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#hoyleemos: “El amante lesbiano” de José Luis Sampedro

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“¿Qué es esto? ¿Dónde estoy?… No conozco este lugar. ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Qué dirección le habré dado al taxista? Pues sin duda tomé un taxi al salir de la consulta, como siempre. Estaba contento, después de acudir tan preocupado por mi dolor del pecho, más frecuente estos últimos días. Sí, entré temiendo que me hospitalizaran, pero fue lo contrario. El electro resultó como siempre. El doctor Navarro me dejó tranquilo; me acompañó hasta la puerta, me despidió sonriente: “Hasta el día 21.” Bajé en el ascensor. El pavimento del vestíbulo siempre resbaladizo; menos mal que el portero estaba allí… Pero después, nada: un vació y verme en este lugar… ¡Qué grande! Me recuerda el museo de Orsay o una gran estación central, con gente yendo y viniendo. ¿Será ese parque inaugurado hace poco? Centro de congresos, exposiciones y todo eso… ¡Qué altura de techo! Ni lo veo; lo oculta como una nube luminosa. El estilo de ahora, deslumbrar, pero es agradable, parece dar la bienvenida. Sin duda el taxista me entendió mal, ahora traerá aquí a mucho curioso… ¿Qué más da? No tengo nada que hacer, mi tiempo es mío, y me siento bien, el doctor Navarro me ha dado ánimo. Además tengo el mejor síntoma: mi bienestar como nunca, una levedad del cuerpo, libre de peso, da gusto. Influye también el buen tiempo, este aire y esta luz; invitan a pasear.  Acacias ¡gran idea plantarlas!, estaban desapareciendo estos árboles tan madrileños, con su flor blanca en primavera… Lo sorprendente es la luz, antes no veía el techo, ahora no veo las nubes, la luminosidad lo cubre todo, color gaseoso y variable, más bien azul cuando llegué, ahora virando al verde, tan suave, todo sosiego, y este oportuno banco, sentarme y respirar. ¡Esto es vida!”

 

El amante lesbiano / José Luis Sampedro — Ed. DEBOLS!LLO
José Luis Sampedro  en Wikipedia
Disponible en la sección NO Sólo Técnica.  Sig. 82N SAM ama.

#hoyleemos: “El guardián entre el centeno” de J.D.Salinger

 

– ¿Qué? -le dije-. Saca la boca de ahí. No te entiendo.
– Que a ti nunca te gusta nada.

Aquello me deprimió aún más.

– Hay cosas que me gustan. Claro que sí. No digas eso. ¿Por qué lo dices?
– Porque es verdad. No te gusta ningún colegio, no te gusta nada de nada. Nada.
– ¿Cómo que no? Ahí es donde te equivocas. Ahí es precisamente donde te equivocas. ¿Por qué tienes que decir eso?-le dije. ¡Jo! ¡Cómo me estaba deprimiendo!
– Porque es la verdad. Di una sola cosa que te guste.
-¿Una sola cosa? Bueno.

Lo que me pasaba es que no podía concentrarme. A veces cuesta muchísimo trabajo.

– ¿Una cosa que me guste mucho? -le pregunté.

No me contestó. Estaba hecha un ovillo al otro lado de la cama, como a mil millas de distancia.

– Vamos, contéstame -le dije-. ¿Tiene que ser una cosa que guste mucho,  o basta con algo que me guste un poco?
– Una cosa que te guste mucho.
– Bien -le dije. Pero no podía concentrarme. Lo único que se me ocurría eran aquellas dos monjas que iban por ahí pidiendo con sus cestas. Sobre todo la de las gafas de montura de metal.  Y un chico que había conocido en Elkton Hills. Se llamaba James Castle y se negó a retirar lo que había dicho de un tío insoportable, un tal Phil Stabile. Un día había comentado con otros chicos que era un creído, y uno de los amigos de Stabile le fue corriendo con el cuento. Phil Stabile se presentó con otros seis hijoputas en su cuarto, cerraron la puerta con llave y trataron de obligarle a que retirarra lo dicho, pero Castle se negó. Le dieron una paliza tremenda. No les diré lo que le hicieron porque es demasiado repugnante, pero el caso es que Castle siguió sin retractarse. Era un tío delgadísimo y muy débil, con unas muñecas que parecían lápices. Al final, antes de desdecirse, prefirió tirarse por la ventana…

Pues no se me ocurría nada más.”

 

El guardián entre el centeno / J.D. Salinder – Alianza Editorial
El guardián entre el centeno en Wikipedia
Disponible en la sección NO Sólo TécnicaSig. 82N SAL gua

#hoyleemos: “La insoportable levedad del ser” de Milan Kundera

 

“Después de cuatro años pasados en Ginebra, Sabina se fue a vivir a París y no era capaz de recuperarse de la melancolía. Si alguien le hubiera preguntado qué le había pasado, no habría encontrado palabras para explicarlo.

Un drama vital siempre puede expresarse mediante una metáfora referida al peso. Decimos que sobre la persona cae el peso de los acontecimientos. La persona soporta esa carga o no la soporta, cae bajo su peso, gana o pierde. ¿Pero qué le sucedió a Sabina? Nada. Había abandonado a un hombre porque quería abandonarlo. ¿La persiguió él? ¿Se vengó? No. Su drama no era el drama del peso, sino el de la levedad. Lo que había caído sobre Sabina no era una carga, sino la insoportable levedad del ser.

Hasta ahora, los momentos de traición la llenaban de excitación y de alegría, porque ante ella se abría un camino nuevo y, al final de éste, la nueva aventura de una traición. ¿Pero qué sucederá si ese camino se acaba un buen día? Uno puede traicionar a los padres, al marido, al amor, a la patria, pero cuando ya no hay ni padres, ni marido, ni amor, ni patria, ¿qué queda por traicionar?

Sabina sentía a su alrededor el vacío. Pero ¿qué sucedería si ese vacío fuese precisamente el objetivo de todas sus traiciones?

Por supuesto, hasta ahora no había sido consciente de ello: el objetivo hacia el cual se precipita el hombre queda siempre velado. La muchacha que desea casarse, desea algo totalmente desconocido para ella. El joven que persigue la gloria no sabe qué es la gloria. Aquello que otorga sentido a nuestra actuación es siempre algo totalmente desconocido para nosotros. Sabina tampoco sabía qué objetivo se ocultaba tras su deseo de traicionar. ¿Es su objetivo la insoportable levedad del ser? Al abandonar Ginebra se le acercó considerablemente…”

 

La insoportable levedad del ser / Milan Kundera —  Ed. Tusquets
La insorportable levedad del ser en Wikipedia
Disponible en la sección NO Sólo TécnicaSig. 82N KUN ins