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“… todas estas personas y muchas más recibieron invitaciones para la boda de miss Constanzia Corleone, que debía celebrarse el último sábado del mes de agosto de 1945. El padre de la novia, don Vito Corleone, nunca se había olvidado de sus antiguos amigos y vecinos, a pesar de que ahora vivía en una enorme y suntuosa casa de Long Island. La recepción tendría lugar en dicha casa y la fiesta duraría todo el día. Era indudable que sería un acontecimiento sonado. La guerra con el Japón acababa de terminar, de modo que nadie anidaría en su mente temor alguno por la suerte de un hijo o familiar en el campo de batalla. El momento era propicio.
Así, durante toda la mañana del día señalado, la casa se llenó de amigos que deseaban honrar a Don Corleone. Todos traían unos paquetitos envueltos en papel color crema, conteniendo dinero en efectivo. Nada de cheques ni objetos de regalo: billetes de Banco y una tarjeta con el nombre del dador. La cantidad de dinero ofrecida establecía el grado de respeto por el Padrino. Un respeto bien ganado.
Don Vito Corleone era un hombre a quien todos acudían en demanda de ayuda, y nadie salía defraudado. Nunca había promesas vagas ni se excusaba diciendo que sus manos estaban atadas por fuerzas más poderosas que él mismo. No era necesario que uno fuera amigo suyo, como tampoco tenía importancia que uno no tuviera medios de devolverle el favor. Una sola cosa era precisa. Que uno, uno mismo, proclamara su amistad hacia él. Y luego, por pobre que fuera el suplicante, Don Corleone hacía suyos sus problemas, sin concederse descanso hasta haberlos solucionado. ¿Su premio? La amistad, el respetuoso título de <<Don>>, a veces el más íntimo de <<Padrino>>, y tal vez, sólo en prueba de agradecimiento, nunca con ánimo de lucro, algún que otro regalo, como, por ejemplo, una garrafa de vino casero o una canasta de taralles hechas especialmente para ser saboreadas en la mesa de Don Corleone el día de Navidad. Ello no era, como ha quedado dicho, sino una prueba de amistad, una forma de reconocer que se estaba en deuda con él y que Don vito, en cualquier momento, tenía el derecho de pedir, en pago, cualquier pequeño servicio que precisara”
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El padrino / Mario Puzo – Mundo Actual de Ediciones
El padrino en las Bibliotecas UPM
Título disponible en Biblioteca ETSI Industriales UPM. Sig. 82N PUZ pad
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