, más allá de los espacios libres que de forma espontánea ocupan los niños y niñas con sus juegos.
Es en las escuelas de primaria donde las disparidades entre ambas comunidades resultan más notorias porque los edificios de la escuela para la población refugiada están en mejores condiciones que los de la población de acogida, en los que el 50% de los módulos carecen de cubierta y algunas clases se imparten en aulas improvisadas.
Sin embargo, el hacinamiento en las aulas es mayor en la de refugiados, con 80 estudiantes por clase, que en la de la comunidad de acogida, con un ratio de 50. Los estudiantes, en uno de los talleres llevados a cabo, pedían para sus escuelas principalmente aulas, electricidad, uniformes y libros.
El campo de refugiados no cuenta en la actualidad con ningún centro de formación profesional, pese a que la población lo requiere. En Maikuhili, en cambio, sí cuentan con un Centro de Formación en Agricultura. La educación está entre las primeras cinco prioridades de ambas poblaciones.
Por otra parte, resulta llamativo que pese a disponer de un centro de salud tanto en el campamento como en la comunidad de acogida de Maikuhili, la población, especialmente la refugiada, considera como prioritario el acceso a servicios sanitarios. El hospital más cercano se encuentra en Shire, a dos horas y media por carretera, y las mujeres identifican el centro de salud como un espacio inseguro.
En lo que a tecnologías de la comunicación se refiere, más del 50% de ambas poblaciones tiene un smartphone, pese a que la cobertura de datos es muy deficiente en el campo de refugiados. Para la población de acogida –a diferencia de la refugiada-, el acceso a internet está entre sus cinco prioridades, aunque apenas hay acceso a portátiles y tablets, ni hay centros de internet que faciliten el acceso a los mismos.
Tanto en Shimelba como en su comunidad de acogida, las parcelas tienen dimensiones más acordes con un entorno rural que urbano y están delimitadas por elementos vegetales permeables o muros de tierra. En el interior de las parcelas, ambas comunidades albergan cultivos de subsistencia y ganado. Los espacios de uso privado se comparten entre usuarios y ganado lo cual genera problemas de salubridad.
Shimelba está compuesto por 4.436 alojamientos, en los cuales viven una media de 5.25 personas por unidad mientras que en el caso de la comunidad de acogida la media desciende a 4.45. Los materiales de construcción que utiliza la comunidad refugiada son las fibras vegetales para la cubierta y tierra para los elementos verticales; mientras que la comunidad de acogida utiliza láminas de zinc y cemento. En ambas comunidades la autoconstrucción es el medio de edificación utilizado.
En términos cualitativos, la población refugiada se encuentra en peor situación que la comunidad de acogida. La diferencia de la calidad edificatoria es el principal factor de disparidad en cuanto a la durabilidad. El 85% de los alojamientos de la personas refugiados no cumplen con los requisitos indispensables de habitabilidad. La población refugiada no tiene acceso a materiales de construcción adecuados y las técnicas constructivas no están bien ejecutadas. En consecuencia, los alojamientos no cuentan con cubiertas estancas y los muros deben ser rehabilitados anualmente.
La consecuencia de esto es que el 80% de las viviendas en el campamento son vulnerables ante las inclemencias climáticas como son las lluvias y el viento; mientras que en la comunidad de acogida el porcentaje es del 20%. Por ello, la población refugiada considera prioritaria la intervención en la mejora de las viviendas, y en concreto en la adecuación de paredes y cubiertas. Por otro lado, la radiación solar es el principal factor condicionante del exceso de temperatura en el interior de los alojamientos, por lo que, a pesar de su mayor durabilidad, el material utilizado en la comunidad de acogida produce problemas de sobrecalentamiento.